URBANIDADES
Quien tiene plata hace lo que quiere
› Por Marta Dillon
No es esta la primera vez que una se pregunta el sentido de invertir recursos en investigaciones cuyos resultados no sólo distan de parecerse a tales sino que además habría que preguntarse si era necesario hacer una investigación para terminar publicando pavadas del estilo de las que nos regalaron esta misma semana científicos del Instituto Karolinska, de Suecia, a la sazón mismo instituto que entrega el Premio Nobel de Medicina, quienes se dedicaron durante un tiempo a escanear el cerebro de mujeres lesbianas y heterosexuales y de hombres. Podríamos obviar por esta vez –y sólo para no cargarnos innecesariamente a tan preciados galenos e investigadores– que las identidades son estratégicas y no categorías estancas. Quiero decir, decir “soy lesbiana” puede ser una manera de pertenecer, de hacerse fuerte en una inquietud, en un malestar que puede convertirse en rasgo, especificidad, incluso glamour –aunque ya sabemos que hay identidades más glamorosas que otras–. Pero de ahí a que te escaneen el cerebro como si estuvieran buscando tumores para ubicar la falla. Y peor aún, ¡para constatar que una lesbiana se parece a un hombre! Qué sé yo, chicas –digo chicas porque la investigación la lidera una tal Ivanka Savic–, ¿no será mucho?
Identificarse estratégicamente a partir del deseo sexual no quiere decir meterse en caja, en cajita, con etiqueta y todo para tranquilidad de unas y otros, para que a simple vista se sepa: ésta es lesbiana; ésta, heterosexual. ¿Y si después alguna salta el cajón y se acomoda en otro?, ¿qué hacemos con la experiencia con las feromonas femeninas que estimulaban el cerebro de los varones heterosexuales y las lesbianas? Debe ser culpa de las feromonas, porque evidentemente, como dice en el diario Clarín, “esta mujer –explica Matilde Otero Quesada, investigadora del Conicet– funciona como un hombre”. Lo que no explica Matilde es cómo hace para funcionar como un hombre cuando, por ejemplo, “esta mujer” tiene que buscar trabajo en un medio –latinoamericano, para usar los datos que presentó la ONU esta misma semana–, donde las mujeres actúan masivamente pero tres veces más precarizadas que los varones, con sueldos más bajos por el mismo trabajo y siempre recibiendo ofertas ligadas en su mayoría a las características que habitualmente se atribuyen al género: limpien, cuiden, nutran, adornen, déjense estrujar y por favor bajen.
Lo más gracioso de todo este inútil asunto es que los científicos y científicas involucrados en este relevamiento son incapaces de explicar por qué hay mujeres que huelen a otras mujeres (nada dice sobre los varones que huelen a travestis, sobre las mujeres que huelen transexuales, sobre los y las transexuales que huelen hombres y así podemos seguir), ni tampoco explican cómo se les ocurrió investigar el mecanismo olfativo que hace que una chica quiera oler a otra y le pasen cosas.
Pero bueno, tanta pavada que da miedo –porque por algo lo habrán hecho ¿no?– no hubiera llegado a nuestros ojos y oídos si no hubiera salido en la doble página central del diario de más circulación de la Argentina, compartiendo espacio con “Envían caracoles de tierra al espacio”, nota que confieso que no leí porque quedé prendada de la infografía de mentas donde las feromonas largan humito y se ve cómo llegan al cerebro. Pero bueno, una está acá, en un diario, haciéndose responsable y por eso exhibe su autocrítica. El mismo día en que todo esto sucedía este mismo diario sacó en tapa la noticia sobre el aumento de las jubilaciones intitulándolo “El viagrazo”, negando la existencia de jubiladas a quienes el Viagra no les hace efecto –imaginen, recibir y recibir sin ni un poquito de lubricación, que es lo que falta en la edad madura y mucho más cuando no hay tiempo de excitación adecuado– y además obviando que por mucho que haya aumentado la jubilación mínima, lo cual es para festejar, dudo mucho de que les alcance para Viagra.
En fin, el que tiene plata hace lo que quiere, como por ejemplo investigar varones hetero, mujeres hetero y lesbianas para ver en qué se parecen. Usted, ¿qué piensa?