Viernes, 22 de julio de 2005 | Hoy
Por Luciana Peker
Avelino Vega vive en Río Grande, un pueblo perdido de Catamarca, está desocupado y tiene 12 hijos. El lunes 18 de julio su hija de tres años, con un grave cuadro de desnutrición, sufrió una fuerte descompensación y él decidió envolverla en un abrigo y caminar durante diez horas por los cerros de Tinogasta, con una sensación térmica de siete grados bajo cero, hasta llegar al Hospital Zonal de Fiambalá. “Sólo quería que mi hija desnutrida fuera atendida por un médico”, recalcó Avelino. El médico Omar Pollo informó que la nena tiene sus signos vitales muy deteriorados, pero está fuera de peligro y, conmovida, la comunidad de Fiambalá ya le consiguió a Avelino ropa, alimentos y pañales.
La travesía de Avelino lo va a colocar en el lugar de padre pobre, pero sacrificado, de jefe de familia numerosa, pero no indiferente. O sea: de padre coraje. Pero en la Argentina se necesitarían demasiados héroes individuales para salvar a los (casi) 6 de cada 10 chicos que viven bajo la línea de pobreza y al 12 por ciento de los menores de 6 años que ya son petisos sociales (porque tienen una estatura menor a la normal por deficiencias alimentarias), según datos del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni).
Desde la mirada de los medios, es más fácil personificar en Avelino a un héroe y en Yésica Fernández a una madre descuidada. Sin embargo, los datos sobre pobreza infantil –según un relevamiento del Indec en sólo 28 centros urbanos hay 3.150.000 chicos pobres y casi la mitad de ellos, directamente, indigentes– hablan de una realidad avasallante y de una sociedad que culpa a los padres, sin darles herramientas.
En el momento que el juez le devolvió a Ayelén, Yésica pidió públicamente asistencia económica para mantener a sus tres hijos de 3, 5 y 7 años, aún cuando ella cobra un Plan Jefas y Jefes de Hogar. No es extraño porque este plan es de 150 pesos, cuando, según los últimos datos del Indec una familia de cuatro personas necesita 771,73 pesos para comprar la canasta básica de alimentos. Los datos oficiales muestran el desamparo de los padres para criar a sus hijos. Pero el discurso oficial les pide buena conducta.
El Ministerio de Desarrollo Social ya realizó una experiencia piloto en Ituzaingó y en Santa Fe del Plan Familias por la Inclusión Social que va a lanzarse oficialmente en agosto y al que esperan que se sumen, desde ahora hasta abril del 2006, estimativamente, alrededor de 550.000 familias, con la intención de que lo reciban preferentemente las mujeres porque, según sus estudios, resultaron mejores administradoras del dinero.
Esta iniciativa apunta a que las madres que actualmente reciben un Plan Jefas y Jefes y que tengan tres hijos o más se pasen a la modalidad del Plan Familias, que va a darles 150 pesos a las que tengan tres hijos, 175 pesos a las que tengan cuatro hijos y 200 para las que tengan cinco hijos o más. El supuesto beneficio es que en vez de realizar una tarea o contraprestación –como en el Plan Jefas y Jefes– las madres deben presentar un certificado de escolaridad y salud de sus hijos. Y además también pasan a acceder a otros planes sociales, como el Remediar, a talleres de salud reproductiva, clases de apoyo para sus hijos y cursos de capacitación sobre liderazgo y derechos de ciudadanía.
Pero más allá de estos accesorios, la propuesta presentada –ya en enero– como un subsidio para respaldar que las madres se dediquen full time a sus hijos tiene varias aristas. Por un lado, la inequidad de perpetuar fuera del mercado laboral a mujeres que ya están excluidas del sistema, cuando otras mujeres argentinas, de clases medias y altas, sí pueden combinar eltrabajo y la maternidad. Aunque, ante estas críticas, en los lineamientos de este nuevo plan social se asegura que van a capacitar a las beneficiarias en oficios y servicios y que las van a hacer participar de actividades productivas.
Por otra parte, el Plan Familias va a revisar los boletines de calificaciones de las madres pobres cuando –con 150 o 200 pesos– es difícil asegurar un buen rendimiento escolar y, mucho menos, una salud sin riesgos de tres o más hijos.
¿El país quiere mamás o heroínas?
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