Viernes, 2 de julio de 2010 | Hoy
A Gustavo Galli, el director, le gusta mostrar su escuela. La conoce como su mano y disfruta de las remeras que en esa isla en medio del conurbano sigue pensando que el destino de los chicos no puede ser el de terminar desaparecido como Luciano Arruga ni el de las chicas castradas por algún novio que no quiere que estudien. También le gustan las frases. “Le rogamos no encontrar como natural lo que sucede naturalmente”, dice frente a su pava de mate Bertolt Brecht. Y él no quiere naturalizar que las chicas se vayan cuando quedan embarazadas o que no se pueda hacer nada si los chicos/as son maltratados o viven violencia en sus casas. “La educación sexual se está empezando a dar de primero a cuarto año en todas las materias”, anuncia.
–Esto no pasa sólo acá, pero en el contacto con estas realidades que se dan en un contexto de pobreza uno se da cuenta de que la situación social favorece estas vulnerabilidades. La pobreza va erosionando todo y nosotros vemos que los adolescentes sufren pobreza de intimidad. Y, en muchos casos, hay pobreza de palabras. Como director veo cada vez más dificultad para hablar en los adolescentes, y especialmente en las chicas, en donde la mirada (“Cómo me miró”) genera más problemas que las discusiones.
–Sí, absolutamente. Hay pibas que empiezan a faltar reiteradamente, que las ves tristes o que no se juntan más con sus amigas. Hay casos en que el novio de alguna alumna le impide, incluso, venir a la escuela porque él no quiere que se junte con pibes o porque quiere que esté todo el día con él. Es muy preocupante y difícil porque en La Matanza no hay redes para trabajar estas problemáticas. Por ejemplo, es imposible conseguir un turno con un psicólogo para que hagan terapia. Hay familias muy lastimadas. Por eso, también muchas chicas eligen ser madres adolescentes para sentir que están vivas. Aunque después sea difícil sostener la maternidad a los 15 años.
–El problema de la niñez y la juventud es muy complicado y no se resuelve sólo dando clases de salud sexual integral. Las falencias no son sólo de falta de información. Pero sí está bueno ir usando las variables que tenemos a mano. Yo no tengo la capacidad de ponerme a construir tres piezas en cada casa, aunque me encantaría, pero sí puedo hacerme cargo de lo que me toca y abordar la educación sexual integral en el colegio.
Dice. Y muestra otro orgullo, otra de las remeras que hacen los chicos, para cuidar a los chicos. “No somos peligrosos, estamos en peligros.” Dice la estampa de una manera de educar. Y de no callar.
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