Violencias Una serie de fallos judiciales venía condenando a las mamás que denuncian los abusos sexuales de sus hijos/as a revincularlos con los padres acusados. Un fallo de la Cámara de Casación Penal ordenó escuchar a los niños/as de un caso de Lomas de Zamora, en un giro que es bienvenido por otras madres, instituciones de infancia, jueces y abogadas.
› Por Luciana Peker
La maestra de jardín de infantes estaba contando el cuento de Cenicienta. Se trataba de una tarde de ronda en donde la narración soltaba la historia de una adolescente maltratada que podía convertirse en princesa con acertar al zapatito y dejar de ser maltratada por su madrastra y sus medias hermanas. Pero una nena de tres años la interrumpió.
–Los buenos y los no buenos no pueden estar juntos.
–¿Por qué no? –preguntó la señorita, todavía con la inocencia del clásico cuento infantil en la boca.
–Porque te pueden hacer daño.
–¿Y qué es hacer daño? –preguntó la maestra.
–Y hacer cosas malas, seño: mi papá me hace daño –relató la nena.
El cuento de Cenicienta nunca pudo terminarse. No se trataba de un invento. La vida real se imponía. Sus amigos de sala de tres se pararon a abrazarla.
Ese día a su mamá –de quien se reserva la identidad para no afectar a la niña y sus dos hermanos mellizos– le llegó una nota en el cuaderno de comunicaciones que decía que la alumna contó espontáneamente que “mi papá me metía el dedo en la cola”. Esa prueba está en el expediente de la jueza María Silvia Villaverde, del Tribunal Nº 3 de Familia de Lomas de Zamora. “Pero la jueza no hizo nada”, denuncia la madre.
Pero el 16 de mayo, en un fallo inédito, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal revocó una sentencia que sobreseyó al padre que está acusado de abuso sexual a sus tres hijos desde el 21 de septiembre del 2009, cuando la niña tenía dos años (ahora tiene cinco) y los mellizos tres (ahora tienen siete años). La sentencia obliga a la Justicia a escuchar a los chicos en Cámara Gesell y ordena al juez de instrucción Nº 13 de la Capital Federal, Luis Zelaya, a reabrir la investigación, ya que la consecuencia del sobreseimiento por el beneficio de la duda del supuesto agresor fue que los chicos/as estaban siendo obligados a volver a verse con su padre a pesar de que ellos habrían expresado que no querían verlo.
Ahora se abre una nueva etapa en donde la voz de los niños va a tomar protagonismo por una sentencia de los camaristas Juan Carlos Gemignani, Gustavo Hornos y Mario Borinsky (que votó en disidencia). El logro judicial contó con el respaldo, a través de la estrategia de ser amigos de la causa (amicus curiae), de Nora Pulido, del Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescencia; Nora Schulman, directora ejecutiva del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño (Casacidn), Nora Cortiñas y Mirta Baraballe, de Madres Línea Fundadora; Norberto Liwsky, de DNI Internacional, sección Argentina y Adolfo Pérez Esquivel.
El abogado de la causa y autor del libro Niñez maltratada y violencia de género, Juan Pablo Gallego enmarca: “Lo central de este fallo es que en una instancia penal admite la vigencia de la Convención de Derechos del Niño y el reconocimiento de éstos como sujetos de derecho. Hasta allí se había decidido sobreseer al acusado de abuso sin necesidad de oír a las víctimas. Un juez, decidiendo por ellos, decía que le creía al acusado. Y, en paralelo, una jueza de familia los revinculaba violentamente con su progenitor y escribía en su fallo que lo más importante es que la familia volvía a estar unida sin necesidad de saber la verdad de lo que había ocurrido. A este tipo de fallos los explica la misoginia y la resistencia cultural al avance de la normativa protectora de derechos”.
El gran nudo para las madres que escuchan de sus hijos e hijas un relato de abuso es cuando la Justicia les dice que tienen que volver a ver a quienes no quieren porque, según ellos, los lastimó. La mamá que logró sentar esta jurisprudencia expresa: “La sensación que tuve estos años es que acudí a la Justicia buscando protección para ellos y encontré lo opuesto. La vida de mis hijos y su palabra no tenían valor. Tuvieron que vivir muchas revictimizaciones. Hubo una severa violencia institucional que hizo que los chicos se sintieran desprotegidos y bajo un mundo amenazante. Durante dos meses fuimos a un espacio en Avellaneda, de la UBA, en donde los chicos decían ‘No queremos jugar con mi papá’ o ‘Mi papá es malo y me hace cosas feas’. Y si no iban la jueza le daba la tenencia al padre. Me llegaba una cédula diciendo que si no los revinculaba la policía los iba a buscar al colegio o que perdía la tenencia o que iba a tener una multa de 500 pesos diarios o que no podían ir acompañados de su terapeuta o su abuela a la revinculación. La idea es que estén solos para ser amedrentados, porque acá hay una parte de la Justicia que tiene en el centro al padre, no importa qué padre sea”.
Sin embargo, este nuevo fallo, que por primera vez pide que los chicos sean escuchados, es un signo de aliento. Por eso, ella reflexiona: “Esto es una gran victoria. Es la primera vez que un fallo respeta los derechos de mis hijos. Mi mensaje es que hay más buenos que malos en el mundo. Por eso, el pensamiento de mi hija es que la vida es linda y que quiere que su papá se vaya a vivir al país de los malos”.
Otra madre denunciante, M. V. demuestra que se trata de una tendencia judicial y no de una excepción. Ella dice: “Este fallo es alentador para todos los chicos y chicas víctimas de abuso sexual incestuoso y para las madres que acudimos a la Justicia buscando protegerlos. Pero también ocurre que jueces de instrucción cumplen con la ley; los niños hablan en Cámara Gesell pero sus testimonios no son verdaderamente escuchados, como es el caso de mi hija, con una causa que lleva nueve años y que comenzó cuando ella tenía tres. A pesar de relatar desde siempre los abusos cometidos por su padre y haberlo reconfirmado en Cámara Gesell, el juez de instrucción vulnera sus derechos de niña y víctima cuando afirma que nada de lo que manifiesta haber sufrido sucedió en la realidad, poniéndola en riesgo de una revinculación forzada con su victimario, en una clara confluencia de violencia institucional e ideología patriarcal”.
La abogada Carmen Storani, ex directora de la Mujer de la Ciudad de Buenos Aires, alerta sobre el riesgo de demonizar a las madres que protegen a sus hijos/as: “Estamos sumamente preocupadas en los planteos tribunalicios, que es la utilización del Síndrome de Alienación Parental (SAP) como una modalidad que algunos jueces y juezas, tribunales de familia y profesionales de sus equipos técnicos y abogados utilizan para endilgar a la madre una nueva locura. Es hacia aquellas madres que acompañan el develamiento del abuso sexual de sus hijos, les creen y comienzan un largo derrotero ante los tribunales”. Mientras que Storani sostiene que hoy se toma como un logro algo que debería ser natural, ella subraya: “El fallo no es más ni menos que un derecho constitucional, que los niños/as sean oídos y que a las mujeres se les dé credibilidad en sus aseveraciones aparece en este momento como una gran conquista”.
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