Vie 02.09.2005
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Perfeccionar la nariz

Lo habitual es que se ponga el acento sobre el maquillaje de los ojos, la boca, las mejillas, descuidando uno de los rasgos esenciales de nuestro rostro: la nariz. Menos mal que Gloria Darling (Para ser hermosas, Buenos Aires, 1932) repara servicialmente tamaña omisión informándonos, en primera instancia cómo debe ser la nariz ideal: “recta, delgada, de regular longitud, la punta no será dura, ni carnosa, ni aguda con exceso, ni demasiado ancha, su contorno estará rotundamente dibujado y sus alas repulgadas delicadamente, las ventanas serán movibles y largas”.

Por supuesto que los afeites pueden mejorar la apariencia de la nariz y darle el necesario relieve. Aparte del make-up de siempre, Darling nos susurra un secreto sorprendente: un toque inteligente de colorete para valorizar este importante apéndice. Se usa así: “muy finamente, con el dedo meñique, se introduce un toque de rojo en la fosa nasal y se corrige el exceso con un poco de polvo. La nariz pintada de este modo adquiere fosas nasales encantadoras, sonrosadas y trasparentes”.

Si la nariz es “demasiado cerrada presta a la cara un aire perverso que resta simpatía a su dueña”. Pero tranquilas, que este problema se puede remediar con un sencillo masaje que Darling detalla de esta guisa: “Con vuestro meñique friccionad las fosas nasales interiormente, con movimiento giratorio, cinco minutos todos los días. Y cuando estéis solas y no haya testigos que puedan sorprenderos, introducid en vuestra nariz un taponcito de algodón hidrófilo untado con vaselina. No lo hagáis por la noche porque dificultaría la respiración durante el sueño. Al poco tiempo se obtiene el aumento deseado de las fosas estrechas”.

Otra cuestión que aflige a muchas mujeres es el enrojecimiento de la nariz, a menudo debido a la mala circulación sanguínea o a las digestiones laboriosas. En el primer caso, se recomiendan paños sobre la nariz alternados, con agua bien caliente y agua helada. En el segundo, tomar durante las comidas una infusión de manzanilla en vez de vino, y evitar la caza, los quesos fermentados y los picantes. Aunque parezca mentira, en ocasiones “es la faja muy apretada lo que enrojece la nariz, por efecto de los movimientos demasiado pausados del corazón”. Si ésta es la causa, la solución no puede ser más fácil y obvia: “aflojar la ropa interior y los vestidos para que la sangre fluya libremente, y completar el tratamiento friccionándose vigorosamente el cuerpo al levantarse con agua de Colonia o alcohol”. Pero si la nariz persiste en su tonalidad rojiza, hay que jugarse el todo por el todo: “Empapad en bencina pequeñas gasas esterilizadas y apretadlas contra la nariz sin frotar, y veréis cómo la piel se torna blanca”. Sin aspirar los vapores, por favor, y lejos del fuego para no quedaros directamente sin nariz.

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