INéS PASIC, GAIA TEATRO, PERú
Nació en Bosnia. Estudió música en Sarajevo, justo antes de la guerra. Todo cambió cuando se cruzó, en Italia, con el mimo peruano Hugo Suárez, desde entonces su pareja. Fundaron, en Lima, el Teatro Hugo e Inés, en 1986. Siempre se interesaron, dicen, en las posibilidades expresivas de cada parte del cuerpo: sus muñecos son de carne y hueso. Es que llevan sus propios latidos. Una frente, la panza, el brazo entero pueden transformarse en personajes.
—Hilo rojo es una historia de amor, desde el punto de vista del poder sobre el ser amado que es considerado como el objeto de deseo. Esta vez es el hombre ese objeto. Dos hermanas pelean por él. Está narrada sin palabras, en clave cómico-poética. La historia se apoya en técnicas de mimo, máscaras y manipulación de objetos sostenidos por ritmos musicales. La idea es que el espectáculo nos lleve hacia territorios de gestos universales de tragicomedia humana, que resuenan en el alma de todos los espacios y tiempos.
—Creo que esta vocación me encontró a mí. Nunca me propuse ser titiritera. Estudiaba mimo con Hugo. Lo primero que había creado era un personaje que dialogaba conmigo a través de los gestos. Ni sabía que ya entonces hacía títeres. Esto me lo dijeron los organizadores de los festivales a los cuales, en este entonces, empezaron a invitarnos. Hemos participado en festivales de mimo y danza. Pero los títeres y la manipulación se fueron imponiendo como nuestro lenguaje principal.
—Lo que a mí me importa es la cualidad humana y artística de las personas que tengo la suerte de encontrar en mi camino. Los demás adjetivos son relativos. Aunque espero que encontrarnos entre las mujeres provoque una subida de estrógeno... ¡y podría ser divertido! Me gustaría tener muchos hombres en el público, quizás así nos damos la oportunidad de conocernos y querernos más y mejor.
—Representan el mundo interno hecho visible y palpable. Y no hay camino de catarsis más eficaz que darle el rostro a nuestro sentir y pensar.
—Sí, se usa este lenguaje también en pedagogía y curación. Como madre, hasta hoy en día intento proponer cosas de todos los días con algún peluche, como lavarse los dientes, hacer la tarea o ir a dormir. Me parece acertado: el títere no tiene miedo al juicio, cruza los límites y siempre está al servicio de la causa del corazón.
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