Vie 28.11.2003
las12

MúSICA

Panteras negras

La historia de sus vidas podría ser un catálogo de desgracias si no hubieran encontrado en la música la soga que las rescató del barro. Transformadas en mariposas –o en provocativas panteras–, estas dos mujeres imprimieron su marca personal al hip hop y al soul y lo pusieron patas para arriba.

Por Mariana Enríquez


Mary J., La Reina

Sus fans la llaman sólo por su nombre, Mary, con esa familiaridad que provoca la identificación. Ella canta sobre su vida y sus dramas, como si fuera una mujer negra de barrio, común y corriente. Pero es la reina del hip hop soul desde hace diez años, la pionera en unir las melodías suaves del soul con los ritmos urgentes del hip hop, una diva enorme y adorada, la combinación perfecta del ghetto y el glamour.
También es una pionera. Mary J. Blige inventó el estilo que ahora es lugar común entre las mujeres del hip hop y el rythm & blues: una mezcla de ropa callejera, rea, sensual y barata con prendas de Gucci y Fendi. También inició la tendencia de las colaboraciones entre rappers y cantantes de soul y rythm & blues, a partir de sus dúos con los duros Method Man y Ghostface Killah de Wu Tang-Clan. Su actitud de confrontación con los varones despuntó otra tendencia más: la de la batalla de los sexos que influenció a rappers mujeres como Lil’ Kim y princesas del pop como Christina Aguilera. La importancia de Mary J. como icono cultural es enorme, pero ella prefiere la modestia: “No soy perfecta, por eso las mujeres se identifican conmigo. Saben que lo que les pasa, me pasó a mí también. Lloramos, nos enojamos, nos divertimos. Mis canciones están hechas de transpiración, sangre y errores, como la vida”. La reina del hip hop soul nació en los monoblocks de Schlobom (Yonkers), un barrio pobre de los suburbios de Nueva York. Pasó su infancia y adolescencia junto a su madre y su hermana, abandonadas por su padre golpeador. “Mi padre no era el único violento del barrio. No tenían piedad: te golpeaban como si fueras un hombre. Crecí viendo cómo les reventaban las cabezas a las mujeres contra la pared.” A los cinco años, Mary fue violada por un vecino; a los quince dejó la escuela, empezó a vivir en la calle, a vagabundear, a tomar drogas. Y a hacer música.
Obtuvo su primer contrato a los dieciocho años, cuando su demo –que grabó sólo para divertirse– llegó a manos de los ejecutivos de A & R. Enseguida la pusieron a trabajar con el todavía ignoto Sean “Puffy Combs”, y se convirtieron en una dupla imbatible: “Puffy sabe cómo hacer que la gente baile. Yo sé cómo hacerla llorar”. Sus dos primeros discos What’s the 411 y My Life certificaron triple platino, pero las canciones, autobiográficas y dramáticas, la dejaron agotada; Mary desapareció de la escena. “Eran gritos de dolor, y fue muy duro. Perdí la voz, perdí dinero y mi dignidad, no sólo porque estaba en relaciones abusivas con hombres que me maltrataban, sino porque usaba demasiado alcohol y cocaína. Era una suicida: pasaba despierta días, esperando que me pasara algo malo.” Mary logró renacer con No more drama, un título que explica por sí solo el contenido. Allí comenzó su renacimiento, que ella llama “salir de la mentalidad de víctima” y comenzó la reconstrucción de su imagen de mujer dura y glamorosa, que ya no se queja y exige respeto.
Ahora Mary J. Blige tiene 32 años, y acaba de lanzar un disco fabuloso producido por Sean “P. Diddy” Combs, Love & Life (que tiene edición argentina). La acompañan en dúos la crema del hip hop actual: Jay-Z, 50Cent, Method Man, Eve. La mejor canción es “Not Today”, producida por otro invitado, Dr. Dre (el productor de Eminem); Mary está enojada con un hombre que promete y no cumple: “Negro egoísta/ Por lo general evito a tipos como vos, pero fui débil/ Parte de tu plan fue meterte en mi cabeza/ Quiero creerte, pero hoy no/ Sé que vas a volver a pedir perdón/ Promesas y promesas, sobre nuestra casa, nuestros hijos, cómo vamos a cambiar nuestras vidas/ Si tu palabra es lo único que tenés/ Entonces no valés nada”. El beat es furioso, ferroviario, y la acompaña en voces la agridulce Eve. “Willing & Waiting” es un hermoso homenaje al viejo soul y “Free” es una declaración: “Quiero aprender a amarme y ser libre/ dejar de ser mi peor enemiga”. En Love & Life, la música de Mary J. es accesible y dura, bailable y triste. Puede convertirse en la sucesora de Aretha Franklin y Tina Turner, otras mujeres que cantaron sobre el amor y la vida buscando la belleza en la desdicha.


