Viernes, 30 de mayo de 2014 | Hoy
IN CóRPORE
La diversidad corporal está pisando fuerte en el terreno de la militancia queer bajo ese gran paraguas que abrió el feminismo en los sesenta y que no para de sumar aliadxs. Si los argumentos discriminatorios están socialmente mal vistos en cuestiones de raza, color o género, el señalar un cuerpo grueso y hacerlo materia opinable está habilitado, y es esa marca la que se busca desactivar. Contra la domesticación de cuerpos e identidades, contra la disciplina higienista, contra los supuestos del placer, la rebelión del desborde está en marcha multiplicando las voces y las imágenes que demandan no sólo derechos, sino goces; ninguna aceptación, sino visibilidad; ni siquiera orgullo, sí un tráfico amoroso sin miradas censoras en el que participemos todos y todas.
Mujeres gozando de sus cuerpos mezclados, de sus partes, de sus fluidos. Una cámara que detecta la suavidad de una mano de mujer entrando en los genitales de otra. Las dos gozan. Y quien mira no puede sino sonreír, envidiarlas, querer participar un poco de la partusa que armaron, así de la nada, espléndidamente, mientras caminaban de la mano por una calle cualquiera. Los cuerpos tienen marcas: del sol, de la vida, estrías del tiempo y pozos de aire como hay en las nubes. Cuerpos disidentes con pito y tetas, cuerpos que no quieren explicarse ni etiquetarse, sino gozar desde la punta de los dedos de los pies hasta los pelos de la cabeza, pasando por las axilas, el pubis, bigotes de baba y de pelos negros y duros. Así filma Courney Trouble, llamada la reina del porno queer, sucesora de Annie Sprinkle y representante del post porno, esa rotura total con los cánones del porno tradicional que manda planos cortos, conchas depiladas hasta la ridiculez, monótonas escenas de miembros brillantes entrando y saliendo de pieles lisas como pistas de patinaje. Las chicas de Courney, torta, icono queer y porno star en hermoso envase grande, tienen mucho más que cuerpos reales, tienen cuerpos intervenidos, gozados; en sus films se intercambian roles y tareas y todxs la pasan bien. En el marco del Festival Internacional de Cine LGBTIQ Asterisco, organizado por la Secretaría de Derechos Humanos, se podrá ver de ella Trans Grrrls: Revolution Porn Style Now!, una fiesta de placer de la factoría Trouble Films escrita y dirigida por esta diosa de las curvas y los rollos, que proclama mucho más que una resistencia al erotismo con amo bien dotado y esclava de panza chata, es un emblema de la libertad en tiempos de diversidad sexual. “Tengo la presión de cubrir varios tipos de sexualidades y de cuerpos y yo me presiono a mí misma por expandirme de mi propia comunidad. Sé que no puedo hacer todo y eso me inspira a gritar más alto mis creencias políticas: las palabras son mucho más baratas que las escenas de mis films. Me tomo mi feminismo seriamente, por más que muchxs piensan que esa definición es hoy aburrida o políticamente correcta. Tampoco me aburre pensar y trabajar en términos de decencia y humildad pero, más allá de todo, creo que es el “aquí estoy y así soy” el valor más alto de cualquier cuadro de mis películas”, dijo en una entrevista en el marco de los últimos Premios anuales de porno feminista, de la que es una asidua ganadora. Ese plantarse en la parada del propio cuerpo como lo que es, sin anhelar otro ni pedirle mucho más que buenos orgasmos, es una actitud muy lejana de la representación cotidiana. Como es sabido, la imagen publicitaria interpela cuerpos uniformados y el que sale de la norma es debidamente señalado, como la cantante Adele dando explicaciones por su talle extra large o Jonathan Antoine, aquel participante de Britain got talent que cantaba extraordinariamente bien para lucir tan horrible y obeso, como le hicieron sentir desde el minuto cero, por nombrar dos de millones de ejemplos. Bastó que abriera la boca para que empezaran a respetarlo, sin dejar de pedirle que bajara un poco de peso y como si eso constituyera finalmente el verdadero éxito de un nerd: adelgazar para ser querido. Ni qué hablar de los personajes gordxs que habitan la imaginería cinematográfica. Ser gordx es lo primero que se impone de un personaje llegado el caso, como le pasa al amigo “pata” de casi todas las ficciones para jóvenes y niñxs. El o la gorda son ridículxs, patéticos, graciosos y grasosos, se visten peor, no tienen temas propios, siempre prefieren los asuntos importantes de sus camaradas flacxs.
