Lun 14.03.2005
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FúTBOL › EL DELANTERO LO ANUNCIO AYER DESDE QATAR

Las redes descansan: Gabriel Batistuta abandona el fútbol

A los 36 años, aquejado por algunos problemas físicos, el máximo goleador de la historia de la Selección Argentina le puso fin a su campaña. Jugó en Newell’s, River y Boca, fue ídolo en la Fiorentina, campeón con la Roma, marcó 56 goles con la celeste y blanca, y terminó quedamente su carrera en Al Arabi de Qatar.

Por Pablo Vignone

Se le llenaba la boca de ese olor redondo de gol cuando acababa de hacer estallar a la tribuna. La ductilidad no habrá sido quizá su fuerte pero, ¡qué importaba entonces! Algunos de sus rivales más formidables no eran los marcadores rivales sino ciertos entrenadores que preferían otro fútbol a la catarata en continuado de sus goles, pero a fuerza de imponer prepotencia de trabajo logró hacerse un lugar tanto en los registros más sacrosantos del fútbol oficial como en un rinconcito del rincón futbolero pintado de celeste y blanco, los colores de la Selección. Acaso por eso, ayer, con 36 años y satisfecho del trajín de inflar redes, le puso punto final a su carrera futbolística.
Raro privilegio el de Gabriel Omar Batistuta: fue jugador de River y de Boca, dejó su sello en la Selección, que lo tiene como su máximo goleador histórico, y terminó siendo ídolo en la ciudad que lo adoptó, Florencia. Nació futbolísticamente en Newell’s y terminó su carrera en el dorado exilio de los veteranos, el fútbol qatarí: jugando en Al Arabi marcó los últimos 26 goles de su campaña.
En el 2002 le había dado, generoso, su adiós a la Selección Argentina. Con la camiseta en el pecho había formado parte de las inolvidables conquistas de las Copas América de 1991 y 1993, cuando el Coco Basile pergeñaba aquel lujoso equipo del Mundial 1994, con Redondo, Balbo, Maradona, Caniggia... Se conquistó a fuerza de goles a Daniel Passarella y fue el nueve titular de la Selección en Francia, cuando daba comienzo una estéril polémica acerca de la inconveniencia de que jugara junto a Hernán Crespo en la formación titular.
También terminó convenciendo a Marcelo Bielsa, que prefería al centrodelantero más joven, y que se inclinó finalmente por el goleador de Reconquista, acaso intuyendo que generaba mucho menos resistencia de los hinchas. El de Corea y Japón fue el tercer Mundial del Bati-gol, como lo habían bautizado. Contra Nigeria, en el debut, marcó el tanto de la victoria. Contra Suecia, el día en que el equipo se volvió del Lejano Oriente, salió para dejarle su lugar a Crespo.
Fascinó durante nueve temporadas a los refinados seguidores de la Fiorentina, que hasta le levantaron un monumento. Se fue por un rato, a la Roma, porque le quedaba pendiente ganar un Scudetto, y lo logró, pero los romanos jamás lo adoptaron como ídolo: reconocían que el Bati pertenecía a los florentinos. Ese fue uno de los sueños que pretendía realizar antes de colgar los botines definitivamente: el de regresar a la Fiorentina. También jugar en la Premier League inglesa quedó para siempre en la columna del deber.
Los años terminaron pasando factura: los tobillos estropeados, una persistente lesión en la rodilla, y también el desgaste. Gabriel Batistuta no sólo no volverá a jugar. Su vida fuera del fútbol, con su mujer Irina y sus cuatro hijos, lo colma lo suficiente como para jamás regresar a pisar un estadio.

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