Llegaron desde 13 provincias, con la ilusión cifrada en no defraudar las expectativas de las concurrencias que las habían elegido en discotecas, asociaciones, pubs y grupos de encuentro provinciales como las más lindas de cada lugar. Habían viajado, las representantes en cuestión, dispuestas a participar de la elección de la Reina Nacional Gay 2006, que se hizo en un boliche de Córdoba el fin de semana pasado. Todas eran mayores de 18, hicieron dos pasadas (una en ropa de calle –”ropa informal”–, otra en ropa de noche), y se pasearon ante un jurado (diseñadores, estilistas, modelos, artistas, “personalidades destacadas de la comunidad en el país”, con quienes antes habían almorzado para contarles sus vidas y “demostrar alguna de sus habilidades”) que terminó votando a Natalia Paz, la representante de la disco Amerika, como reina; a Paola Medina (de Rosario) como primera princesa, Micaela Gallardo (de Santiago del Estero) como segunda princesa. Hubo, también, dos galardones de yapa: el de Miss Simpatía, concedido a Virginia Zanatta (de Córdoba) y el de Miss Elegancia, a Camila Sáez (de Mendoza). Como para agregarle no diríamos que glamour, pero sí algo de brillo mediático, entre el público estuvo la mismísima ex primera dama cordobesa Olga Riutort. Ahora, decimos nosotras que somos maliciosas y sufrimos la ola de frío que se nos vino encima, con el chiste todo bien, pero ¿realmente hace falta tomarse los certámenes de belleza tan pero tan en serio como para que parezca que lo están reproduciendo, con todos sus horrorosos prejuicios incluidos? Hmmm.