ARQUETIPAS › ARQUETIPAS
la impotente
› Por Sandra Russo
–¿Y a mí qué me importa?
–Bueno, es el hombre que querés.
–Sí, lo quiero, pero ése es su problema, no el mío.
–Bueno, es su problema, pero ahora también es el tuyo.
–¿Yo? ¿Yo qué tengo que ver?
–Bueno, Alicia, algo tendrás que ver. Le está pasando eso con vos.
–¿Qué querés decir? ¿Que con otra no le pasa? ¿Y vos cómo sabés?
–No dije eso. Digo que no la está pasando bien ninguno de los dos. ¡Qué sé yo si con otra no le pasa!
–Yo creo que entre nosotros las cosas ya no funcionan. Se gastó.
–¡Pero tenele un poco de paciencia, Alicia! ¿Cuánto hace que están juntos?
–Seis años.
–¿Y en seis años es la primera vez que pasa?
–Y... prácticamente sí.
–¡Pero entonces dejate de joder! ¡Ponele el hombro al compañero!
–Mirá, yo el hombro se lo pongo, pero es peor: me llora.
–¿Cómo que te llora? ¿Llora en serio o es una manera de decir?
–Llora, llora.
–¡Está angustiado!
–¡Y cómo no va a estar angustiado si se quedó sin laburo y el hijo del primer matrimonio le pidió que venda el departamento para irse a España y el padre le pidió que lo deje irse a vivir con él y le pesificaron el plazo fijo y encima lo tenía en el Scotia?
–Ay, Alicia, me dejás muda. Con todo eso que le pasa al pobre, ¿te parece que te tenés que poner así porque no se le para?
–No es el hecho.
–¿Y cuál es el hecho?
–El hecho es que yo también me quedé sin laburo y la menstruación ya me viene cada tres meses y mi mamá me pidió que le devuelva los 10 mil dólares que me prestó para comprar la casa.
–¿Y eso qué tiene que ver con la impotencia de él?
–Qué sé yo qué tiene que ver con la impotencia de él. Yo te estoy hablando de la mía.