COSAS VEREDES
En Detroit, Estados Unidos, se realizó la Primera Conferencia Internacional de Asuntos de los Hombres, donde lejos de discutirse sanamente acerca de las definiciones cambiantes de masculinidad heterosexual, se culpó a las mujeres de todos los males del mundo.
› Por Guadalupe Treibel
Resulta que, en Estados Unidos, crece y crece el movimiento de “activistas por los derechos del hombre”, cuyos más fervientes militantes están absolutamente convencidos de que los varones se han vuelto ciudadanos de segunda clase a nivel global, y target de injusticias a diestra y siniestra. Creen que los grupos tradicionalmente oprimidos –principalmente las mujeres– han tomado el control, quitándoles sus privilegios de otrora. Aseguran apasionadamente ser víctimas de un universo donde las doñas les ganan la pulseada de los ascensos laborales por “tener útero”, donde el techo de cristal no existe y la inequidad de pagos es una irrealidad. Lo proclaman desde un pensamiento falaz que se basa en cifras falaces. “Imagine a un niño con un helado de tres conos. De ricos sabores. Ahora imagine que ese niño se queja porque faltan chips de chocolate sobre su cucurucho. Bienvenido al movimiento de los derechos del hombre”, ironizó el periodista James S. Fell, de la revista Time, al hacerse eco de una tendencia que tristemente tiende hacia la misoginia y el resentimiento de “hombres frustrados que luchan con las cambiantes definiciones de la masculinidad”.
Que el virulento movimiento se arme con más intensidad en este último tiempo seguramente responde al contexto: de unos meses a la fecha, en Estados Unidos se ha comenzado a instalar un debate serio acerca de tópicos de género. En principio, un grupo de la Casa Blanca estudia cómo remediar los constantes ataques a mujeres en campus universitarios. Luego, el país shockeado por el asesinato de varias chicas y chicos en manos de un joven que, tras postear un manifiesto y varios clips anunciando que tomaría revancha porque nadie quería acostarse con él, salió a disparar por las calles. Más tarde, la campaña vía Twitter #YesAllWomen, donde cientos de miles de señoras y señoritas expusieron en primera persona cómo las afecta la misoginia... Cabe suponer que la simple atención a graves problemáticas femeninas no ha caído bien entre muchos varones que, corridos del eje de atención, han comenzado a organizarse reclamando el trono perdido (en verdad, aún lo tienen, pero en fin...).
Acto seguido, la más reciente materialización del movimiento: la Primera Conferencia Internacional de Asuntos de los Hombres (International Conference on Men’s Issues), realizada los pasados 26, 27 y 28 de junio en las afueras de Detroit. Organizada por la web A Voice For Men, el evento reunió a varios cientos de asistentes, presurosos en exponer cómo “el feminismo es la industria multimillonaria del odio” o en especular que “las mujeres son responsables de la violencia doméstica porque, al tener todo el poder en las relaciones sentimentales, simplemente podrían elegir no casarse con tipos violentos” (sic). No faltó quien dijese que “la vasta mayoría de chicas quejándose por las violaciones en los campus en realidad expresa el remordimiento que les genera su promiscuidad motorizada por el consumo de alcohol”. O los cuentos de fraudes de paternidad o ex mujeres manipuladoras y narcisistas, que completaron tres jornadas donde predominaron hombres blancos de clase media. Y unas pocas voces disidentes, descalificadas inmediatamente con calificativos como “perra busca fama”, amén de la pluralidad...
Lo lamentable del caso es que, en efecto, hubo inquietudes reales que ameritaban discusión (la necesidad de alentar programas que ayuden a los adolescentes en ese período tan vulnerable, las tasas de suicidio –siempre mayores entre varones–, la tenencia compartida de los hijos, entre otras cuestiones), pero quedaron eclipsadas por variopintos exabruptos o mentiras, según relatan cantidad de medios norteamericanos (The Washington Post, Time Magazine, Slate, FlavorWire, etcétera). ¿Ejemplos? Cuando un disertante aseguró que las mujeres habían distorsionado la vida privada al apoderarse de la vida pública (sin tener en consideración que cuatro de cada cinco representantes en el Congreso o nueve de cada diez gobernadores son varones). O cuando se culpó a las madres del comportamiento violento de los hombres, al son de “si las mujeres fueran más dulces con sus bebés en sus primeros cinco años de vida, sería el fin de la guerra, la adicción, las drogas, las enfermedades venéreas y la prostitución”. O cuando los exponentes presentaron leyes históricas como prueba de que las mujeres siempre tuvieron privilegios legales especiales, como acceder a las cuentas de sus maridos... pero olvidaron citar que, durante ese período, la ley no les permitía siquiera votar.
Ergo: un derrotero de misoginia y resentimiento. No es de extrañar considerando quién estuvo detrás de la organización del evento: A Voice For Men, popular web entre estos activistas, tiene la autoimpuesta misión de “educar a hombres y niños acerca de las amenazas que implica una gobernación feminista”, “promover el fin de la caballerosidad en cualquiera de sus manifestaciones posibles”, “terminar con la histeria alrededor del mito de la violación” (“mito” que, en los hechos, afecta a una de cada tres mujeres en Estados Unidos). No por nada, agrupaciones nonprofit dedicadas a alertar acerca de grupos que incentivan el odio o la aversión hacia el género femenino –como el Southern Poverty Law Center de Alabama– han denunciado como “misógina” a AVFM y a su creador, Paul Elam. Un tipo que, entre sus escritos, dispara ridiculeces como “vivimos en una cultura ginocéntrica” o “Las minas que se emborrachan van a la casa de un hombre a las 2 am y terminan siendo víctimas de violación, no están pidiendo que las violen: lo están rogando”. Nada más que agregar. El resto cae de maduro. O, mejor dicho: de podrido.
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