Vie 17.04.2015
las12

URBANIDADES

La risa y la rabia

Sobre el placer y el orgullo que generó la semana pasada escuchar a una joven de veinte años, Aixa Rizzo, no sólo haber tomado la decisión de defenderse frente al acoso de unos cuantos tipos en la calle sino de haberla sostenido hasta convencer a un fiscal de que tome su denuncia para después hilar perfectamente frente a cuanta cámara se le puso delante un discurso airado y feminista. Vino la rabia. Que ya latía desde antes como un corazón herido que se esfuerza por bombear la sangre que se le escapa frente a cada hecho de violencia, corazón dolorido pero de músculo fuerte que no se anestesia con la repetición de los cuerpos descartados en bolsas de basura o apuñalados en plena calle o ausentes sin ningún rastro más que ese que la repetición diseña ¿enterrados detrás de un burdel?, ¿sirviendo de material de desove?, ¿trasladados como mercancía de un territorio a otro? Muertas y desaparecidas en números que deberían congelar la sangre pero no, la hacen fluir todavía más, se la empuja entre la maraña de venas que laten juntas cada vez que se dice ¡basta! Una joven de veinte años con una historia pequeña que contar –y si es pequeña, otra vez, es por la repetición y porque puede enunciarse, que otras no pueden– fue un alivio; un alivio saber de su toma de conciencia, de su salto al costado del lugar de víctima, de su acción sostenida. Pero ahí la rabia. La rabia con la queja de quienes se ven amenazados por la pérdida de algún privilegio que nadie les entregó: “Después de Aixa nos prohíben la seducción espontánea”, titulaba su informe un programa de la televisión abierta donde el conductor se para el pelo con gel, usa traje con zapatillas; un ciclo en el que se habla en términos de progresismo de cualquier tema menos de aquellos que hacen a la soberanía de las decisiones y los cuerpos de las mujeres, que sobre ellos se puede inscribir la violencia porque total a ellas les gusta, se les puede decir, como se dijo: “Te dejo el flujo a punto nieve” o “dame el nombre de tu ginecólogo que le chupo los dedos”. Es un chiste, che, reíte, que lo dicen ellos que no son el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que sí, tiene otra responsabilidad y hay que ver cómo se lo puede seguir considerando candidato después de haberlo escuchado decir que a “todas las mujeres les gustan los piropos, aunque incluyan alguna grosería como qué lindo culo que tenés”. Porque si no te gusta, bueno, tal vez no seas tan mujer. En el programa de la noche, Duro de domar, de la misma productora de Diego Gvirtz que hace también 6, 7, 8, condenan al jefe de Gobierno pero se arrogan el derecho a llorar por la seducción espontánea perdida, de reírse del acto de poder de la joven de veinte, que se burlan de las mismas mujeres que son sus compañeras, obligándolas a escuchar en silencio o con sonrisas pintadas las groserías que eligieron para ellas. Reíte, che, es un chiste, están alabando tu belleza, te están ofreciendo la chance de ser seducida ¿Ah, no te interesa? Qué sospechoso. Será que se trata de una “feminazi”, hermoso neologismo de amplia circulación últimamente porque ese machismo de salón, esa prepotencia heterosexual y androcéntrica que baila al ritmo del badajo que muchos tienen entre las piernas y cree que todxs tendríamos que bailar la misma música apolillada, ese sistema de patriarcas que se enmascara en la carcajada y el codazo adolescente se siente amenazado y entonces señala, en esa clave de su disfraz de dientes expuestos, a quienes decimos ¡basta! con lo peor que ese mismo sistema ha generado: la aniquilación del otro. O del otrx, porque la indefinición les da más miedo todavía. No hay nada de qué reírse, muchachos, entérense. Estamos hartxs. Hartxs de lo que ustedes consideran bello, de lo que ustedes consideran que son cuerpos vivibles y gozables, del corralito en el que pretenden encerrar nuestros deseos, nuestra sexualidad y nuestros goces. Reírse de las acciones que encarnan el ¡basta! no es más que seguir abonando la tierra en la que es perfectamente imaginable que las mujeres tienen dueño, que ese dueño es capaz de tomarlo todo, tanto su cuerpo como su latido, para después descartarlo en las zonas fétidas de los desechos. Esa risa que parece aliviarlos del miedo a que se derrumbe este sistema bien encastrado de violencia monopólica para quienes detentan los privilegios heterosexuales, patriarcales y cisexistas sólo alienta más rabia. Sépanlo, estamos hartxs. Y de a una no podremos, de a una es como nos matan. De a una, cada 30 horas o menos, porque mientras escribo otra noticia de una mujer muerta se mete entre los titulares. Pero la rabia nos convoca y cada vez estamos menos solas.

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