FúTBOL › FIGURA DE LA VICTORIA ANTE QUILMES
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Sin un enganche clásico, Racing se vale del volante-símbolo para ir hacia adelante, en la cancha y en la tabla. Pero al equipo de Rivarola todavía le cuesta manejar los tiempos de un partido y lo mostró ante los quilmeños.
› Por Ariel Greco
En un solo partido, con apenas unos minutos de diferencia, Racing dejó en claro que tiene suficientes argumentos como para ser un firme candidato al título, pero al mismo tiempo que todavía es un equipo inmaduro, al que le cuesta manejar un partido y que cualquier circunstancia adversa lo puede desequilibrar. Es claro que los 35 mil fanáticos que coparon la cancha se quedaron con la primera imagen y se fueron festejando por un triunfo que resultó sufrido, pero que debió ser amplio, y por la punta compartida con Vélez.
En el primer tiempo, Racing impuso una superioridad clara, en base a una dinámica avasallante y a un vértigo que determinó que Quilmes se viera desbordado durante buena parte del juego. El único problema para el equipo de Rivarola pasó por la ausencia de un jugador capaz de aportar un poco de pausa ante semejante ritmo. De esa forma, el dominio territorial y de tenencia de pelota tan abrumador que ejerció no se tradujo en tantas situaciones de riesgo netas por la falta de claridad en último cuarto de la cancha.
Sin un enganche clásico, con dos volantes con mucha dinámica por los costados y con dos delanteros muy ligeros y vivos para abrir la cancha, el que intentó asumir el rol de conductor fue Simeone. Por presencia e inteligencia, el ex capitán de la Selección Argentina fue el responsable de los mejores momentos de fútbol del flamante líder, más allá de que es lógico que ésa no sea su principal virtud. A esa altura, el gol que anotó Barrado de media vuelta tras una definición defectuosa de Guerrero era la justa diferencia entre ambos equipos.
Pero lo que debía ser una tranquilidad para que Racing manejara los tiempos del partido con más calma no se reflejó en el terreno. Por el contrario, el equipo de Rivarola intentó mantener su presión y su ritmo de máxima velocidad. Sin embargo, en la medida en que el físico de sus jugadores fue mermando, el trámite del partido empezó a cambiar. Quilmes ya no era superado en todos los sectores, dividía la tenencia de la pelota e inquietaba con la presencia de Osorio y el manejo de Caneo.
Claro que, en el momento de mayor confusión de Racing, fue Pontiroli el que le devolvió el crédito. Es que el arquero le cometió primero un penal innecesario a Romero, que Lisandro López ejecutó por arriba del travesaño. Y luego tuvo una floja reacción ante otro remate del goleador, que se le escurrió por debajo del cuerpo.
Se suponía que, por la diferencia que había existido entre ambos equipos y por los dos goles de ventaja, el partido ya estaba definido. Pero lo cierto es que ahí quedaron en evidencia los inconvenientes que todavía pueden hacer caer la candidatura del conjunto de Avellaneda. Cuando se tiró atrás, permitió que su rival creciera, y para colmo no exhibió ninguna solidez defensiva. Por eso, a partir del golazo de volea de Caneo, lo de Racing fue puro nervio y sufrimiento, muy lejos de todo lo bueno que había mostrado en los primeros 60 minutos. De ahí que haya terminado pidiendo la hora en un partido en el que debió haber ganado con tranquilidad.
Racing 2
Lucchetti; Vitali; Cabral; Crosa; Pinola; Barrado; Falcón; Simeone; Romero; Guerrero; L.López.
DT: Rivarola.
Quilmes 1
Pontiroli; Vivas; Alayes; Desábato; Saavedra; Caneo; A. Pérez; Añaños; Benítez; Peñalba; Osorio.
DT: Alfaro.
Estadio: Racing.
Arbitro: Horacio Elizondo.
Goles: 25m, Barrado (R); 63m, L.López (R); 70m Caneo (Q).
Cambios: 45m Bonvín (5) por Vivas (Q); 75m Cardetti por Guerrero (R); 79m Bastianini por Peñalba (Q); 85m Pino por Romero (R); 90m Grabinski por L. López (R).
Incidencias: 61m, López (R) desvió un penal.
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