Vie 01.11.2013
las12

MUSICA

Corazón en llamas

La guitarrista Cam Beszkin incendia los parlantes con nuevo disco, Este amor ya no es para tanto, una producción de alto voltaje donde amor y rock van de la mano y bien al frente.

› Por Guadalupe Treibel

“Es muy distinto, ¿viste? Más rockero”, sintetiza Cam Beszkin en los primeros treinta segundos de charla. Y se refiere, claro, a la comparación inevitable: Este amor ya no es para tanto, su último larga duración. Poco tiene que ver con los primeros trabajos con los que forjó su buen nombre. Es que, cuando en 2008 estrenó disco solista debut –el memorable Andaba cruda–, la joven pelirroja apenas necesitó un bajo, una voz y preciosistas tracks minimalistas, desnudos hasta la raíz, para demostrar que “una canción es una melodía, una letra y un espíritu”. Así definía a Las12 en aquel entonces lo que terminó con la etiqueta de “feliz inclasificable” y que, más temprano que tarde, fue seguido por Música que cambia por vida la pena que hace riego y que hace casi risa la vida (2010), el LP de 11 temas –más vestidos– que realizó en dupla con el músico experimental Manu Fusari. ¿Y ahora? Ahora rock crudo y, como dicen por allí, destartalado.

Rock que, para colmo de bienes, regala un himno feminista: Era, era cierto / Eramos todas objetos / Bellos decorados de la vida de otro ser / ¿No se oía nuestro latir? / ¿No se oía nuestro latir? / Era, era cierto / No íbamos a ser reinas / ¿Querés tocar, querés tocar? / Sin levantar la voz / Y a no gemir, y a no llorar (“Putas, todas putas las mujeres alegres”, track 5).

Te mandaste flor de canción feminista...

–Para mí es una crítica al machismo, incluso a las mujeres machistas. La letra es de Paz Concha, mi hermana del corazón, que es escritora y estudia antropología. Ella hace poemas muy desgarradores, viscerales, y esa crudeza me atrae muchísimo. Fue interesante para mí musicalizar esta poesía porque estoy acostumbrada a hacer música y letra a la vez. Atreverme a trabajar con las palabras de otro sin que quede un Frankenstein, fue un reto y un ejercicio para seguir probando cosas nuevas.

Cosas nuevas... ¿Como tu vuelco al rock quizá? ¿Qué pasó que motivó tamaño cambio en tus composiciones, Cam?

(Se ríe) –Pasó Sergio Alvarez, el guitarrista de Panza, ¡mi gurú! Lo conocí a través de Mariana Bianchini (Nota de la redacción: Beszkin participó de la grabación del disco solista de MB, Indisciplina, y en shows junto a sus Bailarinas Anarquistas), y empecé a tomar clases de guitarra con él. Como me encanta componer, fui aplicando todo lo que me iba enseñando –escalas, lo que fuera– a canciones y, entre ejercicios, quedaron los temas del disco. Componiendo sólo con bajo, es difícil rockearla; por eso Andaba cruda puede tener un espíritu punk, pero está lejos de serlo. Con la viola, en cambio, entrás en otro mundo, en otro mood, en otro género...

Al respecto de lo que mencionás: pese a ser conocida como bajista y haber sido ése el instrumento que te acompañó en tus primeros trabajos, al igual que en el trío de rock que integrás –Ríe– y en la banda countryfolk de la que participás –Fede Petro & The Monkeyness–, en este disco el bajo es el instrumento que brilla por su ausencia. Es más, sólo hay guitarra eléctrica (a tu cargo) y batería (a cargo de Elian Gallese)...

