Viernes, 16 de noviembre de 2012 | Hoy
ARTE
Continuando la serie que comenzó con Nenas, la fotógrafa Laura Ortego presenta en Chicas quince retratos de preadolescentes, entre la infancia y la adultez.
Por Malena Rey
Puras, encantadoras, inquietantes, seductoras, vírgenes: las quince chicas retratadas por Laura Ortego provocan con su mirada y su pose, apuntando con sus ojos a la cámara o desviándolos hacia un costado. Es que habitan esa etapa incómoda que separa la infancia de la adultez, la preadolescencia, una franja incierta que por un lado inaugura la posibilidad de considerarse mujeres y ya no niñas, y por el otro despierta muchas preguntas. ¿Cómo se abandona la infancia? ¿Qué implica para cada una de ellas saber que su cuerpo va a cambiar?
Laura Ortego (Comodoro Rivadavia, 1975), quien forma parte del programa de artistas 2012 de la Universidad Di Tella y recibió distintos premios por sus trabajos, ya había trabajado en su serie Niñas con los cuerpos y expresiones de chicas de menos de diez años en entornos naturales, que a través de sus gestos parecían poner en abismo una forma personal y artística de entender la infancia. Para esta muestra en la Fotogalería del Centro Cultural Rojas se decide por muchachitas que no llegan a los 15 años, edad que marca una inflexión tanto íntima como socialmente. Y es llamativo ver cómo en estos retratos hay algunas que pretendidamente quieren aparentar más edad: la forma de mirar a cámara delata que en ellas se esconde una idea de mujer avasallante todavía contenida. En otros retratos, en cambio, se percibe una ingenuidad pura, reforzada por los fondos neutros y las caras lavadas de las modelos. Sin títulos ni referencias temporales fuertes, la composición fotográfica de Ortego prioriza el espacio que ocupan los cuerpos de las púberes: todas las tomas son de plano americano, hasta la altura de las rodillas, y los detalles vienen por el lado de las ropas, entre mallas de gimnasia artística, minis, shorts, pulseritas y vestidos más o menos formales. Tanto la postura de las chicas como sus pelos sueltos y la posición de sus manos parece revelar que la cámara está descubriendo y capturando algo latente en ellas.
Lewis Carroll, al ensayar con las técnicas fotográficas de su tiempo, se había ocupado en la pudorosa Inglaterra victoriana de retratar a sus “amigas” niñas como si fueran musas atemporales: esas fotos en blanco y negro y con mucho contraste son inquietantes no sólo por el gesto transgresor de fotografiarlas sino también porque en ellas la angustia y el temor de tener que abandonar la infancia se reviste de sensualidad en poses preparadas y disfraces. Esa tensión límite entre lo público y lo privado, entre la ingenuidad y la provocación, parece bordear la producción de Ortego; en los retratos se puede apreciar la prolongación infinita de un tiempo que se define por ser transitorio, y ellas, las chicas que nos miran, saben que a la larga serán mujeres, que sus cuerpos experimentarán transformaciones, y la inocencia será un recuerdo en el que reconocer lo que dejan atrás.
Por fuera de la moral de los adultos, como si la cámara se convirtiera en confidente y cómplice de sus cambios, las chicas de Ortego habitan una zona propia. En sus expresiones serias e inquisidoras se desbarata el sistema de la infancia; escapan de la familiaridad de la niñez para indicar que están preparadas para lo que viene, sin saber de qué se trata. La eternización de la foto marca un antes y un después en ellas, que seguirán transformándose misteriosamente fuera de nuestros ojos. Como apunta la también fotógrafa Guadalupe Gaona en el texto que acompaña la muestra: “Sus miradas salen de la imagen, y en el aire se cruzan con las nuestras, se cuelgan como una alhaja al cuello. Nos envuelven en el misterio. Las chicas guardan un secreto que ni ellas conocen”.
Fotogalería del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, Av. Corrientes 2038. Gratis, hasta el 23 de noviembre.
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