Cuestión de peso, la versión local de un programa ideado para condenar a personas gordas a someterse a un régimen estricto, que implicaba no sólo restricción de calorías, sino entrenamiento físico y enseñanzas de vida, ya no está en el aire. El experimento de someter a hombres y mujeres adultos a una infantilización sobreactuada pisó el colmo del sadismo cuando casi prenden fuego a algunos participantes a los que avivaban a correr en la cinta, so pena de incendiarse si bajaban la velocidad. Cuestión de peso ya no está en el aire y en el aire virtual circula y avanza la militancia gorda a paso firme y pesado. El suplemento Soy publicó hace tres semanas un catálogo de películas raras donde la norma no la dicta el delgado y una crónica en primera persona del periodista Diego Trerotola, convocado a participar de Cuestión de peso hace unos años con esa excusa tan trivial como habilitada: ser gordx es un problema porque ser gordx es estar enfermo.
Escritoras como Gloria Fortún, fan pages de Facebook como Stop Gordofobia u Orgullo gordo, proyectos colectivos como el de las antropólogas de Cuerpos empoderados, bloggers como Ragen Chastain en su Dances with fat (Bailando con la Gorda) o Laura Contrera con su Gorda! y Fatshion bloggers como Gabi Fresh o Nicolette Mason le ponen mucho más que el cuerpo al asunto, porque las neuronas vienen en un solo tamaño. Hace sólo una semana, la red social Instagram tuvo que disculparse con la cantante Meghan Tonjes por censurar una foto de su culo (¿gordo? ¿caído? ¿NORMAL?), hecho que disparó un nuevo debate en espacios variados por las imágenes aceptadas y deseadas y las dignas de dar de baja según los gigantes detrás de los grandes nombres: no hay que olvidar que Facebook ha anulado fotos que no son de su agrado, como la de un grupo de madres dando la teta a sus hijxs, mientras admite páginas de pedófilos declarados en sus filas de usuarios.
Laura Contrera es la creadora del fanzine Gorda! Una iniciativa que la ayudó a procesar la herida cuando, como ella cuenta, no le alcanzaron las herramientas post y trans feministas, queer, punks, anarquistas y postestructuralistas frente a un “gorda pelotuda” escrito en una discusión en Facebook. “Gorda es LA palabra. EL insulto. LA herida. Y nos deja sin palabras la mayoría de las veces. Yo sé que lo que dijo esa persona es redundante: acá, como en muchos otros lugares, ser gordx es ser muchas otras cosas negativas. Ser gorda es también ser fea, indeseable, poco saludable, floja, amorfa, boba, lenta, pelotuda. Muchas personas se solidarizaron pero yo me puse muy mal porque no me alcanzaron todas las herramientas para sentirme empoderada. Ahí descubrí que existe un activismo de la gordura hace 40 años en el mundo angloparlante, y fue maravilloso encontrarlo. Empecé a escribir y me di cuenta de que la respuesta que recibía es “me pasa lo mismo” “me siento identificada” “en ambientes feministas si lo planteo me dicen que es falta de empoderamiento”, y cosas así que me hicieron reflexionar mucho y darme cuenta de que me hacía bien a mí y que a la vez armaba redes enseguida. El activismo de la gordura es múltiple, como pasa