–Si no hay bajo es porque no lo necesitaba la música. Si hubiese creído que las canciones lo pedían, lo ponía. Fijate que grabé en Estudios Hollywood, en City Bell, y Alfredo Calvelo, que hizo la mezcla, y el productor Lucas Finocchi, de Monstruo!, nunca me dijeron: “Uy, ¿no vas a poner?”. Y eso que yo no entiendo mucho de sonido y ellos la tienen clarísima... ¿Sabés que hay gente que me discute que sí hay bajos en tal o cual tema? Lo peor: cuando les digo que no, ¡no me creen! Es increíble, la gente escucha lo que quiere (risas). De todas formas, convengamos que yo soy más bajista que guitarrista, entonces toco la guitarra como un bajo. De hecho, la cuerda de la viola que rompo siempre es el “la”, la quinta, una cuerda grave, que los guitarristas no suelen romper (suele ser la primera, la segunda...). Yo la machaco y machaco, y como no soy una primera guitarra que hace solos, puedo prescindir del solo. Lo mío tiene más que ver con la rítmica; el despliegue de notas me embola grosso.

Tengo entendido que, durante el último tiempo, leíste mucha poesía. En el disco, la canción “De Juan” fue inspirada en el poema “Nota XXV”, de Juan Gelman. ¿Hubo otras lecturas que influenciaran las letras de Este amor ya no es para tanto?

–Fundamentalmente Kalki Krishnamurthy, un novelista, poeta y activista de la India que me ayudó a pensar esa idea de vivir el presente, de dejar de concentrarme en el futuro. El tema “Será que habrá”, por ejemplo, habla de no hacer daño al otro, de tratar de congeniar, y eso se arma de a dos o de a mil. Hay que adaptar nuestro modelo al otro, respetar las diferencias, lo bueno y lo malo, y hacerlo como ejercicio diario. Por eso, en el arte del disco –un hermoso trabajo del artista platense Valentino Tettamanti– hay animales y monstruos, porque es lo que todos llevamos dentro. Y a veces estamos más luminosos y a veces más oscuros.

Salta a la vista que, en el correr –o caminar– de las canciones de Este amor ya no es para tanto, una forma de construcción simbólica se repite, un detalle viciado que vuelve una y otra vez, en dosis justas o desbordadas, suministradas a medida por una razón acorazonada que delata, y canta: Mi pulso aceleró / Pinchazo, tras pinchazo, tras pinchazo / Te invito vista al mar (“Cucharita de Manual”). Y admite: Verte da, vicio da / Verte da... ¡Verte! (“Vas divina”). Y ruega: Mi vena y mi grito / Que me inyectes la verdad / De esas tuyas tan rotundas, tan absurdas / Que me inyectes la verdad / Sin cariño, sin consuelo, y sin “te quiero” (“Que me inyectes”). Y asume: Sobredosis / me sientes ahí, ahí, ahí... (“Verse al revés”).

Con el viraje de género, llegaron las alegorías drogonas. ¿Hechas a conciencia?

(Se ríe) –¿Podés creer que no me di cuenta? Recién me percaté de cuánta metáfora alrededor de ese imaginario había cuando, hablando con Elian Gallese, el baterista del disco, me preguntó muy, muy serio: “Cam, ¿vos te jeringueás? ¿Te inyectás droga?” ¡No, ni loca! Además: pánico a las agujas. Fueron las mejores palabras que encontré para referirme al amor.

Adicta al amor, entonces...

–Eso sí, totalmente. Para mí, el amor es una adicción, sin lugar a duda. Y componer me sale por ese lado, sea por el mero relato de la emoción o por las historias que giran a su alrededor. A veces, hay una historia, como en el tema “Villa Urquiza”, que –si quisiera– podría volverlo un videoclip con más dígalo con mímica; a veces, sin historia, como en “Las distintas”. Pero siempre con amor. Ojo, últimamente me replanteo salir de ese lugar, abandonar el tópico; pero me cuesta horrores. Además, pienso: “¿De qué se habla si no se habla de amor?” Porque, aunque entiendo que la cantidad de temas posibles es vastísima, creo que siempre interviene el sentimiento.

Cam Beszkin se presenta hoy a la medianoche en Pura Vida, Diagonal 78 entre 61 y 8. La Plata. Entrada: $ 30. Comparte fecha: Monstruo!

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