Missy, La Patrona


En 1996, cuando Missy Elliot comenzó a golpear puertas de los sellos discográficos, le dijeron que estaba demasiado gorda para ser parte del universo del hip hop y sus estilizadas diosas morenas. Pero le permitieron escribir canciones para Aaliyah, la diva del teen pop que falleció hace dos años en un accidente aéreo. El resultado: los temas de Missy interpretados por Aaliyah llegaron al número uno. En seguida, el sello Elektra le ofreció a Missy un contrato y un puesto como directora de su propia productora, Goldmind Inc. Desde entonces, junto a su compañero Timbaland, tiene el toque de Midas: escribió hits para Whitney Houston, Destiny’s Child, Janet Jackson, Mariah Carey y la lista sigue. Su hit más conocido es la nueva versión de “Lady Marmalade” de la banda de sonido de Moulin Rouge, que produjo para las divas Pink, Mya, Lil’ Kim y Christina Aguilera. Su álbum debut, Supa Dupa Fly (1997) puso al hip hop patas arriba: de pronto, la chica gorda les enseñaba a todos como reinventar el estilo, con una producción futurista que tomaba elementos de la electrónica y ritmos retorcidos; Missy Elliot dejó a todos en la retaguardia, y casi los humilló con Miss E... So Addictive (2001) quizá el disco más complejo del hip hop actual. Hoy, es la mujer más rica del rap, una ejecutiva superexitosa, y una artista excepcional.
Missy nació como Mellisa Elliot en Portsmouth, Virginia. Su familia vivió en casas rodantes y casillas mugrientas; su padre, un marine, golpeaba a su mujer y a su hija. “Nunca me quedaba a dormir en casa de amigos, porque tenía miedo de encontrar muerta a mi mamá cuando volviera.” Cuando Missy tenía catorce años, su madre Patricia decidió abandonar a su marido: “Lo dejamos con un tenedor, una cuchara y una frazada. Nos fuimos en un camión, que manejaban mis tíos. Por suerte, él nunca intentó buscarnos. Cuando mi mamá tomó la decisión de irse supo que era fuerte. Y eso me hizo fuerte a mí también”. En su adolescencia, Missy formó una banda con amigas y su vecino, Timbaland. El grupo no sobrevivió, y Missy se la pasaba escribiendo cartas para Michael y Janet Jackson, con la esperanza de recibir respuesta y ser descubierta. Pero no tuvo la ayuda de los grandes, y tuvo que moverse sola en su camino hacia la cumbre.
Ahora acaba de lanzar el recién editado This is not a test!, su quinto disco en seis años. Como siempre, se adelanta a todo: recupera el hip hop de los ochenta (el guerrero de Public Enemy, el popero de Salt & Pepa) e incorpora el “dancehall reggaee” una tendencia de música bailable jamaiquina que dentro de poco dominará todo (“Keep it movin’”, junto a Elephant Man) y le pasa facturas al machista mundo del hip hop, obsesionado por la violencia, las mujeres bellas y el lujo en “Wake up”, junto a Jay-Z: “Si no tenés un arma está bien/ si hacés dinero legal, está bien/ si tenés que dejarte la ropa puesta, está bien/ Es mejor que el hip hop se despierte”. También hay lugar para la sensualidad estilo Missy. En “Toyz”, una canción casi disco, provoca: “No te necesito más, tengo una caja llena de juguetes/ No hacés bien el trabajo cuando necesito amor/ así que hecho mano a mis juguetes/ Todas las chicas deberían tenerlos”. Eldisco abre y cierra con Missy cantando a dúo con su mejor amiga, Mary J. Blige. Es un gesto de reconocimiento: las dos son mujeres que destruyeron la imagen de belleza negra convencional, están lejos de ser gatitas sensuales y marcan tendencias. Missy adelgazó veinte kilos desde que comenzó su carrera pero, asegura, no para conformar a la industria, sino porque sufre de hipertensión. “Todavía no me puedo poner esa ropa chiquita. Puedo ser yo, y a la gente le encanta.” A los treinta años, Missy Elliot consiguió un lugar que rara vez ocupan las mujeres en la industria musical –y mucho menos una mujer negra–: el de tomar decisiones. Es poderosa, talentosa, multimillonaria y respetada. Gasta millones de dólares en joyas, tiene cuatro casas y ocho autos, su propia línea de ropa y cosméticos, hizo un comercial para Sprite y otro para Gap junto a Madonna, y acaba de firmar contrato con la agencia William Morris para comenzar a actuar y producir películas. Además está reinventando la música pop, combinando humor y política en sus canciones. Irónico e inteligente, su trabajo es multicultural y cuestiona los clisés raciales y sexuales. Ella se lo toma con calma: “No puedo quejarme. No es correcto que lo haga, porque hay gente que mataría por estar en mi lugar. Estoy cansada, porque desde que comencé no tuve un día de vacaciones. Pero estoy feliz”.

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