Viernes, 6 de abril de 2007 | Hoy
TALK SHOW
Por Moira Soto
Parte del ciclo de telefilms producidos por Canal 7, realizados por duplas integradas por un/a director/a de cine y uno/a de teatro, se proyectará durante la 9ª edición del Bafici que abrió el pasado martes y proseguirá hasta el 15 de abril. El ciclo comenzará a emitirse por el canal público el próximo 27 y continuará los últimos martes de cada mes, pero previamente se podrán ver, dentro del marco del Festival, Urgente (el 13 y el 14, en el Abasto y el Malba, respectivamente), de Albertina Carri y Cristina Banegas; Mujeres elefante, de Adrián Caetano y José María Muscari; La señal, de Rodrigo Moreno y Vivi Tellas, y Quince minutos de gloria, de Paula Luque y Ana Alvarado.
Ya desde las primeras imágenes, desde los primeros sonidos creados por Carmen Baliero, Urgente sobresalta, desacomoda el ojo y el oído acostumbrados a los cánones más o menos previsibles de la ficción en la TV abierta. En un espacio no reconocible de suelo rojizo, donde una tranquera parece sostenerse a sí misma y el horizonte está ahí nomás, una mujer despierta a dos chicas –su hija y su nieta– para que la asistan en un nacimiento, donde además de la parturienta hay otra mujer que intenta controlar la situación, y poco después aparece un cura para dar su bendición. La partera tiene algo de bruja, de mujer sabia ligada a la naturaleza mientras que el cura representa claramente un poder invasor, el de la Iglesia Católica oficial, con sus fórmulas acartonadas y vaciadas de todo significado evangélico. Ese nacimiento feliz de un niño deseado –hijo de la maestra del lugar– se contrapone durante el transcurrir del relato al traumático embarazo de la nieta adolescentita, violada por el asistente del cura.
“Con Albertina Carri habíamos tenido una experiencia muy buena al hacer la película Géminis, un trabajo que aprecio mucho”, dice Cristina Banegas, ahora abocada –entre otras actividades– a la producción de un disco de tangos entonados por su madre, Nelly Prince. “Albertina recordó el caso real de una nena que había sido violada, quedó embarazada y se ahorcó en la escuela. A partir de esa trágica historia, armamos la dramaturgia, decidimos llenar el estudio de tierra colorada y hacer esta especie de Dogville criollo, salvando todas las distancias que quieras. Como la asociación va a resultar inevitable, la asumimos, aunque estéticamente y narrativamente haya diferencias sustanciales.”
Banegas acepta que en Urgente se produjeron cruces interesantísimos entre cine, teatro y televisión: “No por nada pensamos el telefilm en diez actos, con su correspondiente título, que luego se redujeron a nueve. Como se trabajó con dos cámaras, la intención de hacer planos secuencia tuvo variaciones, surgió la necesidad de algunos cortes. Albertina escribió la línea argumental y los diálogos fueron producidos por las actrices y los actores en los ensayos, tres semanas donde se hicieron improvisaciones que fueron grabadas y sobre esa base se escribieron los diálogos, algo que no es habitual en nuestra televisión. Cuando llegó el momento de grabar, estábamos todos muy preparados, como sucede en el teatro a la hora de estrenar. Seguros de los personajes, de la estructura de cada escena, de su desarrollo en el espacio”.
Un elenco muy afinado –la propia Banegas, Rosario Bléfari, Analía Couceyro, Alejandra Flechner, la inhabitual (en la tele) María Inés Aldaburu, Enrique Liporace, Luis Ziembrowsky– responde a la propuesta de las directoras: una actuación cercana al naturalismo en un paisaje pictórico de azules nocturnos, amarillos mostaza, rojos sangrientos. Porque uno de los gestos creativos más arriesgados de esta realización es haber llamado al excelente artista plástico –también arquitecto– Juan José Cambre, quien inventó una dimensión escenográfica radicalmente nueva en el medio televisivo, de una belleza arrebatadora que se integra al relato y que es plenamente valorizada por la cámara. Como dice C.B., “nos dio la posibilidad de tener un cielo especial de noche y otro de día, una superluna y un supersol...”.
Entre los objetos con peso físico y simbólico descuellan la campana del colegio parroquial y ese crucifijo que de noche parece irradiar una extraña luminosidad, mérito del extraordinario director de fotografía Guillermo Nieto. También hay un alambre tejido que separa, que aprisiona, que vuelve invisible para los demás personajes sin nombre a esa niña malherida, bloqueada, doliente, objeto de pugna entre la abuela sensata y compasiva y el cura impostado que llega “en nombre de dios”, con la cruel directora chupacirios de la escuela, ambos decididos a “no permitir que se cometa un delito”. Pero la nena, justo cuando llega un televisor al pueblo, decide por su cuenta terminar con su vida, y a la vez practicar ese aborto que le negaba el cura.
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