FELIZ CUMPLEAÑOS Kate Moss acaba de cumplir 40 y medio mundo salió a celebrarlo. Ya sea para repasar su acelerada carrera como para rendir tributo a una modelo que además es una marca en sí misma. Cosecha fans cual estrella de rock y sigue cultivando esa enigmática belleza por la que factura de a millones. Retrato de una diva para la que el límite es el cielo.
› Por Marta Núñez
¿Cómo se explica el fenómeno de Kate Moss, impulsora del “heroin chic”, modelo de Rimmel, de Calvin Klein, de Dior? El 16 de enero cumplió 40 años y todos, hasta los diarios más prestigiosos del mundo, dijeron algo sobre ella y la fecha redonda. Su belleza poco convencional logró traspasar las décadas y con ellas, un raro equilibrio entre el exhibicionismo de su vida personal y un mutismo público reacio a declaraciones públicas y entrevistas.
La llaman Mossy desde el principio, en los noventa, cuando surgió la necesidad de una nueva estética en la moda. Su frescura casi infantil se combinaba con esa mirada hipnótica y las curvas de una cara siempre diferente y al mismo tiempo, siempre igual a sí misma. Porque Kate no se parece a nadie, ni siquiera su voz, ésa que quienes conocen describen chillona e insoportable.
A finales de los ’80 fue “descubierta” mientras hacía cola con su familia en el mostrador de un aeropuerto. En su primera foto, a los 14, tenía un look de “chica de la casa de al lado” (calcando la expresión inglesa girl next door), con una cara bonita, pero que era posible cruzársela en la calle: lavada y simple.
Con el cuerpo púber que todavía luce, suscitó indignadas polémicas cuando esa imagen de frescura comenzó a oscurecerse, como en las famosas fotos de Vogue en las que posó solo con panties. Indignadísima, desde su posición de sabelotodo de la moda y el estilo, Marcelle d’Argy Smith (editora de Cosmopolitan) declaró en aquel momento que las fotos eran “horribles y trágicas, sólo podrían atraer a un mercado de pedófilos”.
La chica común, hija de un agente de viajes y de una camarera, oriunda de Croydon, un barrio fuera de Londres que se caracteriza por su chatura y falta de carácter, esa chica común que sí, es linda, pero no tiene facciones perfectas, y que habla en el inglés de la clase trabajadora (cockney) empezó a mostrar una personalidad inusual, a la que “le pasa” ser famosa. Mossy simplemente es ella. Y el Reino Unido la eligió icono de belleza, en las buenas y en las malas, a pesar de los escándalos, de sus borracheras, de sus elecciones afectivas desastrosas, de las drogas. Y aunque su estilo de descuidada elegancia en su vida cotidiana la convirtió en un modelo para las adolescentes jamás abdicó ante la obligada corrección política. Y eso es lo que fascina a esta sociedad, que tal vez secretamente querría hacer lo mismo, pero no se atreve.
Desde ya, Kate Moss vende. Vende ropa de haute couture al mismo tiempo que vende ropa de tiendas baratas y accesibles a un bolsillo juvenil. Llegó a tener su propia colección basada en su gusto personal en la poderosa cadena de tiendas Top Shop. En la Gran Bretaña de hoy, eclipsó la fama y la popularidad de Twiggy en su tiempo. Cuando en 2005 se publicaron unas fotografías en las que parecía que estaba esnifando cocaína, varios clientes le cancelaron contratos, entre ellos la famosa marca inglesa Burberry. Sin embargo, al año siguiente su popularidad inesperadamente aumentó y logró compensar con creces sus pérdidas y hasta obtener contratos con nuevas firmas.
Sus facciones angulosas y sensuales, su cuerpo de un sex appeal, que tiene que ver con la belleza de sus formas a pesar de la fragilidad de su delgadez, fascinan también a los artistas. Ha sido inmortalizada en una estatua de oro realizada por Marc Quinn. Lucien Freud la pintó desnuda cuando estaba embarazada, a pesar del don que tenía este genial retratista de convertir a todos sus modelos en una especie de carne en decadencia sobre sofás desvencijados: la belleza de Kate, aunque transformada, permanece intacta en su cuadro.
