Viernes, 8 de noviembre de 2013 | Hoy
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Hola, soy Germán es un programa que puede verse por YouTube y causa furor entre preadolescentes. Germán habla de todo un poco, pero sorprende con sus reflexiones sobre las diferencias de género.
Por Rosario Bléfari
Hace rato que mirar televisión se ha extendido en tiempo y soportes. Cuando llegó YouTube y se desató una estampida de subidas de casi todo: gracias de mascotas y bebés, recitales con mal sonido, erotismos caseros, escenas de la vida escolar, toda la televisión en escenas; también se empezaron a producir programas exclusivamente hechos para ser vistos online. La serie I Carly, de Nickelodeon, bien explicó a los niños nacidos en el nuevo siglo cómo se podía hacer un programa y subirlo a la red. Así nos fuimos independizando un poco de los horarios de programación y administrando la visualización a nuestro antojo, con las ventajas y dispersiones que eso significa. Pero en este cambio de costumbres algo parecido a cualquier éxito de televisión se mantuvo: cuando una cosa despierta el interés, se propaga, se arma una audiencia y, si hay periodicidad y las entregas se suceden con puntualidad, comienza a funcionar un canal independiente que solamente es sostenido por el interés de su audiencia, incluso dispuesta a difundir lo que le gusta. El proveedor de esa plataforma, YouTube, no se mantiene ajeno a esa posibilidad; al contrario la estimuló y ahora la aprovecha, contratando incluso a los que causan impacto.
Chicas y chicos de 10 y 14 años siguen con devoción desde hace más de un año el programa de un veinteañero chileno que vivió en muchos lados. Hola, soy Germán es el nombre del programa y el látigo verbal que sacude junto con un par más de frases y una edición rápida que estructura sus monólogos. Podemos ubicar a Germán en la línea de un editor de “observaciones”, la actividad principal del monologador cómico, para diferenciarlo de otro género online en boga entre preadolescentes y adolescentes que es el del gamer, al que pertenece, por ejemplo, El rubius, el youtuber número uno de España, otro veinteañero, Rubén Doblas Gundersen, hijo de una noruega y un español. Los gamers hacen un show (gameplay) que consiste en emitir comentarios extrovertidos y ocurrentes mientras practican juegos en computadoras o en otras consolas. Pero volviendo a Germán, comediante sin juegos de por medio, nos encontramos con el responsable de una marcación de lo absurdo de ciertos comportamientos de los adultos jóvenes y aunque se reconoce como tal y son muchos de sus propios actos o los de sus congéneres los que describe y clasifica, no parece estar del todo a gusto, o no siempre, con ese orden. Esa visión de un mundo, al que muchos de sus seguidores más chicos que él están ingresando, carece en absoluto de cinismo o de ironía, es desde el asombro y la caricatura que señala en forma directa, resultando una visión cuestionadora del observador en la que no se advierte una primera intención aleccionadora. De ser así, posiblemente sus espectadores desconfiarían. Germán interpreta varios personajes cuando aborda los distintos temas y muchas veces interpreta a mujeres. Lo que hace es ponerse un pañuelo suelto en la cabeza que simula una cabellera, y con ese único signo arma una mujer que no es más que él mismo circunstancialmente en ese rol, haciendo una devolución de la imagen femenina provocativa –no una mujer en particular sino que la mujer puede verse caricaturizada sin violencia y reconocer la construcción en la que es circunscripta–. En cada una de las entregas Germán muestra, tomando distintos temas, que no tiene una postura convencional, hay cierta particularidad solitaria que recorta sus observaciones y establece a partir de eso la complicidad con su joven público. En “Desventajas de ser una mujer”, con su pañuelo-pelo expone en primera persona los sufrimientos que debe atravesar en pos de una belleza exigida a las mujeres, la reprobación ante una vida sexual copiosa y variada, la obligación de ser “femenina”, el tsunami hormonal mensual con dolor y cambios de humor, el riesgo de ser violada y la paranoia que conlleva, y cuando invita al final a que se comenten otras desventajas que reconoce son muchas más, el primer comentario posteado apunta a la diferencia de sueldos. También hace un “Desventajas de ser hombre”, y queda claro el ángulo. Antes de enumerar lo que se espera de “ser un hombre” y que lo subleva (“tenemos que ser fuertes, proteger, ganar, ser rudos, no podemos ser coquetos, nos manipulan con el sexo”) declara: “Soy hombre, lo he sido toda la vida y ya me acostumbré, pero eso no quiere decir que siempre me guste serlo”. Diferenciándose de otros materiales direccionados para esa franja tan delicada de jovencísimos hombres y mujeres asomando desde la niñez al mundo adulto, Hola, soy Germán recuerda y advierte de una manera directa y humorística –lo ven varones y chicas– que las diferencias existen, biológicas y culturales, sembrando distancias, pero lo que supuestamente nos define, las construcciones que limitan, excluyen, enfrentan y separan no son elegidas libremente por quienes debemos habitarlas. Es posible que hablar de ellas y reírse sea un camino que colabore con el desarme y la libertad.
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