Vie 20.03.2015
las12

VIOLENCIAS

Inseguridad íntima

“En vez de buscar al culpable se dice que la chica es una tonta porque sonrió o porque tenía un short con 30 grados de calor o porque la dejaron ir de vacaciones”, dice la madre de Daiana García, la joven que apareció muerta en una bolsa de basura el sábado. Aun en medio de su duelo, esta mujer tiene la garra suficiente para denunciar esos comentarios –repetidos, conocidos, agobiantes– que otra vez se replicaron en las redes sociales cuestionando el modo en que Daiana iba vestida y justificando su suerte como si ella la hubiera provocado.

› Por Luciana Peker

“Mi hija estaba con un short porque hacía treinta grados y tenía calor. Yo puedo estar desnuda en una esquina y nadie tiene derecho a matarme. Es una ridiculez y es tildar a la víctima de culpable. Eso es cavernícola e igual a decir que el hombre tiene derecho a hacer lo que quiera. Hay una foto en el Facebook que dice: ‘Yo me visto como quiero porque no estoy en torno a tu pene’. Las chicas no se visten lindas en torno a un hombre, se visten lindas para trabajar o para una fiesta. Cada una tiene su estilo y no por eso el hombre tiene derecho a hacer lo que quiere”, remarca Karina Lopinto, una mamá que con el duelo de enterrar la sonrisa de su hija, además, debe contestar los prejuicios sociales sobre la vestimenta de la joven.

Daiana García tenía 19 y, en un mes, ya cumplía 20 años. Le encantaba bailar, ir al gimnasio, arreglarse el pelo y hacer deportes. Era compinche con su mamá y sus peleas eran por el desorden del cuarto de La Paternal. Se abrazaba con sus hermanos de 10 y 17 años con una alegría que se plasma en los muchos abrazos que los muestran juntos. Quería estudiar Diseño de indumentaria, pero necesitaba trabajo. A los 18 ya fue, con su mamá, que es jefa de hogar y supervisora de un call center, a su primera entrevista laboral. Nada hacía suponer que una chica de casi veinte años necesitaba custodia (o sortear más barreras de la desigualdad laboral con los varones) para tramitar un trabajo o que no podía salir con una remera blanca, plataformas y short de jean en medio de una despedida de verano ardiente en Buenos Aires.

El viernes 13 de marzo Daiana salió de su casa rumbo a una entrevista laboral, pautada para las 20 horas, en Cabrera y Dorrego, entre Palermo y Chacarita. Salió de ahí y llamó a una amiga para encontrarse en un local de hamburguesas. A las 21.10 le dijo que estaba en un auto e iba en camino. Cinco minutos después su teléfono se apagó. Nunca se encontró con su amiga. Ni volvió a su casa. Su cuerpo sin vida se halló el sábado en la ruta 4 y la calle Libres del Sur, en Llavallol. Estaba envuelto como basura. Ese mismo sábado Juan Manuel Figola, de 38 años, se suicidó en las vías del tren de la estación Gregorio de Laferrère. Los dos se conocían, compartían salidas, grupos de amigos y asados. Su mamá no sabe si Figola estaba relacionado con la entrevista laboral o si ella se encontró con él (que trabajaba en Palermo cerca de la cita laboral de Diana) después de la búsqueda de empleo. Pero sí está convencida de que ella se subió a su auto (que ya fue peritado) y que perdió la vida en ese encuentro.

Daiana García no fue víctima de un arrebato callejero sino de la inseguridad íntima que cobra la vida de 277 mujeres al año, según las cifras de La Casa del Encuentro, en la Argentina. Pero a su muerte se suma el gatillo del prejuicio contra las mujeres. “Las pendejas que se visten con esos shorcitos tienen que tener mucho cuidado”, comentó Hernán en las redes sociales, entre mensajes mucho más ofensivos, que enlutan la barbarie del “por algo será” cada vez que una joven pierde la vida. Los prejuicios culpabilizan a la víctima pero, además, también apuntan contra todas las chicas: si bailan, si no estudian, si leen libros, si se visten de verano, si dan besos a la cámara, si le dan besos a un chico, si se van de vacaciones, si buscan trabajo, si vuelven de noche de la facultad. Y siempre el cuestionamiento: ¿Por qué leían solas? ¿Por qué iban a bailar solas? ¿Por qué iban a buscar trabajo solas? A diferencia de lo que pasa con otros delitos en la vía pública, cuando una adolescente es asesinada se pone en jaque no la inseguridad íntima que ataca a las chicas, sino la autonomía y la independencia de todas las niñas y jóvenes.

La muerte se redobla en muerte, el duelo se perfora con más dolor y la posibilidad de prevenir se desperdicia en la inmundicia. Karina Lopinto es una madre con coraje en memoria de su hija. La noche más triste de su vida, en el velorio de la vida que desdobló por primera vez su cuerpo, recibió el abrazo de Adriana, la mamá de Lola Chomnalez. En el abismo del duelo insoportable la comprensión empuja, calma y reclama por justicia. Por eso, Karina cuestiona un coro social que lastima sobre la herida sin cicatriz posible: “Hay cosas que están muy confundidas. En lo de Angeles decían que era simpática, pero que vayas riéndote no significa que digas ‘vení y tocame’. En vez de buscar al culpable se dice la chica es una tonta porque sonrió, o porque tenía un short con treinta grados de calor o porque la madre la dejo ir de vacaciones como en el caso de Lola. ¿Las mujeres no se pueden poner lindas? ¿Si hay cinco hombres en cuero en una cancha, van a ir cinco chicas y los van a matar a tiros?”.

La bronca de Karina no está para frases diplomáticas. Y menos para contestar consignas que apuntaron (incluso de organizaciones antitrata de personas) no a prevenciones eficientes sino a cuidados que directamente amputan la autonomía femenina y la igualdad con los varones. Por ejemplo, uno de los consejos que aparecieron en Facebook, a partir de la muerte de Diana, fue que las mujeres vayan siempre acompañadas a entrevistas laborales. “Las chicas no tienen que ir a buscar trabajo con nadie. Daiana iba a cumplir veinte años en un mes. Yo no la puedo acompañar a buscar trabajo. Fui con ella las primeras veces por cercanía y por compinches, pero no porque es mujer. Siempre toman que porque es mujer puede pasarle cualquier cosa. Tenemos los mismos derechos que los hombres, los hombres hacen lo que se le canta el culo y la mujeres no”, se ofende sin medias tintas Karina.

La investigación judicial avanza y se están realizando pericias. Las hipótesis que se investigan son asesinato, resistencia a un intento de abuso o una relación sexual consentida en donde Figola asfixió a Daiana y ella perdió la vida sin que él la socorriera. Ella lo conocía hacía un año y pertenecían a un mismo grupo. De hecho, un amigo en común fue quien lo denunció. “El es culpable y lo que sucedió fue dentro de su auto”, considera Karina y remarca: “Nadie tenía derecho a faltarle el respeto ni a hacerle nada”.

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