con los feminismos, y yo misma fui cambiando de postura”, dice. Lo primero que hizo fue hacer el fanzine en 2012, pero ya había escrito cosas antes y pronto Gorda! empezó a circular solo, entre amigos y amigas, en ferias contraculturales, espacios queer, etc. La respuesta es gente contando historias muy personales, hombres y mujeres, “pero obviamente hay un sesgo de género porque el control de los cuerpos opera diferencialmente según el género”. En Gorda! (que tiene su versión en papel y su bastión digital en www.gordazine.tumblr.com) se repasa la curva (nunca mejor dicho) de los Fat Studies del ’60 a esta parte, pero además se difunden categorías poco explotadas en español, como la diferencia entre gordx y obesx. La escritora feminista Kate Harding ofrece una pista sobre la diferencia entre ambas: “La gordura es todavía una constante del lenguaje de la vergüenza –del bravucón en el recreo, del ex vengativo, del padre que desaprueba–. Obesx es una palabra que la comunidad médica y los medios han entrelazado exitosamente con el temor a la discapacidad y a la mortalidad, pero “gordx” está entrecruzado con algo aún peor: el miedo de que, mientras permanezcas en esta tierra, todavía no reclamadx por la espantosa enfermedad ligada a la obesidad que sin duda te espera, no serás amadx. Y todo es tu culpa, gorditx”. “Yo creo que el régimen permanente de los cuerpos y el peligro de la obesidad son armas de distracción masiva que nos vende día a día la industria de la dieta. La salud viene en todos los talles y tamaños. Basta de patologizar la gordura y disfrazar de salud pública el odio a las corporalidades disidentes de la norma”, retoma Contrera. “Como dice Jennifer Lee, el activismo de la gordura no “resuelve” necesariamente la compleja relación que lxs individuxs tienen con sus cuerpos. Pero sí nos puede dar un sentido de comunidad y proveernos una narrativa alternativa a una sociedad bombardeada con “la epidemia de la obesidad”. Contrera cuenta que la expansión y el éxito de los espacios virtuales abrieron la posibilidad de juntarse y armar un grupo, aunque como en toda aproximación inicial hay sensibilidades diversas, como la que cruzan a Contrera con el grupo Orgullo Gordo. “Para mí la idea de orgullo está bien, puede ser empoderante para muchos, pero es limitada como estrategia política. Yo tengo una impronta punk: no quiero que me acepten, no quiero agradar, quiero ser una gorda mala onda, quiero incomodar. Yo no quiero que la sociedad me acepte, quiero que la sociedad cambie, no quiero adaptarme a nadie, quiero que la sociedad acepte que hay diversidad corporal. Me siento cerca de esa cosa más perlongheriana de ‘quiero que me deseen’, y es verdad que el deseo por los cuerpos gordos en esta sociedad es complicado”. La gordura, como el género y otros dispositivos, no son naturales. Los cuerpos gordos son cuerpos fabricados como estigmatizables. Como el cuerpo puto, lesbiano, negro, pobre, migrante, trans, intersexuado o infantilizado. Como el cuerpo que muestra Courtney Trouble dotado y entrenado para gozar, subvirtiendo aquello de que el que goza es el bello y lampiño, el delgado y esbelto.
