Lunes, 8 de enero de 2007 | Hoy
FúTBOL › OPINION
Por Diego Bonadeo
Con mucho menos descanso del que debiera ser –después aparecen, por ejemplo, entre otras cuestiones, las lesiones “imprevistas/previsibles”–, algunos planteles del fútbol vernáculo se aprestan para el habitual trajín del fútbol de verano. Como es común también, los manejadores de agendas de los recesos, tanto dirigentes como intermediarios, también periodistas y los propios jugadores, lanzan diferentes globos de ensayo para justificar presencias y hacer negocios. Con culebrones varios para entretener y entretenerse, como los pases de Marco Ruben, Juan Ojeda y Cristian Villagra de Central a River, las ventas de Gago e Higuaín a Real Madrid, la extraña negociación para que Grimi juegue en el Milan, además de incorporaciones varias –muchas de ellas de futbolistas que parece que no podrán aportar demasiado– y alejamientos diversos, la antesala del comienzo en Mar del Plata entre Independiente y Racing recurre necesariamente a la memoria no tan inmediata de los contratiempos de la institución que actualmente regentea Blanquiceleste. Distéfano, Otero, Lalín, Marín y De Tomaso son apellidos que aparecen en la superficie, si de manejar los destinos de Racing se trata. Se supone que, como en este caso y en el de casi todos los otros casos, hay otros personajes en las sombras. O, por lo menos, no tan expuestos. La cuestión es que, pese a los que ya parece dejaron de ser secretos y la cosa es a voces, en cuanto al atraso en el pago a los jugadores –lo que no solamente sucede en Racing, pero por estos tiempos parece ser el caso más notorio–, el espectáculo debe seguir, los dineros de la televisión mandan, el fútbol está lleno de rehenes y a cambio de parar la pelota y barajar y tratar de dar de nuevo sin señas falsas ni cartas marcadas, la consigna es, una vez más huir, hacia adelante.
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