Vie 09.09.2005
las12

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Maletas perfectas para un viaje súbito

Una mujer moderna siempre ha de estar dispuesta a realizar un viaje sorpresivo, más aún si se trata de una profesional. Si surge esta posibilidad por cuestiones de trabajo, por una invitación inesperada que no es el caso de desaprovechar, o por compromisos del marido, hay que tener suficientes reflejos como para organizarse raudamente. Nada más lamentable que una mujercita que se cree desenvuelta e idónea, pero que se acobarda ante la perspectiva del corte en la rutina que representa un viaje a otra ciudad, quizás a otro país. La enciclopedia de la muchacha moderna, de Floriane Prévot (Editorial Daimon, Barcelona, 1966), nos aconseja tener confeccionadas –aun antes de que aparezca cualquier proyecto de desplazamiento– varias listas de equipos (para viajes cortos, largos, de invierno, de verano, de media estación, también para deportes en la nieve, el camping y la playa), de modo de evitar olvidos de último momento. De más está decirlo, hay que ser prácticas y elegir prendas de fácil lavado, inarrugables, que disimulen la suciedad y que ocupen el menor sitio posible.

“La víspera de la marcha harás la maleta para soslayar ponerte nerviosa a última hora”, nos indica Madame Prévost. Siguiendo paso a paso la lista correspondiente, que “no has de romper sino guardarla en uno de los bolsillos del bolso para consultarla al rehacer el equipaje al regresar”, hacer la valija no es una operación tan fácil como puede parecer a primera vista, porque “hay que saber aprovechar todos los espacios, no dejar ningún hueco”. Primeramente se colocan los objetos pesados, los zapatos y zapatillas en sus respectivas fundas. Encima va la ropa blanca (interior), los guantes, bufandas o bañadores según el destino, todo cuidadosamente doblado, lo mismo que los vestidos y faldas.

Sólo se deja para el día de la partida la preparación del bolso de mano, que deberá incluir, sin duda alguna en primer término, artículos de higiene y cosmética, una muda de ropa interior, algún material de lectura amena. Se desaconseja llevar joyas de valor, salvo las puestas. Floriane Prévot recomienda a aquellas que viajan solas, sin el respaldo protector de un marido, “ser muy prudentes y poner mucha atención a los turistas de las más inverosímiles procedencias que llegan en alud a las grandes capitales: lo más seguro es no tratar con ninguno que no haya sido presentado por una persona de reconocida solvencia”. La autora de La enciclopedia... tiene sus buenas razones para advertirnos de esta guisa: “Muchos extranjeros, particularmente los nórdicos, tienen una moral tan desorbitadamente amplia, que se confunde con la franca amoralidad”. Lo de siempre, hijas, nada de confundir libertad con libertinaje.

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