Quien sigue la trayectoria en teatro y cine de Santiago Loza (Córdoba, 1971) seguramente haya esperado con ansias su debut televisivo. Acostumbrados a que sus creaciones se centren en las emociones humanas, relaciones complejas, mayoría de protagonistas mujeres y donde los cuestionamientos y devociones religiosas han estado presentes (La mujer puerca, una de ellas). Tal vez por eso no sorprenda que él haya querido profundizar la temática. Doce casas. Historias de mujeres devotas, emitida por Canal 7 y en coproducción con Vasko Films, se centra en 12 historias de mujeres (católicas) pertenecientes a la clase media de los ’80, de un pueblo del interior donde “la dictadura corre por detrás, como un río”, la TV a color asoma y reciben en sus hogares una imagen de la Virgen María. Cada historia es contada en cuatro capítulos, semanalmente. Una casa a la que nos invitan a pasar, aunque no sea un sillón cómodo el que nos espere del otro lado de la puerta.

La primera historia fue la de Lidia (Marilú Marini) y Ester (Claudia Lapacó), dos hermanas dueñas de una mercería, ultra católicas, casi siamesas (un eco de la obra Nelidora sobrevuela en el aire). Sus vidas transcurren entre botones y elásticos para ropa interior, los clientes escasean y más en verano. La visita de su sobrino Damián, “el Colorado”, (Claudio Tolcachir), les parece un designio de Satán. Hijo de su hermana Estela –fallecida, no creyente– y con una juventud que les incomoda, será quien, luego de sospechas invasivas, logre que se reencuentren con el pasado que encerraron en una de las habitaciones. La intimidad es acentuada con los primeros planos. Su biografía nos es ofrecida incompleta y sólo en el último capítulo la atmósfera recupera el aire y se abre la habitación para develarnos el misterio: la hermana fallecida era conservada allí como niña y buena. Su traición: haber conquistado al novio de Lidia y concebir un hijo junto a él (Damián). Algunas frases quedan atrás (“No fuimos hechas para tener un hombre”, “Nunca me pregunté qué quise o no quise”, “Era mala pero devota”) y vuelven las ganas de apostar al amor, vedado por años. Estas dos mujeres, con actuaciones destacables, al fin vivas.

Loza nos demuestra que se puede apostar a la sencillez con un universo rico para explotar en televisión y lejos de las trilladas historias de mujeres que recaen en la superficialidad o el estereotipo. Acá la apuesta es riesgosa, como aclara Santiago: “Junto a Ariel Gurevich trabajamos sobre ideas previas, apareció un universo femenino del interior con matiz literario y profundizamos en la dirección junto a Eduardo Crespo. Rescatamos relatos bíblicos, de los 12 discípulos, pero con mujeres más profanas e historias cargadas de melodrama y humor, la devoción y la búsqueda hacia lo amoroso en todas sus manifestaciones, partiendo de la premisa ‘Dios es amor’ (como pulsión), pero más allá de lo religioso, colocando como protagonistas a quienes en el cotidiano serían secundarios”.

Doce casas, además, interroga el presente a través de sus temáticas: en los próximos capítulos se abordarán la sobreprotección castradora, la maternidad, la viudez, la amistad, la homosexualidad en el catolicismo y un tejido de relatos que va más allá de lo aparente, con más de 40 actrices y actores, consagrados en la pantalla chica unos, en el teatro independiente o comercial, otros. La actriz Julieta Zilberberg adelanta sobre la sexta historia: “Hay un despertar mezclado con religión y deber. Es el enamoramiento entre dos catequistas con eje en el cuestionamiento. Ambas tenemos diferencia de edad, admiración, y el personaje de Susú (Pecoraro) es maternal. Historia tan íntima que se torna necesario imaginar el afuera para crear el adentro”.

Doce casas. Historias de mujeres devotas se emite de lunes a jueves a las 22.30 por la TV Pública.