Perdidas, desconcertadas, errabundas nos descubrimos a veces en este arduo camino de ser modernas pero también ser mujeres (ay, si pudiéramos ser como esas mujercitas tan bien aconsejadas por nuestro imprescindible Inutilísimo, ver pág. 16) hechas y derechas. Creemos, en ocasiones, ver los destellos de la luz de la sabiduría femenina al final del camino y hacia ella nos abalanzamos. A veces, cuando diosa fortuna acompaña, nos sale bien; otras, la mayoría, notamos desilusionadas cómo la burbuja ha estallado en nuestras manos condenándonos a ser lo que somos, aunque nos vistamos de seda: este manojo de pelos resistentes a toda crema antifrizz, malhumores matutinos, dolores varios y dermis en nada parecidas a esas maravillas luminosas de la tele. Pero ha llegado en nuestra ayuda, amigas y por qué no amigos, un correo electrónico proveniente de una “escuela de modelos” que nos ha confirmado lo que siempre sospechábamos: hay eterno femenino a pesar de lo moderno. Compartan nuestra dicha. “La Mujer (N. de R.: así, con mayúscula, no como nosotras) por su naturaleza femenina, observa y admira el mundo de imágenes ideales que la moda dicta en cada temporada. Desde niñas les agrada seducir (N. de R.: acabáramos). Sin importar la edad, cada una a su manera y en su momento no puede evitar coquetear. Pero... ¿cuál es el secreto? (N. de R.: ¿eh?)... En ser coherentes con su propia personalidad (N. de R.: las incoherencias gramaticales no corren por nuestra cuenta). Que se acepten y se quieran, se mimen mucho y se critiquen poco. En que sepan que son únicas e irremplazables... La proyección de esa imagen es decisiva para alcanzar lo que se sueña.”

Tan únicas, tan irremplazables, que sólo se trata de proyectar que una se ve divina para alcanzar sus metas en la vida. Practiquen con nosotras: me gusta ser Mujer, me gusta ser Mujer, me gusta...