1 En mi vida como mujer hubiera querido tener la experiencia de la integridad corporal; que mi cuerpo no hubiera sido violado y mutilado en un quirófano. Hubiera querido experimentar el respeto –y, es más, la celebración– de cuerpos como el mío.
2 La idea de que alguien puede ponerse en los zapatos de otra persona es una ficción no sólo incómoda, sino además peligrosa.
3 Resignaría el privilegio de haber tenido un documento F y de tener ahora un documento M, para que el Estado deje de jerarquizar unas formas de vida por sobre otras.
4 Muchas veces. Pasé por alto el “no” de la maestra que no me dejaba jugar a la pelota, el “no” de la preceptora que creía inmorales los besos en el patio de la escuela, el “no” de las médicas que insistían en que nadie iba a quererme con este cuerpo, el “no” de muchas feministas que no creían que la mutilación genital intersex fue algo que tuviera que ver con el feminismo...
5 Cada mujer decide, pero para que esa decisión sea plena tienen que darse condiciones que no decide cada mujer por sí sola, sino que demandan un compromiso colectivo con el cumplimiento pleno de sus derechos sexuales y reproductivos.
* Lic. en Historia. Codirector de GATE Global Action for Trans* Equality
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