Viernes, 16 de noviembre de 2012 | Hoy
MONDO FISHON
Por Victoria Lescano
Toda pasarela regional cobija, junto a nuevos autores y cultores de la moda indie, la exaltación de modismos propios sin hacer oídos sordos a algunos matices de las tendencias. En el sur de Brasil, en la ciudad de Curitiba, entre el 6 y el 10 de noviembre transcurrió la séptima edición de Paraná Business Collection, regida tanto por anticipos de estilos para el invierno 2013 como por la celebración de los accesorios, de modo tal que su consigna fue “A moda de corpo Enteiro”. Una lectura apresurada no puede omitir el énfasis en el estilo para galas y soirées tropicalistas allí omnipresentes y tampoco los nuevos gestos surgidos en la Universidad Tuiuti do Paraná con su muestra consagrada a variaciones arty del calzado (en una sala contigua al living-sala de cócteles se vieron zapatos cual barcas, hormas provistas con dijes que oficiaban de bitácoras y souvenirs de viajes, pasando por zapatos de metal símil coturnos provistos de luces y aproximaciones al cómic).
“Esta invitación está destinada a gente de buen gusto”, rezaba en letras cursivas blancas sobre fondo negro el flyer del diseñador Gildo Kist, autor de una colección consagrada a los vestidos y entre ellos modelos vaporosos y rococó, cual atuendos de Barbies vestidas por Bob Mackie, otros más sutiles y despojados pero que no escatimaron tules ni bordados en nude, rosa, negro y dorado. Kist recurrió a un caso de show dentro del fashion show: casi quince minutos de un baile cuasi prostibulario en una hipotética ciudad de frontera, allí la mixtura de razas habló de la identidad de Curitiba. Ese simulacro de ball room con cadencias de tango y bossa nova, con cuatro parejas deliberadamente desparejas, prologó el desfile donde abundaron atuendos en rosa y pedrería para la ocasión, trajes de gatúbelas tropicales, variaciones sobre el black dress; si hubiera que erigir una categoría estética, según los enunciados de Gildo K: “Pensé en la falta de tiempo de las mujeres para arreglarse”, se podría hablar de “fast couture”. Salto a la colección de Fabio Bartz. Allí emergió una hipotética guerra entre humanos y personajes de ciencia ficción llamada “Hybrid”, una cruza entre street wear en tonos de plata y rojo con morfologías orgullosas de los cortes geométricos, maquillajes cuasi postapocalípticos y camuflaje.
Otros referentes del cronograma remiten a Lafort, una firma con más de cincuenta años y con énfasis en ropa de noche. En su pasada, se vieron transparencias y escotes en la espalda y el azul primó cual tono de rigor. Cyntia Fontanella, Dhocos, All Purpose, Studio Orbita y Ecocalema y EcoJóias también fueron de la partida (esta última con una colección de ornamentos y accesorios realizados tanto con piezas de descarte acicaladas y encantadores bolsas y sobres de raffia tramados por veinte mujeres agrupadas en el programa del Centro de Asistencia Social). Dos casos opuestos que aluden a moda regional en Curitiba remiten a Jefferson Kulig. Diseñador oriundo de Curitiba, suele participar del Sao Paulo Fashion Week y es dueño de una tienda con interiorismo blanco enclavada en el barrio Batel Soho. La fachada de Kulig divulgaba el nuevo hit de la tienda: una colección de remeras de estampas tropicales y con buena realización. Por otro lado, en Heróina, la tienda indie y encantadora que Alexandre Libahares tiene en la rúa Prudente de Moraies, el interiorismo pregonaba el deleite por la botánica que celebra la ciudad de Curitiba en su paisajismo. Ya desde la colección presentada el segundo día del ciclo, Alexandre aludió desde la banda sonora a enfatizar lo propio de Curitiba, desde el barrio llamado Boca Maldita, contiguo al centro, zona de mitines políticos, de cines triple X devenidos malls, y propuso desafiar mandatos éticos y estéticos de la globalización: su único artilugio escénico fue un fósforo de madera que encendió una de sus modelos y clienta. Su entorno remite a la tradición de la poesía brasileña, basta con contemplar sus enunciaciones de moda, la serie de videos y happenings donde apenas vestido con una falda blanca –saia– y el torso desnudo posó durante medio día en alguna avenida de Curitiba, o cuando fotografía a su madre en blanco y negro o preparaba el estilismo de una colección junto a su esposa. En la visita a la tienda ofrecería un té con plantas de su pequeña huerta, y un paneo por los vestidos del perchero denota un deliberado tono arts and crafts, pero sin escatimar paillettes.
La celebración del cuerpo masculino es una constante en la moda del Brasil. Si bien no hubo colección playa por coordenadas geográficas y temporales, los jóvenes caballeros que modelaron la colección de Thiago Paes exhibieron sus bíceps desde cargo pants, derivados de la militaria. Como contó el diseñador, su colección derivó de una investigación en el libro Ribamar, del periodista José Castello, referido a viajes por la región. En tonos de crudo, verde y negro, sus prendas contemplaron el uso de ponchos de tweed, capitas en tramas de tartanes, pero también musculosas con calados. Unos y otros llevaron un trazo de betún, pincelado en sus rostros, y que recordaron a las descripciones sobre adornos corporales que elogia “Emma la Cautiva” –si acaso la trama de Aira se hubiese extendido al Brasil–. Otro destacado del lado de las autoras femeninas remite a Francesca Córdova, la diseñadora que cautivó con textiles (de factura propia) desde un vestido con puzzles de colores, una blusa con zigzags calados en las mangas a un traje deliberadamente austero e innovador en su construcción cromática. Con estudios en el Seanai/PR, uno de los propulsores del ciclo junto con Sebrae y Texbrasil (Programa de Exportación de la Moda Brasileña) desarrollado por ABIT (Asociación Textil Brasileña y Asociación de la Industria de la Vestimenta), Córdova fue galardonada con el Primer Premio Joao Turin, que oficia de incentivo a los nuevos diseñadores de moda en esa región.
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