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–¡Por fin te encuentro! Me daba siempre ocupado.
–Estaba en Internet.
–Ay, tenés que solucionar ese tema. No puede ser que me dé siempre ocupado.
–¿Qué te pasa? ¡Te tiembla la voz!
–¡Se me hace tarde! Tengo turno cinco y media.
–¿Con el médico?
–No, en la peluquería.
–Ay, nena, me asustaste.
–Estuve pensando.
–¿Qué?
–¿Me tiño rojizo?
–¿No te ibas a teñir de rubio almendrado?
–Sí, pero, ¿no es aburrido el rubio almendrado?
–Qué sé yo, Carla, ¿vos te querés teñir el pelo o querés entretener a los demás?
–Yo quiero cambiar.
–Pero si de castaño pasás a rubio almendrado, es un cambio.
–Pero un cambio boludo. Nadie se va a dar cuenta.
–Y bueno, ponete rojizo.
–Me estás diciendo que sí como a los locos.
–No, Carla, pero si te gusta el colorado...
–¡No, colorado no! Rojizo, digo.
–Bueno, si te gusta el rojizo ponete rojizo.
–¿Pero no quedaré muy psicóloga?
–¿Y qué tiene si quedás psicóloga?
–¡No quiero quedar psicóloga!
–¿Qué querés quedar?
–Qué sé yo, diseñadora de indumentaria, artista plástica.
–¿Y no hay diseñadoras de indumentaria rojizas?
–No sé, no conozco a ninguna.
–Ahora que lo pienso, el rojizo te va quedar muy bien.
–¿Te parece?
–Sí, con tus ojos claros...
–Bueno, me tiro a la pileta.
–Dale.
–¿Y si quedo psicóloga?
–Pero qué hinchapelotas, ¿qué tiene si quedás psicóloga?
–Están pasadas de moda, ¿no viste? Ese look psicóloga que hace reiki, qué espanto... Psicólogas que salen con psicólogas a tomar tragos largos, las ves en todas partes, qué horror, psicóloga separada, psicóloga con potus, psicóloga con gato siamés, psicóloga que baila tango...
–Carla...
–¿Qué?
–Yo soy psicóloga.