LA VENTA EN LOS OJOS
› Por Luciana Peker
Las chicas pegaban portazos, daban cachetazos, despedazaban flores, estrujaban los dedos y chocaban autos sin más razón que la rayadura de la menstruación. Y lo peor era que “cuando les duele a ellas, nos duele a todos”, según alertaba Anaflex Fem. La publicidad –comentada el 22 de junio de este año en Las/12– se titulaba “Insoportables”, según la mirada despectiva sobre los efectos menstruales y sus derivaciones monstruoso–alucinógenas en las mujeres. Sin embargo, es interesante ver cómo un producto similar puede hacer una publicidad diametralmente distinta.
En el caso de Buscapina Fem, en vez de frenar la insoportabilidad femenina se promociona hacer soportable el dolor menstrual. En la tele se ve cuando la mamá dicta “las mujeres nacimos para sufrir”, y la hija contesta –con un tono de asquito e incredulidad adolescente que me gusta particularmente– “¿me estás hablando en serio, mamá?”, como si la posibilidad de equiparar la feminidad con el sacrificio ya no pudiera tener lugar. La mamá se ríe, la complicidad se hace chiste y el slogan proclama: “Disfrutá de ser mujer siempre”. Con ese mismo foco –de rescatar el placer y no de denunciar el pire– en la web Buscapinafem.com.ar se contesta la pregunta “¿Por qué duele la menstruación?”. “El útero colabora con el desprendimiento del endometrio mediante la contracción de sus fibras musculares. Ese exceso de contractilidad produce el típico dolor cólico”, detallan. “La tensión emocional y la sensación de decaimiento que muchas mujeres sienten durante la menstruación contribuyen a una percepción más intensa del dolor”, enmarcan. En contraste con la otra publicidad (y con la imagen lombrosiano-popular), no es que las mujeres nos convertimos en asesinas por impulso de un descontrolado caudal sanguíneo. No somos perras con rabia, pero sí, posiblemente, mujeres más cansadas, perceptivas, sensibles, sensuales o doloridas en esos –que no tienen por qué ser malditos– días.
Pero admitir la incidencia de la menstruación también es novedad. Uno de los impulsos en la pelea por la igualdad de sexos en los ’60 fue borrar las diferencias. Ahora estamos más fuertes para poder reconocer que la menstruación nos hace distintas y, en algunos casos, incluso más vulnerables. Aunque eso no tiene que esconderse –como promocionan las toallitas higiénicas que venden absorción de sangre azul–, ni ridiculizarse. Sí se puede –según la decisión, el deseo y el dolor de cada mujer– aliviar con alguna medicación los síntomas menstruales.
Pero, más allá de la información, entender el propio cuerpo es parte de entender quiénes somos, quiénes fuimos y, principalmente, que somos mujeres que podemos elegir tener o no hijos y no que somos poseídas por nuestros propios demonios. No por nada, Analía Bernardo y Myriam Wigutov van a volver a dar, a partir del 11 de septiembre, en el Instituto Hannah Arendt, el seminario “Recuperación del ciclo de la sangre femenina como arquetipo positivo de identidad y sacralidad”.
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