Vie 28.11.2003
las12

OPINIóN

Romper el círculo de la violencia y el VIH/SIDA

Por Noeleen Heyzer *

Una de cada tres. Esa cifra desoladora resume la crisis que enfrentan las mujeres en todo el mundo. Una de cada tres mujeres jóvenes, en las aulas de todo el mundo, sufrirá violencia sólo basada en el hecho de su sexo femenino. Por todo el mundo, este patrón se repetirá: globalmente, según encuestas, una de cada tres mujeres será violada, golpeada, forzada a tener sexo o de lo contrario abusada en el transcurso de su vida. La violencia contra la mujer ha alcanzado proporciones de pandemia. El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la gente de todo el mundo habrá levantando sus voces para condenar esta generalizada violación de los derechos humanos.
Y una de cada dos. El 51 por ciento de toda la gente que vive actualmente con VIH/SIDA, unos 20 millones de afectados, son mujeres. En el Día Mundial del SIDA (1º de diciembre), debería recordarse que una década atrás, las mujeres estaban en la periferia de esta pandemia, y ahora están en el epicentro de la misma. La yuxtaposición de estos alarmantes porcentajes puede parecer arbitraria. Desafortunadamente, ambos están estrechamente entrelazados en un círculo vicioso.
La violencia contra la mujer es tanto una causa como una consecuencia del aumento en las tasas de infección del VIH: una causa, porque la violación y el asalto sexual plantean un factor de alto riesgo para la transmisión del VIH, y una consecuencia, porque los estudios han demostrado que las mujeres VIH positivas tienen más probabilidad de sufrir ataques. En Tanzania, un informe halló que las mujeres VIH positivas tenían dos veces y media más probabilidades de haber sufrido violencia sexual por parte de sus parejas, que las mujeres VIH negativas.
A menudo, el perpetrador de la violencia es un compañero íntimo. Profundamente arraigada en relaciones de poder desiguales, la violencia sexual ocurre porque las mujeres no pueden negociar sexo seguro o rechazar intercambios no deseados.
La violencia también está ligada a la brutalidad de la guerra, donde los cuerpos de las mujeres se han convertido en parte del campo de batalla. La sistemática violación de decenas y aun de centenas de miles de mujeres por las facciones beligerantes ha incrementado dramáticamente las tasas de infección de VIH en las zonas de conflicto, llevando a la destrucción de las vidas de las mujeres y sus familias.
La violencia contra la mujer es también una consecuencia del VIH/SIDA: cuando una mujer revela que es seropositiva puede ser atacada o excluida de la sociedad a causa del estigma que ha acarreado sobre su familia. Frecuentemente, las mujeres embarazadas son sometidas a tests de VIH en las clínicas prenatales y por lo tanto tienen más probabilidad de ser diagnosticadas que sus compañeros masculinos. Como resultado, son acusadas de ser la fuente de la transmisión del VIH. Recordemos a Gugu Dlamini, quien fue lapidada hasta morir por jóvenes hombres en su comunidad de Sudáfrica cuando dio a conocer públicamente que estaba infectada con el VIH.

¿Cómo puede la comunidad internacional romper el círculo vicioso de violencia y VIH/SIDA?
Primero, los países deben aprobar y hacer cumplir leyes para disuadir los actos de violencia contra la mujer y reducir la propagación del VIH.Unifem está llevando a cabo revisiones de la legislación relativa tanto a la contención de la propagación del VIH/SIDA como a la violencia doméstica, en un número de países. Si bien muchos países poseen fuertes leyes al respecto, no están siendo implementadas de manera efectiva, lo cual reduce su impacto benéfico.
Segundo, debemos alentar a las mujeres VIH positivas a que se atrevan a hablar. Ellas deben poder compartir sus experiencias y preocupaciones. Unifem está promoviendo el diálogo entre los hacedores de políticas y las redes integradas por grupos de mujeres seropositivas, de manera tal que sus percepciones y recomendaciones puedan dar forma a las respuestas de los gobiernos a la violencia y el VIH/SIDA.
Tercero, los hombres deben ser involucrados. Ninguna política o ley que aspire a mejorar la seguridad y la condición de la mujer tiene posibilidad de tener éxito sin la activa participación tanto de hombres como de mujeres. Las recientes campañas antiviolencia que involucran a los hombres en diferentes países han demostrado ser formas innovadoras de tratar la temática de la cultura del macho que perpetúa la violencia y coloca tanto el hombre como a la mujer en riesgo.
Finalmente, es crítico asignar los recursos acertadamente. La provisión de fondos para la prevención y el tratamiento del SIDA está en alza. No obstante, los recursos no deberían ser utilizados solamente para proveer drogas retrovirales o campañas de abstinencia. Deben ser también canalizados para vencer la violencia contra la mujer. Un primer ejemplo de tal mecanismo es el fondo fiduciario en apoyo de las actividades para eliminar la violencia contra la mujer que fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas y es administrado por Unifem.
Solamente cuando reconozcamos la interrelación entre la violencia contra la mujer y el VIH/SIDA podremos hacer frente tanto a la pandemia como revertir su progresión. Si no actuamos ahora, los números continuarán atormentándonos con fatales consecuencias para el futuro.£

* Directora ejecutiva, Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem).

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