Para Martha Cecilia Weller, fat activista autoprocamada, y administradora junto a otrxs de Orgullo Gordo, un médico que hace un show no está haciendo medicina, está haciendo un show, una persona que sentencia a otra por su peso alegando que es por su salud no está brindándole salud, sólo sentencias. “Son muchos los mensajes a diario que nos llegan para convencernos de que no sólo estamos enfermos, más bien que SOMOS una enfermedad. ¿Cuántas personas saben que recién en el año 2013 se catalogó la obesidad como enfermedad, y que se hizo aun cuando el comité de asesoramiento determinó que no había suficientes pruebas? Pero mueve más de 87 millones de dólares al año sólo en EE.UU., y si no tenés gente desesperada por consumir el producto no es vendible, es nada más ponerse a pensar cuántas cosas hay en el mercado basadas en esto.” Sin embargo, es interesante lo que arrojan los estudios, es tan irónico que hasta le pusieron de nombre “Paradoja de la obesidad”, porque resulta que de todas las personas que tienen infartos, diabetes, cáncer, hipertensión, ACV, etc., los que son “obesxs” lo toleran mejor y viven más, “y hay una razón obvia: la célula grasa es energía pura. Imaginemos que se corta la luz en casa pero si tengo un generador extra todo sigue funcionando”, dice Weller. El tema del peso que presiona los órganos y las arterias es otro gran mito, una persona que carga con más kilos también ejercita más los músculos; los reales problemas de salud se producen cuando una persona se encierra en su casa y deja de moverse, explica: “Quieren convencernos de que es provocado por la obesidad, pero no es así, una persona que a donde quiera que vaya es insultada y tratada como un sobrante en el mundo lógicamente quiere apartarse de lo que la daña; el encierro es claramente efecto del bullying. Por otro lado, ¿qué certeza tenemos de que no es la infinidad de dietas, tratamiento y medicamentos que nos venden lo que nos daña?”. Desde hace al menos 75 años se viene usando la fórmula de comer menos y hacer más ejercicio con más de un 90 por ciento de fracasos en un período posterior a los siguientes cinco años del tratamiento; en programas como Cuestión de peso mostraban al que bajó hace unos meses, pero no decían nada de cómo seguía después de ese plazo más real. No hace falta mucho desarrollo lógico para entender lo que pasa, no hay diferencia entre alguien aguantando el hambre y acostumbrándose a la sensación y alguien a dieta.
“Es predecible que si odio mi cuerpo se enferme. Por otro lado hay una consecuencia grave que está trayendo el sesgo en cuanto a la salud, y es que las personas gordas están cansadas de los sermones, hay gente que va al médico por un mero resfrío y éste les receta dieta; aparte de la alta negligencia normalizada el gordo no quiere ir más, y si realmente llegara a existir un problema serio con su salud se desatiende”, concluye Weller.
El activismo de la gordura nace ligado a los movimientos por los derechos civiles de los años ’60, con los derechos de las personas de diversidad funcional. Si bien el feminismo trabajó temas de imagen corporal y sobre la presión puntual que sufren los cuerpos femeninos, lo específico está escrito en el activismo de la gordura, que es mucho menos conocido. Lo primero que salta son los problemas de dismorfia corporal. Lo cierto es que hay gente que está gorda, no tiene dismorfia corporal, y no está a dieta ni tiene intenciones de estarlo. “En muchos espacios afines encontramos una suerte de lema no escrito que dice algo así como: somos feministas, transfeministas, anarquistas, queer o lo que sea, pero no queremos saber sobre el dolor o la vergüenza que te provoca tu cuerpo (tu cuerpo gordo, gordo y puto o gordo y lesbiano, gordo y femme, gordo y negro, gordo y pobre, gordo y migrante, gordo y trans, gordo e intersexual, gordo e infantilizado). Hacé algo con ello, pero no lo comentes. Empezá por aceptarte. Y no lo traigas más a cuento por acá, que es un tema superado por el feminismo de la segunda ola”, dice Contrera. El activismo de la gordura desde el comienzo trabajó muchísimo con la idea de que la obesidad como enfermedad no existe, de que el hecho de la gordura es empíricamente comprobable: las personas venimos en todos los tamaños, colores y talles. La gordura no tiene que estar asociada a la falta de salud actual o potencial, y la dieta es una solución que siempre falla, porque es la cura para una enfermedad que no existe. El activismo de la gordura trabaja muchas veces con la idea de que la gordura aparece como un síntoma de otra enfermedad, o sea, que la enfermedad “obesidad” es un paraguas muy cómodo, “y acá viene ‘el’ descubrimiento, y es que en realidad ¿a quién le sirve que las personas gordas estemos oprimidas? ¿Siempre sujetas a la dieta eterna? A la industria de la diet. El emporio Cormillot es un claro ejemplo de eso. El activismo de la gordura norteamericano de los ‘70 ya mostró que es una falacia que la obesidad es una enfermedad: muchas veces se dice que las personas gordas se mueren antes, y lo cierto es que están comparando datos de personas gordas pobres y de personas ricas. La cuestión de clase suele quedar solapada”. El activismo trabaja con esta preocupación mundial que hay sobre la epidemia de la obesidad, que invierte millones en productos e investigaciones y que de tanta propaganda ya se convirtió en lema y se hizo carne en la vida cotidiana: ser flacx no sólo es mejor y más lindo, además es más saludable.
