Lunes, 12 de febrero de 2007 | Hoy
FúTBOL › OPINION
Por Pablo Vignone
Volvió el fútbol. Y volvió la violencia. El verano se diluye, pero no se conoce de medidas extraordinarias, las que se suponía que los dirigentes del fútbol vernáculo se esforzarían por alumbrar en el receso, una vez alcanzado el final del atormentado Apertura 2006.
Nadie que conozca el paño imaginaba otra cosa: que una vez terminado el torneo más polémico de la historia del fútbol argentino, los mandamás de la pelota saldrían de vacaciones y a otra cosa. Nada de soluciones mágicas, pero tampoco debate o bosquejos de alternativas.
En Italia se jugaron ayer varios partidos sin público visitante, como se ensayó el año pasado aquí. La respuesta fue más o menos similar: rechazo, desilusión, tristeza. También un poco de realismo: “Para jugar así –filosofó el entrenador del Inter, Roberto Mancini–, paremos el fútbol hasta encontrar la solución”.
Pero si la solución no es parar, entonces, ¿cuál es la solución? Fiesta máxima de los hinchas como resulta, la religión futbolera de los domingos no tiene derecho a envenenar la privacidad de aquellos que no comulgan. ¿Qué tienen que ver los inocentes socios de pileta con los miserables repartos del bajo mundo futbolero? Y los dirigentes, ¿a quién responden? ¿A los socios que los eligen con su voto, o a los que los intimidan con sus modos?
“En el día de mañana (por hoy), River hará la presentación judicial correspondiente –reza un comunicado emitido por el club– y le pedirá a la policía la identificación de los intervinientes en el hecho; en caso de tratarse de socios del club, River tomará las medidas correspondientes.”
La lógica es que sean socios: si no, ¿cómo estaban en la pileta? Acerca de las medidas que tomará River, los que andan en esto hace rato suponen ya de qué se trata. Seguramente como las que los popes de la AFA debieron amasar en el receso...
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