EL MEGáFONO
› Por Liz Salander *
Para Lola el lunes fue un día diferente: está cansada, le duele el cuerpo, le duelen los dedos de los pies, le duelen las uñas de los dedos de los pies, le duelen las rodillas, las pantorrillas, los codos, las manos, los hombros, los dedos de las manos, las uñas de los dedos de las manos, las orejas, los pelos, los ojos, la nariz, los cachetes, el culo, la concha, el clítoris, las tetas, los omóplatos, la panza, el intestino, las pestañas, los ojos, la nariz, la boca, los dientes, las muelas, el alma, las axilas, los pelos de las axilas, los pelos de la concha, los pelos de las piernas... hasta el maldito protoplasma le duele. Le duele todo, pero Lola y sus compañeras volvieron a abortar. Eran seis las abortadoras.
Catalina tiene 34 años, es la que puso el cuerpo para abortar, la que confió en estas cinco mujeres que no conocía, la que se bancó los dolores, la que prestó atención al teatro que otra le fue diciendo que tenía que hacer cuando fueran al hospital. Estaba de 17 semanas. Es portadora sana del virus HIV. Cuenta que un tío la violó cuando tenía 14 años, que se enteró de que tenía el virus cuando se quedó embarazada de su primer hijo, que ahora tiene 17 años. Mientras Catalina abortaba con misoprostol, una controlaba los horarios de la toma de las pastillas, la dueña de la casa limpiaba y preguntaba si necesitaban algo, otras fueron a comprar para hacer de comer. Habían comenzado a las 2.30 de la madrugada. Cada tres horas había que hacer una toma de misoprostol. Así fue hasta las 13, cuando comenzó el proceso final. Lola se fue al auto a preparar todo para cuando tuvieran que salir, puso una bolsa de nylon, luego trapos, una frazada vieja y otro trapo más. Se fueron al hospital. Mientras iban, Catalina les decía que tenía $ 200 en su bolsito para pagarles y Julieta le decía: “No te preocupes por eso, cuando todo haya terminado nos traés un budín de regalo”. No tardaron mucho en llegar, la recibieron en la guardia, largó todo justo ahí, cuando entró al consultorio y dijo que quería hacer pis. Se quedó internada hasta el día siguiente. Catalina le contó a Lola que una ginecóloga fue a revisarla y le dijo: “Decime si tomaste algo, a mí no me interesa, no te va a pasar nada, no te van a denunciar”.
Lola no sabe si está bien o si está mal haberse involucrado tanto en este aborto, cree que no había otra posibilidad, piensa que algunas tenían que poner el cuerpo y así fue, pero también se cansa, las fuerzas que tiene son producto de la red de amigas y compañeras que están haciendo lo mismo que ella, que si bien eran seis las que abortaban en esa casa, había otrxs que sabían que ellas estaban allí, había otrxs acompañando procesos de aborto diferentes al de Catalina, pero no menos difíciles.
* Integrante de Socorristas en Red y de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
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