Vie 01.08.2014
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HOMENAJES > IRIS SCACCHERI

Libertaria, rupturista y magnética

› Por Carolina Selicki Acevedo

Muchxs pudieron disfrutar de sus inigualables creaciones pero otrxs, tal vez más jóvenes, sólo podemos recurrir al poco material disponible sobre su obra. Recorrer e indagar en su trayectoria es abrir múltiples puertas a esta compleja, sensible, prolífica e inclasificable coreógrafa y bailarina. “Iris golpeó la tierra con una larga vara blanca / Y subió por su propia cabellera. / El espacio giró a su alrededor. / El espacio era un ser de infinitas dimensiones / Que despertaba y bailaba a su conjuro. / Entonces comprendí que me había encontrado con la danza. / Era más, mucho más que la belleza. / Era la verdad pura. / Me alegré de estar viva y nunca la abandoné”, escribió la poeta, traductora y fotógrafa Susana Thénon para su primer libro publicado, titulado Brindis a la danza (Editorial Leviatán, 2011) y se ha convertido en una de las citas más mencionadas para despedirla, tal vez por su proximidad a lo que Iris generaba ante quien la viera bailar. Nacida en La Plata en 1949, alcanzó su reconocimiento, tanto en la Argentina como en el exterior, en las décadas del ’60 y del ’70. Formada en danzas clásicas y modernas y bajo la influencia de las coreógrafas y bailarinas alemanas Mary Wigman y Dore Hoyer tuvo su debut con la obra Oye, Humanidad, en el emblemático y vanguardista Instituto Di Tella. Después vinieron las numerosas giras por Europa. En 1973 creó el grupo Anti-dance y representó en Londres la obra Alexanderfest. Su versión de Carmina Burana en el Teatro General San Martín continúa siendo de sus obras más recordadas. Realizó seminarios sobre danzas clásicas, españolas y flamencas y dictó cursos, conferencias y clases magistrales en castellano y en francés. Varias fueron las distinciones recibidas, entre las que figuran la Gran Trayectoria a la Danza, otorgado por Harrods (1985), el Premio Konex a su trayectoria como bailarina (1989), el reconocimiento por parte de la Legislatura de Buenos Aires y de la UBA. Scaccheri inspiró a artistas plásticos como Antonio Berni, Guillermo Roux y Julio César Selim. También fue esculpida por Antonio Pujía, fotografiada por Susana Thénon y Sara Facio y participó en películas de Susan Osten. En 2001, decidió retirarse y a partir de ese momento su vida y su creación fueron puertas adentro, en su departamento del microcentro porteño, rodeada de su círculo más íntimo. Luego de padecer una grave enfermedad, falleció el lunes a los 65 años. Sin embargo, esto parece sólo un pase más de su danza que no reconoce límites. Cada persona que la veía bailar quedaba capturada por su originalidad e irreverencia, por sus saltos casi imposibles de imaginar, sus variados movimientos, su intensidad y sus solos con sus ondulados cabellos colorados. Entre las colegas con las que entabló una gran amistad se encuentra Aurelia Chillemi, bailarina, coreógrafa, presidenta del Centro de Investigación y Experimentación de la Danza y a cargo del Departamento de Artes del Movimiento del IUNA. A Iris la conoció a través de un iluminador que trabajaba con ambas. Tomó cursos con ella y terminó por ser su “amiga en la danza”, como la supo definir Iris. “Con su gran formación, que incluía la gimnasia consciente, que ella trasladó a la danza, podía disociar un músculo de otro. Su capacidad fue no abusar del virtuosismo. Seguiré nombrándola en presente. Su ruptura de los moldes tradicionales de la danza produjo que sea tan cuestionada y aclamada a la vez.” Otra de las colegas que además de admirarla han colaborado en la difusión de su obra es la actriz y directora Cristina Banegas, quien conoció a Scaccheri primero como espectadora de Carmina Burana (“Verla bailar el Bolero de Ravel con su giro hacia la izquierda, sus característicos ballons, su energía arrolladora, su humor, era único”). A partir de tomar un seminario suyo iniciaron una gran relación que las llevó a trabajar juntas en Eva Perón en la hoguera, en Salarios del impío y, finalmente, en La morocha. “Ella era sobrenatural, por eso es difícil pensar su muerte. La vi en la clínica hace unos días, estaba hermosa. Le canté el tanguito ‘Pero yo sé’ de Azucena Maizani”, cuenta emocionada. La actriz Ingrid Pelicori también la recuerda y ha aportado a difundirla. En 1992 participó en La gaucha en el Cervantes, donde recitó poemas con acompañamiento coreográfico de Scaccheri. Además, junto a Banegas presentó los dos libros de Iris publicados por la editorial Leviatán: Brindis a la danza (2011) e Idilios (2013). La define como “gran creadora y bailarina, difícil de clasificar. Una figura que debería estudiarse más”.

Iris a través del espejo A partir de su retiro, el mayor contacto con su público fue a través de los homenajes e investigaciones sobre su obra, además de sus escritos. Marina Sarmiento (Córdoba, 1979), coreógrafa, bailarina y docente, llegó hasta Scaccheri a través de un encargo del Centro de Experimentación y Creación del Teatro Argentino de La Plata sobre su danza. Al proyecto se lo tituló EIR y se estrenó en 2012, con la actuación de Lucía Savloff, y al año siguiente en el Cultural San Martín. Para Marina fue un gran desafío: no conocía a la bailarina, por lo que debió investigar en profundidad. Si bien nunca pudo verla personalmente, supo que ella estaba al tanto. “No pretendíamos representarla sino desconstruirla. Iris fue una gran rupturista en un momento que había muchas cosas por quebrar.” Asimismo, Sarmiento afirma que “Iris fue olvidada en medio de este bache histórico que dejó la dictadura y el poco archivo disponible”. Cristina Mucci, conductora del programa Los siete locos, que se emite por la TV Pública, hace más de una década la entrevistó: “La admiraba, le pedí que bailara en vivo. Transmitía una energía grandiosa. Con los ojos, el pelo, las manos, los movimientos filosos y cortantes. Fue una pionera, poco comprendida y no tuvo el reconocimiento que merecía”.

“Escribo como bailo” Por su parte, la traductora y escritora Claudia Schvartz, a través de su editorial Leviatán, permitió que muchos de los escritos de la coreógrafa salieron a la luz. Pelicori y Banegas le comentaron sobre la potencialidad de sus textos, y envió los manuscritos a través de Aurelia Chillemi, una de las pocas a las que vio hasta su muerte. Iris también eligió las fotos de Susana Thénon, que la había acompañado en sus giras internacionales, para ilustrarlo. Por medio de la danza, la música o las poesías –a partir de reflexiones generadas en las distintas obras– abarcó los grandes temas de la vida, la mujer, la sociedad y la naturaleza. Como afirma Schvartz: “Recluida, disminuida por la enfermedad y sin poder bailar, Iris continuó dominando la escena”. Actualmente prepara la segunda parte de Idilios, su libro de poemas. La edición está a cargo de la poeta Luisa Futoransky. Son 19 cuadernillos en los que Iris “anotaba rítmicas disquisiciones, crípticas algunas, hormigas, pájaros, y gusanos como personajes. Es como un revés de la poesía: cruel, absurda, amorosa, filosa, amenazante. Como su baile, ofrece un espacio inverosímil, recreado, estremecido. Iris inoculó sed de más; la salvaje elocuencia de su danza y su sentido de la libertad continúan ahora en su palabra”.

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