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Viernes, 6 de marzo de 2015

EL MEGáFONO

Los tragos en el sur del sur

 Por Bruno Crocianelli *

Erika tiene los ojos más lindos de todos, y te mira tan profundo que escarba como una madre. Hace unos años emprendió su viaje desde un pueblito de Córdoba hasta el fin del mundo. Tuvo muchos trabajos, de los lindos, de los feos. La dejaron sola muchas veces y forjó amigos y novio. Hoy forma parte de la Secretaría de Derechos Humanos del Gobierno de Tierra del Fuego.

Vive con Coqui, y cuando nos juntamos siempre traen un vino bajo el brazo. Es del grupo de los sábados; somos los descastados del sur, esos que se juntan porque sienten que la identidad es todo lo que nos queda. Muchos nos acusan de ser un zoológico, ciegos de no poder ver todo lo que nos une.

El Negro convoca y nos cocina siempre en pantuflas, mientras ponemos la mesa y hablamos de historias; de la Tierra del Fuego de hoy y la de antes. De la Ushuaia que recibe a los autos con un enorme cartel del papa Francisco, del primer matrimonio igualitario de Latinoamérica en el sur del sur; de lo que pasa en los pueblos del norte, y de otros lugares en donde se calla. De las familias que abrazaron y de las que escupieron. De los amigos que comprendieron y de los que golpearon.

La música nunca falta, pidiendo los temas de cada historia, a los gritos y a los bailes. Muchas veces brindamos por los estudios secundarios de Erika y paso a paso, trago a trago, nos acercamos a un viernes, en la Escuela Nº 1 de Ushuaia, sobre la fría y ventosa calle Maipú. Nos juntamos de distintas partes, con cámaras de fotos, abrigos en la mano y los recuerdos que nadie dijo. Para verla ahí, recibiendo un trozo de papel que tanto dice. La besamos todos, hasta Fabiana Ríos (gobernadora de Tierra del Fuego), parte de la tribuna que esperó en la última fila, en el fondo.

Cuando salimos a cenar afuera y entramos al lugar, algunas mesas se sonrieron; algunos de nervios, otros de desprecio. A veces ese sabor en el paladar amargo nos tatúa, es como ese revés, el aire de un látigo nocturno. Pero al rato, algunas personas se levantaron a saludar a la agasajada de esa noche. La conocían cuando ella las atendía en su casa como peluquera, o cuando las recibía en la oficina, golpeadas de adentro y afuera. Mujeres también, del fin del mundo.

A Erika le hubiese gustado que estuviera Laura entre el público esa noche; no soltó nunca la carterita que todxs envidiamos, y que fue de aquella amiga que mataron hace dos años en la ciudad de Río Grande, un crimen más a una mujer trans a lo largo de nuestro país.

Pero nos agarra fuerte cuando abraza, como si cada uno de nosotros pudiera llenar ese vacío que le dejó.

Salud, amiga, para que se terminen de una buena vez los tragos amargos.

* Periodista, militante de la Federación LGBT y miembro de la Secretaría de Género y Diversidad Sexual del Partido Social de Tierra del Fuego.

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