Vie 18.05.2007
las12

LA VENTA EN LOS OJOS

El sí fácil

› Por Luciana Peker

La cabeza se agacha y se vuelve a levantar. Los ojos miran de frente. Y parece que subir y bajar —el gesto que dice sí— es mucho más pro, progre, cool, in, positivo que menear la cabeza de costado y decir no. La apología del sí fácil de la última publicidad del chicle Beldent —mascar chicles está mucho más cerca, gesticulativamente hablando, de la abertura vertical del sí que de la oposición horizontal del no— expresa toda una era. Una era donde ya casi no se habla con desconocidos (y cuanto menos se habla más se entretiene la boca con el chicle) y el cigarrillo ya no es excusa para pedir —ni un cigarrillo ni un pie de conversación—. El chicle, ni siquiera con globo, es free, es libre, es entretenido, es XXI.

Y es —debe ser el deber ser moderno— positivo. Que no es lo mismo que optimista. No se trata de ver lo que está mal e intentar cambiarlo. Se trata de ver bien o no ver nada. Y se trata —según el filo Beldent— de decir que sí. En ese sí hay signos positivos —una señora madura que se atreve a darse vuelta en una vertical de la mitad de la vida o una joven que se tira al río con sus amigas—, pero hay un signo negativo, decir que sí es, sí o sí, un calificativo positivo.

En realidad, decir sí no quiere decir no ser negativo o negativa, ser buena madre, novia, amiga, sino, muchas veces, y mucho más para las mujeres, ser sumisa, insegura, temerosa, dependiente. No animarse a decir no (tengo frío para ir al río, tengo ganas de vivir sola o de quedarme a ver una película, no tengo ganas más que de estirar los dedos entre un enjambre de frazadas, no quiero ver la última de Bond, no James Bond) es parte de una cultura femenina que valoriza el sí fácil en el sentido amplio o que desvaloriza la determinación y presupone que el no de una mujer es un sí encubierto.

En la obra Sentimientos sí y sentimientos no, el autor sueco Robert Sjöblon enseña cómo una nena que puede decirle a una amiga que tal vestido no le gusta es una niña que está más fortalecida para confiar en sus percepciones y sentimientos frente a los demás y, por ende, cuidarse de todo tipo de maltratos (desde pequeños abusos de poder cotidianos hasta abusos sexuales de familiares o conocidos). Por eso, la oda al sí, sí, sí (si quiere ser feliz diga que sí) no es simplemente una estrategia publicitaria. Es la cultura de que no hacerse problema por nada es mejor. ¿No? ¿o Sí? Seguro que no es un tema menor. El sociológo Hernán Manzelli —autor de la investigación La coerción sexual vista por varones adolescentes— cree que es fundamental la construcción del no en las más chicas. “Los varones creen que las chicas siempre te van a decir No y que está en ellos cambiar ese no. Para los chicos, torcer la opinión femenina es parte del juego sexual y no es así. Los colegios deberían enseñarles a las adolescentes que el valor del No puede evitar la vulnerabilidad social”, resalta. Lejos de pegar el chicle debajo de la mesa. No problem. ¿Yes? ¿O nou? ¡NO!

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