Vie 10.10.2003
las12

FILOSOFíA

el problema sexual

Cada jueves Laura Klein se sumerge en los textos de los filósofos modernos buscando “un tono de voz”, que logre traducir un esquema de pensamiento, para abordar tensiones tan actuales como constitutivas de los supuestos existentes. Naturaleza y cultura, sexo y reproducción son algunos de esos binomios que ella revisa en un seminario en el Centro Cultural San Martín.

Por Florencia Gemetro

Ha notado usted que no existe ningún sustantivo que mencione el acto sexual? ¿Copular, fornicar? Ambos son verbos con significados diferentes. Uno, copular, remite a una actividad biológica, el otro, fornicar, a una advertencia bíblica, no meterás los cuernos, no serás adúltera/o. Estas palabras son anteriores a la época moderna. Aunque el placer comenzó a ser un problema recién en la modernidad, junto a la reproducción y a la sexualidad, tanto como la dupla naturaleza y cultura. De éstas y de otras cuestiones se ocupa Laura Klein en “Los filósofos: pensamientos y tonos de la voz”, un ciclo que recorre las distintas tensiones en el pensamiento de los filósofos modernos desde un abordaje diferente, sin dogmas ni estándares intelectuales. Una lectura apasionada, desenfadada, modesta y coloquial que repasa Hobbes, Locke, Rousseau, Kant –entre otros– sin preconceptos ni supuestos, sin más certezas que las que surjan de la experiencia de un auditorio diverso.
Laura Klein dirige la atención de la concurrencia con una tranquilidad medida. Da vuelta sus textos con entusiasmo, sin perder el tono ni la calma. Su voz busca en los presupuestos de existencia, libertad, igualdad, virtud y moral de los distintos autores, un sesgo distintivo y nodal que no ha sido visto o pensado. “Una estructura de pensamiento que esté convertida en tono de voz”, dice ella. Horas antes preparaba cuidadosamente la selección de lecturas en su casa de San Telmo, donde compone pensamiento y arte en los distintos grupos que coordina desde hace más de diez años. Mucho antes se había convertido en licenciada en Filosofía, poeta –con tres libros publicados–, ensayista y militante feminista.
Los asistentes a esta noche del jueves escuchan una selección de textos referidos al sexo y la metafísica, al placer como problema teológico. La reacción del auditorio varía entre la risa y la reflexión. “Se trata de trabajar problemas concretos –dice Klein– sin remitir a temas ni a definiciones muy generales o excluyentes sino a un acercamiento sobre tensiones actuales.”
–¿Cuáles serían esas tensiones?
–Uno de los problemas filosóficos modernos por excelencia es el problema naturaleza/cultura. Tiene su origen en el pensamiento cristiano sobre el pecado. En la lucha espíritu-carne o alma-cuerpo aparece la matriz de lo que en la modernidad va a ser naturaleza/cultura. En este primer problema de reproducción/sexualidad naturaleza y cultura se plantea el problema de los fines y medios. El sexo sería el medio y la reproducción el fin. La diferencia sexual se naturaliza en el derecho, después en cuestiones morales, no filosóficas ni trascendentales sino en la naturaleza. Se separa naturaleza y cultura y el sexo pasa a ser naturaleza.
–¿Cómo operaría el cristianismo sobre esta idea?
–Ya conocemos la famosa represión legal cristiana. Lo que es menos fácil de ver es cómo el cristianismo, en sus textos, logra simbolizar una experiencia que la ciencia en la modernidad no permite. En la frase la finalidad del sexo es la reproducción se despliega un tipo de experiencia simbólica muy diferente. La operación cristiana fue lograr que si el sexo no era bueno fuera maldito. Entonces se erotiza lo maldito. Pero es diferente a lo que sucede en la modernidad, con la idea de las mujeres como débiles, donde el deseo sexual sería masculino y la mujer sólo tendría el deseo de la maternidad. Esta no es la figura que todos conocemos de Lilith. ¿Cómo se juntan estas dos cuestiones en el pasaje de Lilith a la madre legítima? Es el pasaje de la pecadora a la enferma. La que no tiene hijos está enferma. Sin embargo, pensar el placer como un problema teológico significa que el placer está en un plano metafísico, vinculado a una experiencia que, llámese sagrada, trascendente, todavía permanece en el habla popular –verle la cara a dios–, en un plano simbólico, en el lenguaje.
–¿De qué forma se expresaría esa experiencia hoy?
–Hoy es una experiencia difícil de encontrar. No aparece en los discursos cristianos, pero tampoco en los progresistas, que dicen que el sexo no sobrepasa ninguna dimensión, que el sexo es bueno. Antes la finalidad era la reproducción, eras una pecadora. Ahora la finalidad es el placer, que se convierte en un ideal, en una obligación que oprime la experiencia. La crítica que te tenía que liberar te oprime. Los teólogos, en cambio, producen un campo de la experiencia que no existía antes. Relatan, dan lugar, asisten. En sus textos hay un tipo de experiencia que se prohíbe o se intenta atrapar en coordenadas porque existe. El sólo leerlos permite una novedad en la relectura de los supuestos modernos. Este tipo de experiencia se puede encontrar hoy en el arte o en la literatura donde se vive una alta conciencia de lo simbólico. Las obras de arte hacen lo que los textos cristianos: construyen una realidad que permite otra experiencia. Una de las formas eróticas por excelencia es escribir. La palabra te hace cosas, te vivifica.

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