La efervescencia de la ilusión roja duró apenas noventa minutos. Cuando terminó el partido y los hinchas de Independiente tomaron conciencia de que el equipo no había podido ganarle a Quilmes y que había empatado 0-0 sin poder jugar bien casi nunca, una nube de silbidos flotó sobre el estadio de la Doble Visera, y las tribunas y los pasillos se llenaron de un inconfundible murmullo de desaprobación. El tercer tiempo de Menotti en Independiente no arrancó con el pie derecho, aunque hay atenuantes que amortiguan el juicio negativo: no estuvieron algunos jugadores como Frutos, Agüero y Cáceres, a los que supone claves en este proceso.
El fútbol que Menotti pretende apareció sólo en el primer cuarto de hora del primer tiempo. En ese lapso, breve, insuficiente, la pelota salió bien redonda desde el fondo, Martínez y Ludueña treparon a menudo por los costados, Lorefice se hizo eje de la distribución de la pelota en el medio, se ensanchó la cancha lo más posible en cada ataque y Cangele e Insúa insinuaron mucho fútbol en cada encuentro. Le costaba meter la pelota dentro del área de Quilmes porque le faltaba justeza en el último toque. Pero por entonces casi que se descontaba que, a la larga, a fuerza de ir e ir, Independiente terminaría desmoronando el denso esquema contraofensivo que Quilmes montó en su visita a Avellaneda.
No sucedió nada de eso. Pasados esos quince minutos iniciales, Quilmes hizo pie en el medio. Y cuando Torres, el colombiano Pérez y el chileno Galdames empezaron a cortar los circuitos rojos de mitad de cancha hacia adelante, y a compartir la posesión de la pelota, se acabaron las promesas, y la realidad de Independiente apareció irremediable. Los tiros desde afuera del área fueron la única manera de hacerlo trabajar a Pontiroli, Cangele e Insúa se fueron diluyendo hasta la intrascendencia y el Turu Flores fue agotando con rapidez la paciencia escasa de la gente.
Se supuso que, en el entretiempo, el pulso de Menotti arreglaría lo que estaba roto. Pero no hubo caso: los problemas de Independiente para perforar la presión de Quilmes en el medio, generar fútbol asociado y fabricar situaciones de peligro se mantuvieron intactos. En el arranque de la segunda etapa, Pontiroli levantó vuelo para sacarle un tiro libre a Insúa y un derechazo a Eluchans desde afuera del área. Después, Independiente perdió presión y entusiasmo, mientras Menotti gesticulaba su descontento parado fuera del banco.
Si Quilmes hubiera acertado alguno de los contraataques que disparó, la tarde de Independiente podría haber terminado mucho peor. Alfaro canjeó belleza por solidez e hizo fuerte a su equipo con una línea de cuatro y tres volantes de contención en su propio sector, Bastianini y Leandro Benítez como enganches y Aldo Osorio como delantero exclusivo. Y la apuesta le salió bien. Independiente casi que no pudo entrarle al área, los mediocampistas aguantaron bastante bien la pelota en el medio y arriba, Osorio complicó solo y siempre. Navarro Montoya le tapó un mano a mano a Benítez y otro a Osorio en el primer tiempo, y, en el segundo, Osorio se escapó por la derecha y tiró al arco cuando Bastianini entraba libre por el centro. Hubiera sido un exceso que Quilmes se llevara los tres puntos. Lo suyo fue bueno para el empate y nada más. Pero tampoco hubiera sido correcto que ganara Independiente. Querer y poder no siempre son verbos compatibles en el fútbol.

Indepiente 0
N. Montoya ; Martínez; M. Mustafá; Matheu; Ludueña; Pusineri; Lorefice; Eluchans; Insúa; Cangele; Flores.
DT: C. L. Menotti

Quilmes 0
Pontiroli; Vivas; Avendaño; Alayes; Saavedra; Torres; A. Pérez; Galdames; Benítez; Osorio; Bastianini.
DT: G. Alfaro

Estadio: Independiente.

Arbitro: Angel Sánchez.

Cambios: 63m Caneo por Benítez (Q); 65m Fabro por Eluchans (I); 70m P. Sánchez por Bastianini (Q); 76m Velásquez por Osorio (Q); 78m Morello por Cangele (I).