Una constante del Encuentro fue ver a madres, sobre todo jóvenes, con bebés o chicos chiquitos, andando de aquí para allá. Tomando la teta en los talleres, sacando algún suspiro de camaradería entre las mujeres cuando el niño hacía oír su disidencia a fuerza de llantos, o disfrutando de la fiesta que fue la marcha final. Fernanda Naferrate fue una de ellas. Con 34 años, cargó a Lola, de 5 meses, dejó a la mayor con el papá y se tomó el micro desde Villa Gesell para no perderse el ENM que había conocido el año pasado, portando panza. “Lo ideal es venir solas y salirnos de la rutina, de los hijos y los maridos porque es un espacio de tres días para hacer lo que se te cante, ir a un taller, a otro, o irte a la plaza a tomar mate tranquila. Así es desgastante pero acá estoy.”

Se la vio en el Taller Mujer, ecología y medio ambiente, en la escuela Nº 58. Ahí se hicieron varias denuncias, como la venta de tierras a extranjeros y la caza indiscriminada para el turismo en Esquina, Corrientes, la contaminación por PCB en La Matanza, las malformaciones y el cáncer que se propagan en Venado Tuerto a causa de las fumigaciones, o la persecución que sufren los investigadores en la provincia de San Juan. También se denunció la desaparición de fauna y flora originarias a través de la siembra de la soja: “Cuando desaparece el monte, desaparece una gran farmacia natural”, apuntó una mujer. La privatización del espacio público fue otro tema planteado especialmente por las porteñas, en relación con la Costanera Sur. Victoria, de Villa Dominico, Avellaneda, contó que vive a 200 metros de donde estuvo el Ceamse durante 30 años y planteó que, a pesar de su retirada, dejó todo tipo de “enfermedades”. “Soy nacida y criada en el barrio pero me quiero ir y no puedo porque mi casa no vale nada... y ahora quieren traer hamacas, palomitas y árboles para adornar y tapar todo”, apuntó.

Entre las propuestas, se planteó incorporar en la Constitución la figura del delito ambiental. “Si no defendemos el medio ambiente que tenemos nos vuelan a todos, si no nos organizamos vamos a desaparecer”, argumentó Susana Souto, una ingeniera agrónoma. Y la necesidad de exigir a los sucesivos gobiernos que dejen de asociarse con las multinacionales en detrimento de la ecología. La discusión fue armoniosa, hasta que Fernanda –que en su otra vida era productora de Radio Nacional, pero a partir de la maternidad y de empezar a investigar en temas de género, decidió dejar Buenos Aires por Villa Gesell– planteó la necesidad de adherir a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Los gritos que despertó la moción no hicieron mella al sueño de Lola, la beba dormía inalterable. Seguramente su historia preconsciente registrará esta experiencia, lista para despertar cuando sea necesaria.