Los fat studies en nuestro país no existen, de manera que no sabemos género, clase, qué se come. “Comer es un acto político: quiénes acceden a determinados alimentos, qué comen, dónde viven etc., está cruzado por todas estas variables. Nosotros no tenemos datos, pero si nos guiamos por los datos de afuera vemos que durante todo el siglo XX se construyó un modelo muy fuerte de ‘la gente rica es delgada’ y eso es porque la gente rica puede acceder a determinadas tecnologías corporales y tiene tiempo para dedicarse al cuidado del cuerpo. Esta idea del cerdo burgués decimonónico ya no existe, es al revés. Es por eso que planteo la necesidad urgente de un activismo y estudios sobre la gordura aquí y ahora, en nuestros contextos regionales, desde nuestras corporalidades, vergüenzas y fortalezas colectivas, contra el imperativo de bienestar que arrolla toda otra forma de experimentar el cuerpo y sus afectos, obligándonos a superar a fuerza de buena voluntad o ejercicio nuestra experiencia no gozosa del cuerpo impropio. Necesitamos una revuelta furiosa contra la policía de los cuerpos y todo deseo ordenado. Porque si algo han dejado en claro el activismo gordo y los estudios sobre gordura es que el peso o la talla de una persona poco dicen sobre su estado de salud, sus hábitos alimentarios o su modo de vida: sólo el prejuicio o el odio leen esos cuerpos de una manera unívoca. El rechazo social a los cuerpos gordos utiliza mayormente el discurso del odio y la injuria, propio de la discriminación. Ya que asumir que hay un único modo de vida saludable y deseable –y su correspondiente modelo de cuerpo delgado ideal– es un modo de actualizar permanentemente las microviolencias del dispositivo de corporalidad, dispositivo que nos captura a todos. Porque el rechazo a la gordura no está confinado a quienes son actualmente gordos, claro está.”
Nicolás Cuello es activista e historiador del arte. Dice no tener recuerdos en donde no exista la pregunta o el cuestionamiento sobre su cuerpo. Es algo que siempre estuvo, y sigue estando. Supo que era gordo cuando alguien se lo dijo, cuando se lo indicaron de manera peyorativa: “¡Andate de acá, gordo maricón!”, en palabras de un compañero de la escuela primaria mientras jugaban en el recreo. “Así me entere cómo iba a nombrarme y tratarme la sociedad de ahí en adelante: como un cuerpo que no puede, que le falta, pero que sobra, que le cuesta, que duda, que calla, que no entra, que tropieza, que molesta, que no avanza, que no coge, que es especial, cuya ropa es gris, negra o marrón, que no tiene amigos, pero que siempre es simpático, que es comprensivo incluso cuando no quiere serlo, y que siempre come por angustia, entre otras cosas. Creo que más o menos las representaciones de los cuerpos gordos pasan por este espectro de sensaciones, que por supuesto se hacen presentes en situaciones cotidianas, como cuando salgo a comprar ropa, o veo una puerta muy angosta, o te ponen esas sillas que te aprietan un montón, o un pibe que me gusta observa desconfiadamente mi cuerpo”. Muchas personas le dicen: “A vos no se te nota que sos gordo, tenés otra actitud.” ¿Cuál es la actitud de una persona gorda? Hay toda una construcción de la personalidad que siempre está ligada a la sumisión, al respeto, al orden, y a la introspección, cargada de duda y rencor. Y cuando intenta correrse de esos lugares predeterminados, comienza el conflicto: “Las personas no se bancan que nos reconozcamos públicamente como gordos, que digamos que nos gustan nuestros cuerpos, que los mostremos, o que interrumpamos una broma gordofóbica”. Como a Contrera, a Cuello no le interesan sólo las políticas del orgullo, o de la aceptación/asimilación de su corporalidad, cree que sirven para tomar conciencia política de la importancia de hacer valer sus vidas con sus cuerpos, pero son igual de significantes que mostrar las heridas que portan, los silencios que los acorralan, y la inseguridad que les