Edén inabarcable de amantes del cine, en un verano de calores –todavía– soportables y chaparrones a la vuelta de la esquina, París propone una cartelera ecléctica, de una diversidad incitante, excitante. Aparte de algunos estrenos locales tan interesantes como La moustache, de Emmanuel Carrere con Vincent Lindon y Emmanuelle Devos, y de producciones de otras latitudes (Eros, tres episodios firmados respectivamente por Michelangelo Antonioni, Steven Soderberg y Wong Kar-wai), la oferta comprende ciclos apropiados para provocar palpitaciones con la sola lectura de nombres y títulos, entre los cuales: Michael Cimino (gran favorito de Perlas en TV por El año del dragón), realizador norteamericano de quien se está proyectando su filmografía completa, incluida por supuesto –en versión completísima y restaurada– la maldita, grandiosa Las puertas del cielo (1980), western de aliento épico y mirada desmitificadora, con Christopher Walken e Isabelle Huppert (Cimino está en París, obviamente); otro ciclo para morir de placer cinematográfico incluye diez obras del genial inglés Michael Powell (entre las que figura la turbadora Peeping Tom, 1960); un tributo a Jeanne Moreau, “L’Insoumise”, engloba buena parte de las películas donde actuó y todas las que dirigió, como Lillian Gish, documental de 1983; también tiene lugar el homenaje –¿pourquoi pas?– a Jackie Chan (“inventeur de la kung-fu comédie”) que brinda 15 producciones y, claro está, al propio protagonista de Rush Hour en persona. Quedarían por enumerar otros ciclos (Cine Francés durante la Ocupación, por caso) y nombres en cartel de tanta resonancia para cinéfilos/as como Jacques Tati, Anthony Mann, Tex Avery, Yasuzo Masumura (retrospectiva de 14 films, y el estreno parisino de Il état un père), Ernst Lubitsch.

Asimismo, una loca por el cine como la que suscribe pudo darse el lujo de asistir a la avant première, el lunes pasado, de La fille à la valise, que no es otra que La ragazza con la valigia (1960), la poética realización de Valerio Zurlini que se estrenó formalmente el miércoles siguiente.

La ragazza que porta la valija es la radiantemente bella Claudia Cardinale, a los 21, en su primer gran papel (al que seguirían las inolvidables participaciones en Il bell’Antonio, La Viaccia, Rocco e I suoi fratelli, Il gattopardo, 8 1/2, Vaghe Stelle dell’Orsa). Esta ragazza pobre, cantante de clubes nocturnos, ha dejado su trabajo por seguir a un chico adinerado que le promete contactarla con empresarios, pero que luego de cinco días de farra se la quiere sacar de encima. El muy cobarde se escapa en su coche super sport, dejándola varada en una estación de servicio. Pero ella, con su valija a cuestas, después de llamarlo en vano, se le aparece en la mansión donde vive con su hermano menor, Lorenzo. La chica se planta en la puerta y el adolescente es enviado para despedirla. Pero Lorenzo se apiada de las lágrimas de Aida y la acompaña a un hotelucho, llevándole el equipaje. Vuelven a verse, él le presta dinero y la lleva a su casa cuando no hay nadie. Ella se da un baño perfumado después de elegir una bata amarilla que se pone para bajar la escalera justo en el momento en que Lorenzo hace sonar el aria Celeste Aida.Instintivamente, la chica se envuelve la cabeza en una toalla rayada, a modo de turbante. Lorenzo cree que tiene que reparar el daño hecho por su hermano, pero a la vez se enamora perdidamente de Aida. No, no pasa nada: ella muestra la hilacha y lo humilla sin premeditación en la escena del baile de parejas.

Valerio Zurlini filma con extrema, contenida ternura lo que no puede ser porque las diferencias que separan a ambos van mucho más allá de la edad. El cura trucho que le da clases a Lorenzo la tiene bien clara e impone orden. Pero no puede evitar que ocurra una gran historia de amor entre los dos desamparados. Uno hace su penoso aprendizaje, la otra ya sabe demasiado del peor lado de la vida.