ARQUETIPAS
Y tu mamá también
Por Sandra Russo
–Tu mamá, ¿cómo anda?
–Bien, gracias.
–¿Cada cuánto la ves?
–Una o dos veces por mes.
–¡¡¿Una o dos veces por mes?!!
–Bueno, a veces un poco más, pero si está bien, sí, una o dos veces por mes.
–¿A veces está mal?
–Bueno, una gripe, la artrosis, esas cosas.
–¡Querida! ¡Tocá madera! ¡Seguís participando!
–¿Tu mamá anda mal?
–Ese es el problema. No sé.
–¿Cómo que no sabés?
–Ella dice que no, pero yo creo que sí. A mí me conviene creer que está bien, porque así yo hago mi vida, pero íntimamente creo que no está tan bien como dice, entonces me da culpa. Si yo creyera que realmente está bien y llegara a estar mal, si pasa algo, yo no me sentiría culpable. Pero si yo tengo la sensación de que está mal y no me ocupo, si le pasa algo, no me lo voy a perdonar, ¿entendés?
–Perfectamente.
–Bueno, ¿qué hago?
–¿Qué te parece que le pasa?
–Yo creo que tiene Alzheimer.
–Mirá que tu mamá siempre fue medio pireti.
–Sí, pera ahora no se acuerda de cómo me llamo.
–¡Cinthia! ¿Cómo que no se acuerda de cómo te llamás?
–Ayer me dijo: “Hola, Norita”.
–¿Quién es Norita?
–¡Y qué sé yo!
–¿Y por qué no la hacés ver?
–¿Te das cuenta? Me tengo que empezar a ocupar.
–Bueno, te digo que una simple confusión o la falta de memoria no significa que tenga Alzheimer. Esperá un poco...
–¿Y si se pierde?
–¿Cómo si se pierde?
–Mirá si se pierde.
–¿Y por qué se va a perder?
–Porque ella no puede tener Alzheimer y quedarse diciéndome Norita, vas a ver. Seguro que sale para la pescadería y termina en Chascomús y a mí me va a dar un ataque de culpa tremendo.
–Entonces llevala al médico, así te quedás tranquila.
–¿Para que me diga que tiene Alzheimer? Oh, no.