El 95 por ciento de los adolescentes porteños pide educación sexual en sus escuelas, pero sólo el uno por ciento propone que la información sobre su cuerpo, su iniciación sexual y métodos anticonceptivos sea una única charla durante su escolarización, como actualmente sucede, según una encuesta realizada entre julio y agosto del 2006 a 484 chicos y chicas de entre 12 y 19 años, de la Capital y el conurbano bonaerense, por el Centro Latinoamericano Salud y Mujer (Celsam).

La encuesta, además, tira por la borda la teoría de que la escuela no debe ocuparse de la sexualidad de sus alumnos porque ese rol corresponde a la familia. El 55 por ciento de los adolescentes no les contarían a sus padres si ya iniciaron sus relaciones sexuales y tampoco les pedirían ayuda para saber cómo cuidarse, según la investigación Realidades y expectativas en educación sexual según adolescentes de Capital Federal y primer cordón del conurbano bonaerense.

“No es que los padres no se quieran ocupar, es que para abordar la sexualidad de los demás primero hay que tener en claro la propia”, subraya Alicia Figueroa, ginecóloga del Celsam. Pero hay algo que los padres siguen haciendo igual que sus padres: diferenciar a sus hijas de sus hijos. “Las chicas perciben con mucha más fuerza que los chicos que sus padres se oponen a que inicien su sexualidad. El 12 por ciento de las adolescentes y sólo el 2 por ciento de los adolescentes dijo ‘a mí me matan’ en referencia a si se enteran de que ya tuvo relaciones sexuales. Y a veces ese ‘a mí me matan’ puede referirse a castigos físicos literales. Sin embargo, el 68 por ciento de las y los jóvenes sostuvo que no dejarían de tener relaciones sexuales sólo porque a sus padres no les gusta que lo hagan. Este dato muestra que la educación sexual no incentiva. La realidad es que ellos van a decidir cuándo tener relaciones sexuales más allá de la opinión de los adultos. El problema es que sin información van a decidir por presión, por moda, sin pensarlo o sin cuidarse”.