CINE
La película italiana Tutti i santi giorni narra el amor de una pareja en una vida cotidiana adversa y los deseos frustrados de ella de convertirse en madre.
› Por Silvina Herrera
Luca y Antonia son una pareja de treintañeros que vive en un departamento bastante chico de los alrededores de Roma. El es tímido, melancólico y está fascinado por la lectura y la música clásica, pero pasa sus días como conserje de un hotel. Ella toca la guitarra en bares, una mezcla de P. J. Harvey y Cat Power, y vive de su trabajo como empleada de una oficina de alquiler de autos. Los dos tienen ambiciones, intereses artísticos, unas ganas tremendas de mostrarle al mundo el talento que esconden; los dos están frustrados y conviven con la infelicidad que significa tener trabajos mal pagos que no los satisfacen ni un poco. Una historia que se repite, en Europa, en Latinoamérica, en Argentina, en los centros urbanos y los suburbios de todo el planeta y que genera personas invadidas de desencanto, un desencanto que no se va y se vuelve un modo de vida, un acostumbramiento ligero y hostil a la desilusión.
Tutti i santi giorni (Todos los santos días) es una comedia sentimental que roza el melodrama realista. Al principio muestra esa vida que llevan que no se corresponde con sus deseos y sus potenciales, esa asimetría entre mundo externo y mundo interno que los hace un poco desdichados, no del todo, porque a pesar de las contrariedades cada uno puede contar con el otro, se quieren, se desean, se buscan y esa conexión hace que el mundo no parezca un lugar tan adverso. A medida que avanza la película, la trama se centra en el deseo de Antonia de ser madre y la desilusión por no poder quedar embarazada. Están juntos hace seis años, nunca se cuidaron y sin embargo el ansiado positivo no llega. Empiezan a tener consultas con médicos, a hacer el amor en los días fértiles y comenzar tratamientos, pero nada. Ella muestra cada vez más inquietud, él no, porque en realidad no tiene un deseo de ser padre tan vivo, lo hace para complacerla a ella, por amor.
A partir de esta situación, se revelan las presiones sociales que todavía acechan el deseo de ser madre. Amigxs que ya tienen varios hijos y los hacen sentir fuera de tiempo, descolocados, como si les faltara algo. Padres maternos que llegan de visita sin avisar, y hacen preguntas y cuestionan y dicen todo lo que una hija no quiere escuchar. A Antonia le cuesta su vida, pero supo cortar a tiempo con sus padres, no dejar que la invadieran ni le dijeran lo que tiene que hacer, con miserias y tristezas, pudo armar una existencia propia sin rendirle cuentas a nadie ni buscar aprobación.
Una de las escenas más emotivas del film es cuando una vecina le pide a Antonia que cuide un rato a su hija. Ella acepta y la lleva a comer y a la playa, la hace jugar en la arena como si fuera su propia hija. Hay un resplandor de felicidad en su mirada que conmueve y hace que toda la película tenga sentido, a pesar de los problemas en el hilo narrativo, los cambios de registro sin demasiada coherencia, algunas situaciones incongruentes o varios lugares comunes. Todas las dificultades técnicas que puede tener el film de Paolo Virzì quedan eclipsadas ante la fuerza sensitiva que transmite la cantante Thony en el papel de Antonia y su sonrisa de plenitud en la playa. Thony debuta en cine en esta película, a la que había llegado para hacer el soundtrack, pero convenció al director para quedarse y ser la protagonista. Antes de la banda de sonido de Tutti i santi giorni, había compuesto el álbum Birds. Sus canciones melancólicas en tonos indie folk se convierten en el marco musical para la historia que le agregan elegancia y personalidad a la protagonista, una mujer que intenta superar el contexto social que la rodea para alcanzar sus deseos más profundos.
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