1 Participar plenamente de las instancias de los Encuentros Nacionales de Mujeres. Asistí a dos de sus marchas de cierre (Rosario, 2003 y Tucumán 2009) y me resultó sumamente movilizador, pero nunca me acerqué a los talleres porque entiendo que son espacios para las compañeras. Debe ser increíble atravesar esas experiencias de reconocimiento y rebeldía entre mujeres, con tanta masividad y heterogeneidad. Obviamente me sumaría al “tetazo” frente a la catedral de turno.
También me parecería enriquecedor atravesar experiencias de embarazo, ya sea para continuarlo como para interrumpirlo. Como varón cisexual y puto, tengo un fuerte compromiso con la lucha por el aborto legal, pero prácticamente nulas posibilidades de roce con la experiencia práctica. Muchas de las mujeres luchadoras a las que admiro, y de las que aprendo, son mujeres trans, lesbianas, afrodescendientes, latinoamericanas, populares y casi todas, feministas, por lo que querría estar siendo un poco cada una de ellas.
2 Aproximarme a la vivencia de opresión que los varones les hacemos padecer a las mujeres cotidianamente, y asumir que en varias ocasiones, fui o soy reproductor de esas prácticas patriarcales que establecen asimetrías de poder entre nosotrxs.
3 Si queremos igualdad plena y real entre lxs sujetxs, como yo la quiero, o al menos es a lo que aspiro, debería renunciar a todos mis privilegios, no sólo asociados al género sino también a la clase, etnia, generación, etc. De todos modos, no se trata de un acto de voluntad individual, sino de una lucha política, personal y colectiva, por la democratización de las relaciones sociales, en la que nos vamos transformando. Reencarnando la pregunta en mi experiencia, “resignaría el privilegio” a ser idealizado, tanto en mis relaciones interpersonales más íntimas como en las políticas colectivas. Estar en ese lugar te otorga posiciones de autoridad, y por ende de poder, que a su vez te distancian de la posibilidad de construir vínculos más simétricos, genuinos, recíprocos y humanos.
4 Difícil de contestar. En lo sexual nunca, porque no tengo relaciones sexuales con mujeres. Después, no tengo muchas situaciones presentes donde lo haya hecho, pero a falta de ese registro sospecho que sí, que quizá sean más sutiles y aún no las haya identificado. Otra cara de esa moneda puede ser que no me digan muy seguido que no las mujeres, lo cual no deja de ser interesante de poner bajo sospecha en el proceso de problematizar mis privilegios de género.
5 Estoy convencido de que la definición última es la de mujer gestante, y de nadie más, porque es su cuerpo el que está en juego. Eso no quita que, de ser un embarazo en el marco de una relación consentida, la otra parte pueda participar del proceso, dialogando esa definición, escuchando, acompañando y cooperando, si es que la mujer así lo desea.
* Lic. en Ciencias Políticas, activista de Varones Antipatriarcales
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