MONDO FISHON
Los escenarios elegidos son los potreros, tanto en Pampa de los Guanacos —Santiago del Estero—, El Soberbio —en Misiones— o El Durazno —Catamarca— y algunas divisiones inferiores de clubes deportivos. En ellos el fotógrafo Gustavo Di Mario practica su deporte favorito, la fotografía, que documenta estilos espontáneos con mirada antropológica y la exaltación de la crudeza con sello preciosista, que se manifiesta ya en la toma de un nene que con remera rosa de etiqueta de moda porteña de los ‘80 Osh Kosh y que dice “Actitud de chica” en inglés, se viste para salir a golear en cancha de arena, los stenciles caseros con la figura de Diego Maradona o los logos deportivos.
El libro se llama precisamente Potrero, compila un ensayo fotográfico sobre el estilo argentino que se desprende del fútbol y fue editado por el sello Retina —con prólogo del mismísimo superhéroe local, Diego Maradona, al que homenajean las estampas de la portada—.
Gustavo Di Mario, quien se destaca como fotógrafo de modas para publicaciones especializadas (entre ellas la revista Elle argentina), es solicitado por agencias de imágenes y firmas de moda para sus campañas publicitarias; tiene un súper look que combina lo deportivo con detalles folk, variaciones sobre el poncho lucido con la gracia de un dandy y accesorios que van de cadenas rockeras a plumas compradas en casas de souvenirs etnográficos y acostumbra a producir sus propias tomas con usos inéditos de la indumentaria masculina. Y ese modus operandi se refleja en el libro tanto cuando irrumpe un joven árbitro vestido con short negro y remera al tono y medias a la rodilla que podría ser modelo de campaña de una marca de indumentaria deportiva o el nuevo favorito de los Hermanos Estebecorena (para quienes el fotógrafo realizó una campaña reciente) para su puestas de moda como el arquero de una división inferior del club El Porvernir, con chaqueta y guantes blancos y celeste, y quien podría oficiar de modelo de Prada o Helmut Lang, colección para hombres de temporada reciente.
Transcurren, además, escenas de moda con cabezazos, flexiones y demás destrezas y el ojo de Di Mario y también el ojo del espectador se disparan en el vestuario masculino. Una procesión de hombres apenas vestidos con toallas raídas o multicolores, posan frente a un crucifijo de madera, un hombre apenas vestido con vendas en los pies, una escena de coquetería frente al minúsculo espejo sobre el lavabo donde un jugador verifica la apariencia de su corte de pelo matizado con claritos, el tatuaje en la pierna de un jugador del club Almirante Brown... que posa con calzoncillo Calvin Klein y cadena de plata, descalzo, sobre el piso de cemento, antes de salir a la pasarela del potrero.
Más fetichismo y erotismo masculino transcurre en el vestuario del Club Comunicaciones, con primer plano de piel que deja ver la transparencia de un boxer símil bermuda roto de marca Envión y varios Eyelit tirados en el piso rodeados de vendas medicales o la herida en los glúteos de un jugador. La exaltación de interiores de los gimnasios, con placards de metal, casilleros para botines, a las habitaciones con trofeos y posters de varios de esos jugadores, la tipografía casera de la entrada de los potreros de clubes, el vendedor de maníes o el ordenanza y el hincha con remera 100 por ciento rollinga son a la vez documentos de moda.
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