ARQUETIPAS
lencería
Por Sandra Russo
–Te tengo que pasar un dato bárbaro.
–¿Sí?
–Encontré un lugar donde venden segunda selección de lencería de encaje. Me compré unos conjuntos a-lu-ci-nan-tes.
–¿Sí?
–Me compré un conjunto negro con el corpiño push up y la bombachita calada que no sabés lo que es.
–Qué lindo.
–Y me compré otro... ¡rojo! No pude resistirme. La parte de arriba es como un corset, con una cinta de seda entrelazada. ¡Cómo calza!
–Qué bueno.
–Y otro tornasolado, con un animal print que apenas se ve. Es medio bailantero, pero tiene un toque elegante. Ese viene con tanga.
–Yo la tanga no la soporto.
–¡Yo tampoco! Pero un rato, nena, no vas a andar con ese conjunto puesto todo el día. Es para un rato de guerra.
–Ah, claro.
–Y otro...
–¿Cuántos conjuntos te compraste?
–No, éste es el último. Es color champagne, bien sobrio, de lady. Tiene un corpiño transparente y una trusa tipo años cincuenta que te modela perfecto. Otro estilo.
–Ah.
–Pasé ayer, y lo descubrí por casualidad. Cuando entré, no lo podía creer. Me compré esos conjuntos y después me pasé la tarde probándomelos. ¡Qué delicia! Me ponía el bailantero y me sentía re-guarra. Me ponía el color champagne y me sentía Lana Turner. Es increíble cómo el hábito hace al monje, ¿no?
–Y, sí.
–Tenemos que ir juntas. Hay que renovarse, Catalina.
–Sí.
–Che, no te noto muy entusiasmada.
–No, sí.
–Queda por Caballito. ¡Qué buen programa salir juntas a comprarnos lencería! ¿Te encanta?
–Sí.
–Catalina, ¿qué te pasa?
–¿Vos te olvidás que yo estoy casada?
–Bueno, pero hay que mantener el fuego vivo, Catalina.
–Pero tengo un bebé de seis meses. Apenas me peino y me lavo los dientes. ¿Te parece que estoy para pensar en lencería?
–¿No?
–No.