¿Alguna vez le habrá tentado a Kate, sabiendo de su popularidad, dedicarse a dar un buen ejemplo a las chicas, representar alguna organización caritativa, trabajar por alguna causa? Jamás. En una atmósfera donde se alarma a la juventud sobre la droga y el alcohol y se promueve la vida sana y sin excesos, Kate no hace ejercicios, sale frecuentemente en fotos fumando y muchas veces borracha. En medio de una campaña contra la anorexia, dice que “nada te hace sentir tan bien como estar flaquita”. Las fotos crueles que revelan celulitis en sus piernas o la muestran desgreñada y tambaleando a la salida de una fiesta parecen tener el efecto contrario de confirmar que ella no está más allá que las otras, pero la diferencia es que no le interesa ocultarse o enmendarse. Además, parece ser muy querida en su medio y muy fiel a sus amigos y amigas a los que apoya sin reservas si abren un salón de belleza, lanzan una línea de ropa, inauguran un restaurante. Como mucha gente, ejerce su generosidad entre sus amigos, y evita los grandes gestos de las donaciones públicas.
Se ha comparado muchas veces a Victoria Beckham con Kate Moss. El evidente y nervioso esfuerzo que la primera hace para estar perfecta, estructurada, esquelética, impecable... y la envidiable elegancia, desparpajo y belleza natural de Kate, que parece tener tal confianza en sí misma que puede darse el lujo de ser ella misma todo el tiempo.
Sus rebeldías y transgresiones son las de una eterna adolescente. Hace dos años, en un día declarado libre de tabaco, desfiló fumando en la pasarela de Marc Jacobs en un desafiante gesto de glamorización del cigarrillo. Se la discute pero sin ensañamiento. En comparación con otras modelos actuales, su belleza y su intensidad interesan mucho más, tal vez porque no se proyecta con la arrogancia que Naomi Campbell lo hacía y vive su vida indiferente de lo que se publica sobre ella.
En la víspera de convertirse en cuarentona, posó desnuda para Playboy y, ¡oh provocación al feminismo!, lo hizo gateando y vestida de conejita con el trasero bien levantado. Más discusiones, polémicas, y luego bueno, es su cumpleaños, que haga lo que quiera, obviamente no lo hace por dinero.
Habiendo estado más de la mitad de su vida en el ojo público se puede seguir su carrera a través de sus campañas publicitarias en innumerables fotos, pero también a través del fuerte impacto que algunos hombres tuvieron en su vida. Tal vez nunca se la vio tan feliz y radiante como cuando estaba con Johnny Depp. Cuando él la dejó se la vio llorosa, y como tantas mujeres en duelo por el fin de una relación, se cortó agresivamente su melena rubia. La identificación de muchas jóvenes con ella fue instantánea. En las fotos que salieron durante ese duelo, salía a bailar, bebía, se enganchaba con tipos intrascendentes, de la misma manera que muchas mujeres manejan el sufrimiento. Hay quienes piensan que luego de Johnny ya nunca fue la misma.
Apareció luego el efímero Jefferson Hack, con el que tuvo en 2002 a su hija Lila Grace. Kate mostró radiante su embarazo. Y entre 2005 y 2007, la época oscura con el músico Pete Doherty, muchos pensaron que terminaría como Amy Winehouse. Kate siempre tuvo una debilidad por los roqueros tóxicos, y Pete no pudo haber sido peor. Se publicaron terribles historias de sus peleas, del peligro que representaba este alcohólico y drogadicto para su profesión de modelo. Kate se dejó devorar por el mundo autodestructivo de este rock star, y aunque anunciaron que se casarían, la relación terminó repentinamente y Kate pasó un tiempo en una clínica de rehabilitación.
Con su actual marido, Jamie Hince, hubo un incidente que nunca se terminó de explicar en el cual los dos aparecieron en fotos con cortes y moretones. Comenzaron los rumores de una nueva relación autodestructiva. Sin embargo, siguió una época de serenidad, su boda se publicó en Vogue y parecen seguir viviendo la vida hedonística que la caracteriza en sus dos mansiones.
La juventud y buena parte de la sociedad siguieron con fascinación y seguramente con un elemento de identificación y consuelo todos esos episodios.
El público británico parece creer que Kate ha bebido de la fuente de la eterna juventud, y asombra la cobertura que recibió su cumpleaños como si en la mitología urbana ella debiera seguir en la adolescencia. No hay duda de que todavía está posicionada en un mercado particularmente competitivo, pero los 40 marcan un hito peligroso en algunas profesiones, la de Kate más que ninguna. Será interesante observar si el sentido común de “la chica de al lado” puede manejar la transición, pero acostumbrados a sus maniobras, ella siempre cae bien parada y tiene cintura para eludir el deber ser con tanta elegancia como su caminata en los desfiles.
Para muchos, su hedonismo y su egocentrismo se ven como una falta de consideración hacia una juventud a la que le debe su fama, pero por la cual no ha hecho ningún acto público relacionado con una “causa”. Para otros, Kate es simplemente la quinta esencia de la modelo: es circunstancial que la sociedad la quiera ver como algo más. Ni una ni otra opinión parecen importarle gran cosa.
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