En el Congreso de la Nación dos veces se presentó un proyecto –por iniciativa del abogado de la CGT Héctor Recalde– para extender la licencia por paternidad. Actualmente, para la mayoría de los varones, es de sólo dos días, que no les alcanzan a ellos para conectarse con su bebé. Ni a las madres para contar con una mano que pueda ayudarlas en los primeros días del posparto, acompañarlas a la primera visita al pediatra, cuidar a los hermanos mayores (si los hay) o sostenerlas en la lactancia y las primeras noches en vigilia. Es evidente que una licencia –que no se asemeja ni siquiera a un fin de semana largo– quedó démodé. Pero no hubo, hasta ahora, voluntad política de aggiornar el nuevo rol paternal a los derechos laborales. En dos oportunidades el Senado dejó caer este proyecto.

En algunos casos, por libre elección, empresas como Unilever, Coca Cola o Microsoft dan cinco días –al menos una semana, pero menos de lo que se pretende– y en algunas localidades los empleados públicos (no privados) tienen más francos para rearmar su vida en familia, como una excepción no generalizada para todos los trabajadores.

Sin embargo, este año el ministro de Trabajo, Carlos Tomada (en el Día de la Mujer, como si los varones no pudieran tener reivindicaciones propias de su género), mostró un alto compromiso con extender los días no laborables para los varones que acaban de ser padres. Tomada llamó a “trabajar fuerte, movilizar voluntades y redoblar lo ya hecho en materia de la licencia parental” para ampliar la duración de las licencias por nacimiento para los padres. Al respecto, remarcó: “Eso sí es legislativo, requiere debate parlamentario y tiene implicancias económicas, pero todos, absolutamente todos los avances tuvieron implicancias económicas y el mundo ha avanzado”, en relación a la resistencia de algunos empleadores a otorgarles días –supuestamente no productivos– a los varones para que entren en contacto con sus hijos/as recién nacidos.