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Viernes, 30 de junio de 2006

TALK SHOW

Serás lo que quieras ser

 Por Moira Soto

Bastante antes de que se empezara a hablar en términos académicos de sexualidades migrantes, nomadismo, identidades en transición, mutaciones en marcha, el argentino-uruguayo-francés Copi escribió una serie de piezas teatrales (amén de novelas, cuentos y una historieta que también dibujó) donde con genial frescura y desprejuiciado humor derogó todas las fronteras, quebró todos los límites, se pasó de todas las rayas. En los últimos diez años, se presentaron en Buenos Aires varias puestas muy cercanas a ese espíritu copiano libre y poético, desaforado hasta el vértigo, tragicómico casi siempre: Las cuatro gemelas (1966), de Miguel Gerberof; La mujer sentada (1998), adaptación de la historieta que valió sobre todo por la prodigiosa creación de Marilú Marini; Cachafaz (2001) con dirección de Miguel Pittier y particular lucimiento de Gabo Correa, y, el año pasado, El homosexual o la dificultad de expresarse (estrenada en París, en 1971), presentada por el Grupo (H)umoris Dramatis, con puesta de Guillermo Ghio y memorables interpretaciones de Carlos Portaluppi, Marcos Montes, Catherine Biquard y Leandro Puerta.

Actualmente está en cartel Le frigo (o La heladera), pieza que se presentó en 2004 en el Abasto Social Club y en Puerta Roja, y que en 2006 se repuso en El Excéntrico, siempre por el mismo equipo: Juan Rutkus como L, el ¿transexual? al borde de la menopausia, pero también haciendo otros personajes en desdoblamientos continuos (que incluyen cambios de vestuario) e incluso –en un alarde de histrionismo– actuando en una misma escena, alternadamente, a su madre y a ella misma (del lado derecho, de tailleur y carterita al tono; del izquierdo, de bata de satén rojo). En la dirección, la puesta y la escenografía se suman, a favor, los nombres del propio Rutkus, Juan Ferrara y Javier Albornoz, mientras que el diseño de vestuario es de Francisco Franco.

La rareza del mundo de Copi no se debe tanto a la infinita gama de opciones sexuales que propone con tanta naturalidad, como a las transformaciones que experimentan sus personajes y a las revelaciones sorprendentes que se suceden casi sin que medie la más mínima explicación psicologista. Sin embargo, una vez que se aceptan esos códigos, se puede creer en Le frigo, por ejemplo, que una madura transexual, que trabajó de modelo en el pasado y que ahora estaría escribiendo sus memorias, acaba de recibir en el día de su cumpleaños una heladera de parte de su madre (“ella me arruinó, despilfarró mi dinero en su galería de arte, es una mujer excéntrica e insoportable”, le dice L a un antiguo amante –”mi viejo hippie”– que llama desde Australia para pedirle que vuelva a modelar). La misteriosa heladera queda en medio del living alimentando el disgusto de L, quien en el frenético transcurrir de la pieza, pide las sales a Goliarda, su temible ama de llaves que siempre la desobedece y que, cuando es despedida, amenaza a su patrona con cortarle las nalgas con la porcelana de Limoges...

Siempre al borde del ataque de nervios, L recibe a la doctora Freud (representada por un maniquí de vidriera en esta oportunidad, si bien cuando la interpretó el mismo Copi en Francia, en 1983, el cuerpo inerte echado sobre un divancito rodante pertenecía a Marilú Marini). En la escena de la consulta a domicilio, L lleva un vestuario que es como lo opuesto a una camisa de fuerza (varias camisas largas unidas con algunas mangas sueltas) para confesar sus cuitas: la noche anterior anduvo de boliche en boliche en busca de un bigotudo maso, pero apenas consiguió una lesbiana que le pegó con la cadena de la bicicleta.

Sin duda, el plato fuerte de Le frigo es el encuentro entre madre e hija, con Rutkus interpretando de perfil a una y a otra en un diálogo descabellado donde se destapan increíbles secretos familiares. La descarada progenitora pide “un té con una gota de esperma, como siempre”, antes de exigir un cheque por una suma altísima para pagar los gastos de un joven gigoló negro que se consiguió en las escaleras de Le Sacre Coeur. Pero eso no es todo, claro: falta la aparición de la rata (un bicho que se reitera en otras obras de Copi, aquí bajo forma de un títere) detrás de la heladera. “Es cierto que entre vos y yo hay diferencia de edad, pero no es fundamental”, le dice L al joven animal. “No sos la primera rata en mi vida, me levanté muchas en la ruta, pero nunca encontré una que me amara de verdad.”

Esta puesta ha encontrado, en todos sus rubros, la sintonía precisa con ese universo totalmente ajeno al sistema binario, a convenciones sociales y morales respecto de la vida familiar y sexual, donde reinan la ironía y el desmadre que desconoce toda forma de reduccionismo.

Le frigo, en El Excéntrico de la 18ª, Lerma 420, 4772-6092, a $ 12 y $ 8, los sábados a las 23.30.

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