produce ser expulsadxs. Se siente aliado de Gorda Zine, de Orgullo Gordo, del activismo de Lucrecia Masson, “y con una gran cantidad de imágenes que circulan por las redes que me conectan con personas cuyos nombres desconozco, pero que están presentes cuestionando las representaciones de los mundos y los cuerpos posibles. Un tráfico amoroso de coraje, entendimiento y de fuerte politicidad, no sólo del cuerpo gordo, sino también de toda la batería de sentimientos que conlleva la visibilidad de nuestras existencias con esta geografía específica de la carne. Geografías complejas, y paradójicas, sometidas a un régimen de extraña invisibilidad por extrema visibilidad. Porque ésa es nuestra realidad, somos los cuerpos que todxs ven pero que pocxs nombran en las dinámicas del deseo, en los pronunciamientos políticos de ese nuevo mundo que estaría por venir, y si aparecemos, es decir, si nos otorgan el supuesto privilegio de incluirnos, lo hacen de forma eufemística, con adjetivos que suavizan, disimulan y ocultan algo que no tiene fundamento para serlo. El naciente activismo gordo que estamos trazando muchas personas hoy en Argentina, en distintos espacios, con distintas retóricas y miradas, afortunadamente, está cuestionando las representaciones estigmatizantes, fóbicas y mercantilizadas de las corporalidades, criticando las normas corporales que producen algunos cuerpos como lugares posibles de existencia, y a otros como lugares de eterna vergüenza, como heridas permanentes que conducen al silencio y a la soledad”. A su vez, hace temblar la idea de que algunos cuerpos son dignos de ser vividos, y que contrariamente caracterizan a otros, en este caso a los cuerpos gordos, como lugares de encierro, reclusión, castigados por la ausencia de deseo, y como existencias ilegítimas de continuada amargura, resentimiento y equívoco.
“Personalmente elijo pensar este tipo de opresiones no de manera aislada del resto de nuestros afectos, desafíos y complejidades. La producción normativizada de los cuerpos también está presente y actúa diferencialmente según las condiciones de clase, raza, de nuestro(s) género(s), nuestras diversas funcionalidades corporales, y las relaciones sexoafectivas que elegimos sostener. Creo que no sólo se trata de discutir con la medicina, y disputar ese sentido común construido en la patologización de la gordura y en la industria de la dieta, sino empujar una crítica un poco más allá, que alcanza otras partes de nuestras vidas, porque nuestros cuerpos gordos no sólo se hacen presentes cuando vamos al médico. La gordofobia está presente constantemente, en todos y cada uno de los espacios que habitamos: en los objetos que nos rodean, en la ropa que nos compramos, en la vida comercial que nos acecha, en la construcción social de lo deseable por los medios de comunicación, en la construcción de las ciudades, en la circulación de la palabra, en la obtención de trabajo, y en los posibles vínculos sexuales que podemos sostener con otrxs.”
Por eso en su opinión la crítica que tiene que impulsar el activismo gordo no puede quedar sesgada a disputar sentidos con las patologías alrededor del fenómeno de la “obesidad”, sino también preguntar críticamente por ese orden de cuerpos posibles, y justamente empujar y friccionar el límite en todas sus direcciones. Desnaturalizar que las existencias gordas están privadas de placer, afectos, belleza, y apropiarse de esos lugares de los que se los priva, para ocuparlos como espacios propios de enunciación política, “desde donde poder inventarnos otra vez, sin patrones, sin normatividades asfixiantes, y con alianzas suficientes para seguir cuestionando un mundo que continúa siendo patriarcal, heterosexual, blanco, y corporalmente esbelto, fibroso y saludable”.
Trans Grrrls: Revolution Porn Style Now! se proyectará el miercoles 4/6 a las 22 en BAMA Cine Arte. Más info: festivalasterisco.gob.ar
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