Vie 01.06.2007
las12

LA VENTA EN LOS OJOS

El loto puede cambiar

Tu vida puede cambiar” es un lema que suena bien. No importa cuán buena o mala sea la vida, pero el saber, escuchar, creer o confiar en que la vida no es un guión armado, sino que tiene caminos, esperanzas, mapas, personas y fotos distintas, en general, da ganas. Por eso, las casas de loto se reproducen en la ciudad como coartadas –ciertas o ficticias– a la idea de que la vida –la que hay– no es vida. A veces –muchas– el juego puede ser vicio, adicción o trampa. La idea de cambio está en el juego y no en jugársela a cambiar. Hasta ahí, el juego vale.

Pero ¿es necesario que el Estado no sólo incite al juego –es la Lotería Nacional la que dice que la vida no puede cambiar por estudiar, trabajar, esforzarse haciéndose cargo de que la movilidad social murió en los ’50– sino que alardee de que la única alternativa de cambio está en apostar? Y eso no es todo: el afiche en donde un señor canoso, visiblemente maduro y mayor, está bronceado y abrazado con dos mujeres es visible y bochornosamente sexista, antiética y –se puede presumir– apologista de varios males sociales (por no decir delitos).

La publicidad de la Lotería Nacional Sociedad del Estado tiene una responsabilidad en los mensajes que muestra. En Brasil y en España se han cambiado las campañas oficiales para no fomentar el turismo sexual ni promocionar ningún organismo estatal a través de mensajes que estereotipen a los varones y mujeres en roles sociales denigratorios. Esta publicidad, en cambio, sí denigra. El ente estatal no contempla que la situación de playa que se describe y las dos mujeres que aparecen abrazadas al canoso veterano dan la imagen de un señor que parece festejar el turismo sexual, que menosprecia a las mujeres que están con un hombre con el que no hubieran estado sin loto mediante. Aunque también se denigra al varón con la vieja idea de que los hombres tienen la potencia del dinero o no tienen nada (mucho menos, mujeres).

“Tu vida puede cambiar”, propone la Sociedad del Estado que apuesta “Jugá al Loto” prometiendo que un hombre maduro podría, si ganara, comprar –igual que un auto, una casa, una lancha, unas vacaciones, un traje– a dos mujeres. Entonces, entre el ajuar de sus placeres pasaría a tener doncellas de una corte de veteranos con tarjeta dorada.

Hay cosas que no sólo pueden cambiar. Deben cambiar. En este caso, la publicidad de la Lotería Nacional.

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