Viernes, 2 de febrero de 2007 | Hoy
CLASIFICADOS
Por Roxana Sandá
–Les dejo unas fotos de una playera de la zona Oeste (creo que San Justo) que la rompe. Espero empezar a armar un gran tema con muchas fotos de chicas de estaciones de servicio.
–Esa YPF queda en San Justo (Catamarca y Pichincha). Lo sé porque trabajé por la zona. La mina tenía un tatoo grosso en la espalda. Se comentaba que trabajaba de gato con otra más sobre la calle Arieta.
–Cerca hay una estación de servicio en la esquina de Pancho46, en Constituyentes, a cuatro cuadras de General Paz. Hay culos excelentes y parecidos.
–Terrible orto. En las de Petrobras hay cada mina que estalla.
(De www.spookyentertainment.com.ar/foro/)
–¡En algunas estaciones de servicio trabajan unas minas que deberían ser escorts! Por ejemplo, la que está en Córdoba y Gascón, y la de Panamericana y Rolón. Terribles hembras.
–Yo en Laferrère vi unas muy turritas. Te hacen sonrisas... ¡No sé qué pensar sobre estas chicas!
–Yo vi unos hermosos hembrones en Florencio Varela, estación de la firma brasileña. Son unos minones infernales vestidas con remeras y pantalón de lycra rojo o blanco.
–Hay un par en Quilmes, Camino General Belgrano, donde hay un boliche. Calcitas rojas, ¡terribles! Pero no sé qué onda. También en Banfield, por la calle Santa Fe, de azul y blanco.
–No entiendo por qué piensan que toda mina que esté fuerte, que usa eso para vender, tiene que ser gato.
–Bueno, tampoco creo que pertenezcan a la orden de las carmelitas descalzas (...). Las niñas saben que vestidas así van a recibir todo tipo de lances y aceptan el juego (...) Pero no podemos negar que la chica que acepta uno de esos trabajos sabe con qué se puede encontrar...
Sobre finales de los noventa, cuando un centenar de chicas iniciaron el auge de contratar playeras para estaciones de servicio de Capital, un empleador justificó a este diario que “el 99 por ciento de los clientes son hombres, por eso el sexo y las dotes del personal pesan a la hora de elegir dónde cargar”. Por bastante menos de los 1000 pesos básicos que establece el convenio colectivo de trabajo más propinas, se convirtieron en las mujeres-anzuelo de la precarización, sometidas por partida doble a las lógicas empresariales y masculinas, y a los vaivenes de las negociaciones sindicales, que aún les deben una suba salarial del 19 por ciento acordada para febrero próximo. A ellas, el espacio de negociación laboral les queda tan estrecho como las prendas de lycra que les obligan a usar, y el requisito excluyente de veinteañeras “con vocación de servicio” suele vaticinarles malos momentos, sobre todo cuando el turno de la noche toca en desgracia. Los empresarios que las contratan viven llorando su escaso margen de ganancia. Por eso descargan responsabilidades en las petroleras y flexibilización en “las chicas”, a quienes consideran parte de los productos que ofrecen. En el Sindicato de Obreros de Estaciones de Servicio no ignoran que ellas son el hilo más delgado del carretel, por su condición de mujeres devenidas en objetos 40 horas semanales. Pero tampoco gestionan un marco que las contenga. Sucede que el género no es tema de agenda.
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