Lun 23.05.2005
libero

FúTBOL › RIVER FUE TECNICAMENTE SUPERIOR, PERO UNA VEZ MAS SE QUEDO CON LAS MANOS VACIAS

Boca salvó la plata cuando recurrió al banco

Boca metió dos golazos, tuvo un arquero inspirado, cambió a tiempo y contó con un poco de suerte. Con eso le alcanzó para cortar una racha de tres derrotas y ganar el clásico. River, que jugó mejor, se quedó muy caliente.

› Por Juan José Panno

A los pocos minutos del segundo tiempo, un ratito después del empate de Lucho González, cuando River inclinaba la cancha hacia la Casa Amarilla y Boca tenía la casa en total desorden, los hinchas de la doce empezaron a cantar:
–Hay que poner, Boca//hay que poner, Boca...
Y enseguida, otro clásico del repertorio de la desesperación tribunera:
–Movete, Boca, movete//movete, dejá de joder...
Loca estaba la hinchada que advertía la llegada de la noche más oscura. El análisis se correspondía con la realidad: River había jugado mejor, Boca era pura impotencia y la pelota rondaba con una frecuencia cada vez más corta los pagos de Abbondanzieri.
Algo se tiene que mover, pensó Benítez y mandó a la cancha a Ledesma, en lugar de Vargas, que había sido un desastre. Y unos minutos más tarde lo puso a Delgado por Guglielminpietro, que también había jugado muy mal. Esos dos cambios, que llegaron tal vez un poco tarde, coincidieron con el momento en que River empezaba a perder consistencia física y futbolística. En esas dos variantes se puede encontrar una primera clave para entender cómo diablos hizo Boca para ganar un partido que se encamimaba hacia su inexorable derrota.
Ledesma siempre la rompe en partidos contra River. Mostró su personalidad en aquel partido sin hinchas xeneizes por la Copa, en el Monumental; metió un golazo en Mendoza y ayer las pidió todas para oxigenar la circulación y equilibrar la pelea de la mitad de la cancha.
Delgado hizo en un ratito mucho más que el Guly en todo el resto del tiempo. Tocó, buscó, ayudó a mejorar un poco la cara de su equipo. Y, además, le andan soplando vientos favorables. Ya se sabe que cuando el Chelo anda derecho, los rivales lo sufren. Zapatazo perdido a mitad de semana ante Junior y gol que vale oro; chanfle de tiro libre contra el palo derecho de Costanzo, gol que vale un superclásico.
El banco de Boca tenía más fondos que el de River. Astrada sacó a Gallardo, que había jugado fenómeno pero estaba cansado, y lo puso a Patiño. Nada. Y sacó a Farías que había hecho poco y lo puso a Salas que, como bien había anticipado el mismo técnico, estaba para jugar cero minuto. Nada al cuadrado. Si se recorta el juego, circunscribiéndolo a ese lapso que media entre los cambios de Benítez y el gol de Delgado, cualquiera puede quedarse con una imagen distorsionada de la realidad.
Boca sólo fue superior un rato. Antes y después de eso mostró toda su gama de debilidades, especialmente en la franja central: desorden táctico y lentitud para marcar; falta de ideas para pasar a posiciones ofensivas; salidas a destiempo de los centrales; falta de sincronización en los relevos; desesperación para sacar la pelota a cualquier parte. Técnicamente superior, más prolijo, más armado, River siempre insinuó más, pero no pudo concretar, un poco porque le faltó serenidad en el área y otro poco porque en el arco contrario estaba Abbondanzieri. El arquero de Boca tuvo cierta responsabilidad en el gol de Lucho González (reaccionó tarde cuando Zapata mandó el centro bajo), pero salvó por lo menos media docena de situaciones muy peligrosas. Farías y Sand, especialmente este último, se quedaron con las ganas porque el Pato les puso el cuerpo a todas las balas.
El partido no fue brillante pero las (in)defensas de ambos contribuyeron a que por lo menos resultara de a ratos emocionante, con muchas situaciones y con permanente sensación de gol, por los dos lados.
Entre las curiosidades que dejó el superclásico hay que anotar ésta: la mejor jugada no la hizo el equipo que fue superior sino su rival. Fue el primer gol de Boca, que se produjo a los 13 minutos del primer tiempo. Alvarez recibió de Cagna sobre la derecha, amagó el centro de derecha, enganchó, se sacó de encima a Mareque y mandó el centro pasado al segundo palo para Martín Palermo, que se levantó muy bien y con los ojos abiertos cabeceó hacia atrás para Guillermo Barros Schelotto, quien empalmó como venía, medio con la canilla y la puso por sobre la cabeza de Costanzo.
Es verdad que el equipo de Benítez no jugó bien; es verdad que River no mereció perder; es verdad que la figura de la cancha fue Abbondanzieri; es verdad todo eso... y también que la victoria de Boca fue legítima.
Tan injusta como legítima.

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