Viernes, 30 de mayo de 2014 | Hoy
EL MEGáFONO
Ingresar al mundo “Violetta” es agotador: horas de programación, videos del blog e imágenes detrás de escena. Pero, también, es necesaria la revisión de cuentas de Twitter y Facebook de los protagonistas del programa y sus (auto)referencias. Por no hablar de los miles de productos vinculados: juegos, juguetes, ropa, vajilla, mochilas y útiles escolares. En síntesis, para comprender algunos de los elementos clave de “Violetta” hay que ver lo que tiene para ofrecer.
El programa en sí está estructurado sobre la base de programas exitosos anteriores: “Chiquititas”, “Floricienta y “Patito Feo” son algunas de las referencias clave para ubicar a “Violetta” en la serie en la que se inscribe. No hay novedades: una vocación (cantar), una madre muerta (recurrencia impresionante en el género), un padre que teme y prohíbe pero ama a su hija, un grupo de amigos que es central en el sostén cotidiano de la vida de la protagonista. En “Violetta” no hay escuelas, ni siquiera están los uniformes típicos de colegio privado a los que Cris Morena nos acostumbró. Lo que sí hay es un estudio en el que los asistentes (todos delgados, conectados y con teléfonos carísimos a la vista) aprenden, ensayan, cantan y bailan. El talento, clave en el mundo “Violetta”, la hace “ser quien es”.
“Violetta” busca permanentemente la felicidad y la posibilidad de canalizar sus deseos. Es “buena” y soporta los destratos de las “malas” que, como en sus predecesores, dinamizan las acciones. Pero “Violetta” es, también, muy flaca, está maquillada y arreglada con cuidado, usa ropa ajustada que es, a la vez, sugerente y angelical. El entrenamiento al que, durante tres años, fue sometida “Tini” (como se hace llamar), no deja espacios sin guionar: Martina/Violetta se presenta en sociedad como el personaje que (le) han creado a medida, que se ajusta a los patrones internacionales de consumo infantil y preadolescente y que es, cómo no, un suceso a escala interplanetaria.
La pregunta que debiéramos hacernos es cómo podía fallar un producto tan preparado, organizado, guionado y controlado por la mayor distribuidora de contenidos del mundo. Sencillamente, no podía. Se hicieron testeos previos, “dieron bien”, y el programa, sus productos, tramas y propuestas siguieron delante de la mano de Alejandro, el padre de las dos criaturas: de su hija y del producto.
“Violetta” no sorprende, no innova ni transforma nada: es un producto más que despliega, a escala global (y con las nuevas tecnologías como aliadas), una propuesta estandarizada, previsible, que no puede sino triunfar en sus propios términos. Los gritos, la histeria y el fanatismo no son nuevos ni comenzaron con “Violetta” pero, acordemos, tampoco van a terminar con ella. Nos queda esperar y ver qué y quién la sucede.
* Doctora en Ciencias Sociales e investigadora asistente del Conicet. Autora del libro Juegos, juguetes y nuevas tecnologías, que acaba de publicar Capital Intelectual.
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